Aitana Sánchez-Gijón | Actriz
«Las mujeres somos expertas en abandonarnos a nosotras mismas»La entrevista ·
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Aitana Sánchez-Gijón | Actriz
«Las mujeres somos expertas en abandonarnos a nosotras mismas»La entrevista ·
Regresa a los escenarios con 'La madre', donde se mete en la piel de una mujer que se siente estafada por la vidaHa pasado con obras distintas: acaba gloriosa y exhausta la función en escena, y los espectadores la ovacionan en carne viva en el patio de butacas. Ella es Aitana Sánchez-Gijón (Roma, 1968), actriz de éxito que se entrega a su oficio con un entusiasmo ... de ángel de Rilke. Posee una resistencia de caracola de mar, es madre de Bruna y Teo, y ahora está embarcada en un montaje teatral, con el que girará por todo el país, que es una bomba emocional: 'La madre', de Florian Zeller, una cuidada producción de Barco Pirata que plantea preguntas como '¿qué ocurre cuando un hijo crece y se va?'. Anne, la protagonista, «ha construido su vida alrededor de su hijo Nicolás, y ahora que se ha ido debe enfrentarse a la pérdida, al nido vacío, y al verdadero vínculo con su marido». Y en otoño, Netflix estrenará la primera temporada de 'Respira', serie que protagoniza junto a Najwa Nimri y Blanca Suárez. Muchas veces se asemeja a un fulgor de hogueras.
- Se está especializando en personajes de madres nada convencionales, que impactan e invitan al debate. Empezó muy fuerte, metiéndose sin red en la piel de Medea la parricida.
- Tuve con el personaje una conexión interna muy fuerte y muy profunda desde el primer momento, y la forma de abordarlo en escena me llevó muy al límite físicamente; aunque, lejos de no querer repetir una experiencia tan intensa, me sucedió lo contrario: empezó a irme todavía más la marcha y me embarqué en proyectos muy arriegados, como el de danza contemporánea 'Juana'. No le he temido a llegar al extremo físico.
- ¿Por qué esa necesidad?
- Llegó un momento en el que necesité poner en juego el cuerpo, utilizarlo de una manera que hasta ese momento no había utilizado: muy despojada y extrema. Eso me abrió un canal de investigación muy interesante al que me lancé. Me gustan los retos.
- ¿Qué le espantó de Medea?
- Ese poder tan potente del que ya no tiene nada que perder y transforma su dolor en destrucción. En su caso, destruye a sus propios hijos: los más vulnerables, frutos de su vientre, los seres teóricamente a los que una madre más ama. Acercarme a ese abismo de dolor me resultó atractivo como actriz. Hice el intento de entender cómo se puede llegar a cometer un acto tan espantoso, asesinar a tus hijos.
- ¿Lo logró?
- Sin justificarlo lo más mínimo, pude llegar a entender cuál es el proceso de caída en el abismo cuando te han despojado de todo, cuando te has sentido traicionada hasta el último aliento por el amor de tu vida, por el hombre por el que lo has hecho todo. Él [Jasón] la destierra, la sustituye por otra mujer y la despoja de sus hijos, y todo con el agravante de ser siempre la extranjera; se juntan todos los elementos para destruir a una persona, todo se conjugó en su contra. Y entonces ella, en lugar de sentirse anulada y aplastada por todo esto, lo que hace es reaccionar con una violencia inusitada; eso es lo que he podido llegar a etender.
- ¿Digna también de compasión o sólo de condena?
- Hay que condenar el crimen, por supuesto, pero no veo mal que también se intenten comprender, entender, las razones de quien lo comete.
- ¿Y cómo se llevó con el personaje de Nora? [Interpretó 'La vuelta de Nora', de Lucas Hnath, una especie de segunda parte de 'Casa de muñecas', de Ibsen, cuyo estreno en 1879 supuso un escándalo por plantear el abandono del hogar de la esposa y madre protagonista].
- Nora es un personaje revolucionario porque dinamitó el orden establecido. Es de esos personajes femeninos que se rebelan de una manera muy radical frente a esos destinos predeterminados por un sistema patriarcal que coloca a la mujer en un lugar determinado del que no puede salirse. Y esas rebeliones tan extremas son las que sacuden los cimientos de nuestra civilización y de nuestra sociedad. Nora se cuestiona ese rol de la mujer entregada por completo a sus hijos, a su marido, a su casa. Fíjese, la madre que estoy haciendo ahora en teatro, Anne, es la Nora que no pudo dar un portazo y marcharse. Es como si me hubiese reencontrado años después con una Nora que no dio el portazo, que no se escogió a sí misma, por encima de todo, frente a ese abismo de la alienación absoluta.
- ¿Cómo es la Anne con la que nos encontraremos?
- Alienada, con instintos suicidas, con una oscuridad muy grande, con terror a quedarse sola, con una gran dependencia emocional... Es en lo que creo que podría haber derivado Nora si no se hubiese marchado.
- ¿Qué le atrajo a usted de esta función, 'La madre'?
- Me gusta mucho la manera en la que está escrita, Florian Zeller me parece que escribe obras alucinantes. Esta función logra que el espectador se sienta dentro de la cabeza del personaje, cuya mente transita por lugares completamente sorprendentes y opuestos unos de otros.
- ¿A qué asistirá el público?
- Al desmoronamiento mental y emocional de una mujer al borde del suicidio, de una mujer que toma pastillas para poder vivir desde la mañana a la noche, una mujer que se siente estafada por la vida y por todos, abandonada y sola en esa casa que ha sido el centro de su vida, donde se ha entregado a la crianza de sus hijos y a su marido. Y en el momento en el que todos desaparecen, ella se queda sola, desolada, porque tampoco se tiene a sí misma. La obra despliega el mapa mental y emocional de una mujer que se está desmoronando.
- En el terreno de los afectos, ¿qué error no deberíamos cometer?
- Abandonarnos a nosotros mismos. Las mujeres somos expertas en hacerlo, en abandonarnos a nosotras mismas. Tenemos una herencia cultural, política, social, que nos hace tender, inmediatamente, a dejarnos de lado y a sobreponer las necesidades de los demás a las nuestras, a las propias.
- Habrá quien piense que eso es amor.
- Y no lo es. Tú puedes dar amor en la medida en que te tengas a ti mismo, pero si tú das de un pozo en el que el agua deja de manar, en algún momento ese pozo se seca y te lleva a la enfermedad. Para poder dar, para poder amar realmente, con generosidad, con entrega, con dedicación, no puedes descuidar tu propia fuente; si se seca, ni te tienes a ti mismo, ni puedes dar nada a los demás.
- ¿Y cuál es la línea que no debemos cruzar en una relación de pareja?
- La pérdida de respeto por uno mismo.
- ¿A qué le enseñó su madre, Fiorella de Angelis?
- Mi madre fue una mujer muy avanzada para su época, una italiana que llegó a España todavía en plena dictadura, en vías de una democracia. Ella cuenta siempre que se encontró una España muy gris y muy triste, agotada por tantos años de dictadura, pero al mismo tiempo con un gran anhelo de cambiar de aires. Y participó de ese cambio junto a mi padre [Ángel Sánchez-Gijón]. Siempre fue una mujer muy implicada políticamente, una feminista que me inculcó unos valores sólidos de igualdad y de independencia. Todo eso se lo debo a ella, y a mi padre también, aunque obviamente el hilo materno te marca de una manera muy fundamental.
- ¿Y usted qué madre ha sido y es? ¿Sonríe cuando lo piensa?
- Exacto, sonrío y me siento muy plena porque, además, mis hijos me devuelven esa imagen de mi propia maternidad. Ellos me dicen 'mamá, lo has hecho bien', y eso es algo que me reconforta mucho; sentir esa complicidad y ese amor por su parte, y ese reconocimiento de que nos hemos respetado, es muy gratificante.
- ¿Qué intentó usted con ellos?
- Siempre he pretendido que volaran libres y alto y que tuvieran su propio criterio, sus propias herramientas para vivir; ese ha sido siempre mi afán, al igual que tener un poco bajo control los instintos que todos poseemos de reclamo, de exigencia...; esos instintos que a veces no puedes evitar que te salgan. Siempre he intentado que estuvieran controlados y no apabullar a mis hijos con mis necesidades. O sea, no poner encima de ellos cosas que sólo me pertenecen a mí, no proyectar en ellos mis frustraciones o soledades o mis problemas. Y cuando lo he hecho, y me he dado cuenta, les he pedido disculpas; creo que esa es la base de tener una relación sana con los hijos.
- ¿Le ha tocado ya vivir la experiencia del nido vacío?
- Pues mire, el mayor ya vive por su cuenta desde hace tres años, y de vez en cuando aparece y se queda a dormir en casa [sonríe]. Fue duro en su momento, pero lo alenté, sin ninguna duda, a que lo hiciera. Y la pequeña está con un pie dentro y un pie fuera; es decir: pasa más tiempo fuera de casa que dentro [risas]. Pero, bueno, es un momento en el que hay que vivir ese duelo...; se cierra una etapa crucial, importantísima de tu vida, en la que has estado criándolos y han estado a tu cargo, poniendo en ello una cantidad enorme de energía y de amor. Ahora lo que toca es dejarlos volar.
- ¿Y qué más toca?
- Disfrutar tú también de esa emancipación. Se emancipan ellos y te emancipas tú también, recuperas espacios y tiempos y eso también está muy bien.
- ¿A la soledad le tiene miedo?
- Ahora mismo no le tengo miedo a la soledad, la disfruto. Y cuando llegan esos momentos un poco más melancólicos, no me dejo arrastrar por ellos. Lo que sí es cierto es que, cuando se me cruza por la cabeza proyectarme un poco en la vejez, pensar en estar sola entonces me parece un poco más duro. En la función de 'La madre', precisamente, hay un momento en el que la enfermera le dice a Anne: 'Envejecerá sola, triste y sola'.
- Me resulta difícil imaginármela a usted envejecer sola.
- Bueno, no lo sé, ¡ojalá no!, pero nunca lo sabes y, en cualquier caso, lo que hay que hacer es seguir sembrando para tener una vejez lo más autónoma posible.
- Habla usted públicamente, con total naturalidad, de la menopausia, ¿por qué lo hace?
- Mire qué curioso: para lograr la Viagra se ha investigado todo lo que ha hecho falta, pero investigar la menopausia femenina no interesa tanto ni mucho menos. Si los hombres tuviesen la menopausia, la ciencia se habría volcado en investigarla. La anatomía del clitoris, por ejemplo, hasta no hace muchos años nadie se había dedicado a estudiarla, ni a dibujarla. Creo que es importante hablar de ella, entre otras cosas, para que nosotras mismas no nos sintamos solas. Hay muchas mujeres que la viven en soledad, que no comparten con nadie cómo se sienten, o incluso que lo que sienten les da vergüenza. Podemos hablar incluso de que estamos ante un tema de salud pública. No estaría nada mal que todos tuviésemos la mejor información sobre ella, así como que se investigase más esta realidad y se prestase un adecuado acompañamiento en la sanidad pública. Se trata de normalizar lo que es normal.
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