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«Yo quiero que la gente me quiera como soy», arrancaba Concha Velasco en el 'Queridos cómicos' que Diego Galán le dedicó en 1993. «Y si deja de quererme, tampoco pasa nada», zanjaba. La Velasco ha encarnado en el imaginario colectivo de los españoles durante ... varias generaciones la imagen de una mujer artista con todo lo que eso conlleva. En una era anterior a internet y las redes sociales, fábricas de famosos porque sí, la actriz saltaba del cine al teatro y la televisión conformando una carrera apabullante y prolífica, en la que no se permitió ni un descanso. Desde el primer momento tuvo la popularidad de su parte.
Conchita Velasco encarnó en la grisura del franquismo una feminidad fresca de alegría contagiosa, un optimismo chispeante y entusiasta que ha mantenido hasta sus últimas funciones de teatro. Aquella vivaracha muchachita de Valladolid estaba llamada a congraciar a las dos Españas. Como ha contado muchas veces, su padre era un militar franquista y su madre maestra republicana. Se enamoraron cuando el primero entró con las tropas en Asturias y se encontró a la profesora defendiendo a los niños en un colegio.
En 1958, Concha Velasco se convirtió en 'la chica de la Cruz Roja' gracias a una comedia costumbrista que vendía un Madrid idílico y entrañable, con sus personajes femeninos encarnando los valores que el franquismo reservaba a las mujeres, siempre al servicio de sus maridos. En 1965, con 26 años, la actriz pasó a rebautizarse 'la chica ye-yé', el himno contagioso e inofensivo que popularizó la película 'Historias de la televisión'. Chicos melenudos, chicas con minifalda y la promesa de la liberación sexual en un país en el que todavía estaba vigente la pena de muerte.
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La eterna pareja de Tony Leblanc y Manolo Escobar, la mujer española deseada y decente, afrontó los nuevos aires de la Transición con rebeldía y ánimo transgresor. Para la España de 1976 supuso todo un escándalo que estuviera embarazada de su primer hijo siendo madre soltera. La moda del destape acabaría provocándole disgustos, como cuando aceptó protagonizar 'No encontró rosas para mi madre', calificada X en Francia, o viéndose en portada de la revista 'Lib' merced a una fotos tomadas en el rodaje de 'Yo soy fulana de tal', con el titular 'Las tetas del franquismo'.
Su papel junto a Juan Diego en la primera huelga de actores, que exigían algo tan básico como un día de descanso semanal, logró que la imagen de la artista que acudía a La Granja a cantarle a Franco 'La chica ye-yé' se adaptara al signo de los tiempos. Apoyó al Partido Socialista y acabó desengañada de él. Pero Concha Velasco nunca fue una musa de la izquierda, al estilo de Ana Belén, sino una actriz popular y querida, cuya vida privada se seguía al dedillo en las revistas del corazón.
De sus enfermedades y bancarrotas, de su amor eterno por Paco Marsó, el hombre que la arruinó, la protagonista de 'Teresa de Jesús' ha hablado largo y sin pudor en las entrevistas. A ver qué otra artista se hubiera atrevido a anunciar compresas para las pérdidas de orina, como hizo ella hace casi quince años. Concha fue un modelo para las señoras que llenaban sus funciones teatrales de los últimos años, obras escritas por su hijo que no la merecían.
«Yo tengo la sensación de que me he pasado la vida yendo de puntillas, sin llamar la atención, sin molestar a nadie», contaba a Diego Galán. «Entro en mi casa por la noche y voy de puntillas para no despertar a los de abajo. Debe ser que se me ha quedado de cuando vivía en las pensiones aquellas. Siempre he tratado de quedar bien con todo el mundo, sin una declaración explosiva. Hasta que no puedo evitar meter el pie en la puerta».
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