Las miradas a gran formato de Luis Burgos

'Cabezones' consta de seis cuadros de gran formato, 195x190 centímetros, si bien a la entrada del edificio se muestra un séptimo, 'La mujer barbuda', de 210x176 y realizado con técnica mixta sobre lienzo, perteneciente a otra serie 'Fiesta circense' que Burgos expuso recientemente en la Casa de la Imagen de Logroño. Si 'La mujer barbuda' representa a dos personajes del mundo del circo, 'La chica del zafiro', 'Joven proxeneta', 'Luis', 'Niño', 'Leda, la leedora de sueños' y 'Oshum', aunque pintados igualmente con técnica mixta sobre lienzo de grandes dimensiones, representan a personajes no tan estrafalarios como los circenses sino más cotidianos, de a pie de calle, tanto familiares como el propio hijo del pintor cuando era niño en 'Luis', como otros fruto de sus viajes y residencias en Cuba, Miami, Nueva York, etcétera. Algunas de esas obras ya se pudieron contemplar en la exposición de 2021 'Miradas' realizada en la bodega Vinícola Real de Albelda de Iregua.

«Esta serie es la tercera vez que se expone, después de Albelda y Comillas, así que tenemos la suerte de tenerla ahora nosotros», explicó el concejal del Ayuntamiento de Arrúbal, Chema Acobi, en la inauguración de la muestra. Durante 2021 Burgos realizó una estancia artística en el valle de Cabuérniga de Cantabria, donde pintó la serie de cuadros que ahora exhibe, en parte, en Arrúbal. «Habitualmente en mi pintura hago tres formatos y este de 2,10 por 1,76 es el más grande, otro es el tamaño natural», explica Luis Burgos. Aunque en principio, en Cantabria, pintó doce cuadros, posteriormente amplió la serie 'Cabezones' en Varea, su barrio logroñés natal, donde nació en 1957, con más obras de diferentes tamaños.

Lo más significativo de los cuadros de 'Cabezones' es, además del color y de las expresiones de las diferentes personas que se retratan, de distintas etnias y edades, la mirada. Son cabezas, sobre todo rostros, ya sean de frente o medio de perfil, en las que, a pesar de que no son obras a tamaño natural sino agigantadas, la mirada de los personajes se mantiene a la misma altura del espectador, por lo que permite establecer una comunicación con la obra de arte.

Y los retratados son fruto de que el pintor ha sido antes espectador del día a día, como él mismo explica. «El único personaje real es mi hijo, el resto son adaptaciones desde una fotografía que haces tuya. Procuro convertirlos en mis propios personajes», reconoce Burgos. Y así provoca que, de un personaje real, a través de la ficción pictórica, se cree un retrato que parece real.