Consigue como pocos intérpretes poner de acuerdo a crítica y público. Sus trabajos son arte. No oculta su preocupación por el empuje de la extrema derecha, y se está enfrentando a los achaques de la edad. Cariñoso
A ver, Orson Welles apenas aparece unos minutos en 'El tercer hombre' (1949) y, sin embargo, no es posible imaginarse la película sin él. Pasa algo parecido con Luis Zahera, que es capaz de levantar él solo una película aunque no la protagonice. Nacido en Santiago de Compostela en 1966, solitario, introvertido, es hoy uno de los intérpretes más admirados y menos discutidos del cine español. La dureza de titanio de su personaje en 'As Bestas', de Rodrigo Sorogoyen, por la que ganó su segundo Goya a mejor actor de reparto, sentó cátedra. Sabe que puede provocar pánico, aunque luego, en la intimidad, se deshace en brazos de una ternura que desarma. Está de gira con su monólogo 'Chungo', donde el humor todo lo puede. La entrevista tiene lugar tras haber recibido el gallego un homenaje a su trayectoria en el 36 Festival de Cine de l'Alfàs del Pi. «Me han hecho feliz», dice con esa voz suya, esa voz...
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- El niño.
- Mi mamá decía que fui un niño muy inquieto, muy infantil y muy ingenuo, y yo no voy a decir otra cosa [sonríe]. Uno de esos niños que tuvimos la suerte de criarnos en un barrio compostelano y que estábamos todo el día en la calle. Lo mucho que disfrutaba jugando lo recuerdo muy bien, porque eso es lo que esta profesión mía me permite seguir haciendo: jugar. Sigo teniendo a ese niño muy presente, no me da pudor decirlo, porque me ayuda a hacer mejor mis personajes: la curiosidad, la alegría, el gustarte los cambios, la pasión por el juego. Creo que, a estas alturas, sigo siendo una persona bastante ingenua e infantil.
- ¿Estuvo muy mimado?
- Bueno, yo era el menor de cinco hijos y por encima de mí tenía a cuatro hermanas. Lejos de faltarme cariño, tenía todo el del mundo. Me sentía muy querido y, también, afortunado porque todo en mi familia funcionaba con normalidad; tuve una vida absolutamente plácida y normal.
- ¿Y cómo es la experiencia de convivir con cuatro hermanas?
- Pues muy buena, aunque eres un juguetito en sus manos [risas], al que se dedican a contarle mil historias, la mayoría inventadas. Yo les preguntaba algo y ellas me contaban unas cosas imposibles de creer, aunque las dejaba que pensaran que las creía [ríe], porque lo que sí que era verdad es que sentir tanto cariño, saberme tan protegido, me hacía feliz.
- ¿Qué no ha perdido?
- La timidez, es curioso.
- ¿Esa experiencia con ellas le evitó a usted posteriormente caer en actitudes y comportamientos machistas?
- Bueno, creo que, por desgracia, todos tenemos en algún momento comportamientos machistas, porque la verdad es que nos queda mucho por hacer para llegar a la igualdad absoluta. Supongo que sí, que tendré secuelas de aquella educación que recibí, por ejemplo, en los Hermanos de La Salle; recibí una educación según la cual el mundo está hecho para los hombres.
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- ¿Y frente a eso?
- Intento ir mejorando como hombre y ser cada vez ser más feminista, porque el feminismo también nos afecta a nosotros, nos invita a ser mejores y a tratarnos de verdad entre todos, hombres y mujeres, como iguales. El feminismo es también cosa nuestra, y los hombres tenemos que resetearnos en muchas cosas que pensamos y que todavía hacemos, más o menos conscientemente. Mentiría si dijera que yo estoy totalmente libre del machismo, porque es algo que llevamos dentro y en lo que también ha influido la religión católica. No me considero un machista recalcitrante pero, seguramente, si me examino honestamente, diría que nos queda a los hombres mucho por hacer.
Lo primero
«Soy un tipo solitario, no tengo hijos, ni grandes responsabilidades, y me centro en el trabajo»
- ¿Cuándo se dio cuenta de su madera de actor?
- Un día mi hermana Ángeles me llevó al teatro, en los años 80, y aquel día decidí que sería actor; y como era muy ingenuo, me quedé tan convencido de que así sería. Y mira, al final todo salió bien, me funcionó, he podido vivir de la actuación y la he podido disfrutar. Yo soy un privilegiado porque, ¡Dios mío!, el porcentaje de compañeros de profesión que trabajamos, que vivimos mínimamente de esto, está sobre el 6%.
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- ¿Qué vio ese día en escena?
- 'Angélica, en el umbral del cielo', de Eduardo Blanco Amor. Fue el 12 de febrero de 1982. Tengo el programa de mano guardado. No sólo fue la primera obra que vi, también fue la primera que representé, gracias a un profesor.
- El público.
- Siempre me quiso mucho y mis trabajos se han ido recibiendo muy bien. Yo, cuando empezaba, pensaba cosas como 'a lo mejor un día incluso me hacen entrevistas' [ríe]. Siempre he defendido que los actores estamos a disposición de la gente, que el público es nuestra razón de existir; le tengo un inmenso respeto, además de estarle tremendamente agradecido.
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- ¿Qué objetivo persigue en su trabajo?
- No estoy en esto para ganar premios, aunque los agradezco mucho, ni para hacerme rico [risas], estoy para algo que dice Sergio Peris-Mencheta sobre la esencia de nuestra profesión: yo lo que persigo es, según haga drama o comedia, alegrarle o entristecerle el corazón a la gente; trabajamos con ese material tan delicado que son las emociones. Cuando mis hermanas me contaban todas aquellas mentiras e historias que se inventaban, me emocionaba. Ojalá le hiciese sentir al público grandes emociones, y que se fascinara con las historias que les contamos, y ojalá le despierte sentimientos maravillosos.
Satisfecho
- ¿Usted es tierno, cariñoso?
- Me gustaría poder decir que sí, quiero creer que sí lo soy; pero la realidad es que voy poco a poco mejorando en ese aspecto, en el de querer a la gente, en el de estar atento a lo que necesitan quienes te rodean, en compartir todo ese amor que yo he recibido.
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- ¿Se emociona fácilmente en su vida cotidiana?
- Creo que los actores tenemos una relación especial con las emociones, empezando porque cuando vemos a alguien manifestar una gran emoción, no podemos dejar también de fijarnos en plan profesional para aprender, para poder tú después reproducirlas, hacerlas creíbles, convencer. Hay algo quirúrgico en nuestra relación con las emociones, las observamos y nos acercamos a ellas de un modo distinto, quizá contaminado por nuestro trabajo.
- ¿Satisfecho?
- Sí, suficientemente satisfecho, aunque tengo mis dudas, mis frustraciones, mis malos recuerdos, mis arrepentimientos; para empezar, estoy satisfecho de poder vivir de una profesión que amo.
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- ¿Qué le resultó curioso?
- Algo que me pasó el otro día, por ejemplo: estaba con unos amigos y les pregunté que, si dispusieran de una máquina para viajar en el tiempo, lo harían al pasado o al futuro. Yo estaba convencido de que todo el mundo querría viajar hacia atrás, pero todos me respondieron que hacia adelante.
- ¿En qué no ha fallado?
- Me educaron para trabajar, para ser una persona muy responsable en su trabajo, y el caso es que esa educación caló muy pronto en mí; siempre me ha gustado mucho trabajar en cualquier cosa. Antes de que me fuera bien en la profesión, trabajé en mil cosas. Cuando me marché a Nueva York, a ver si así me espabilaba [risas], cosa que logré para alegría de mi mamá, tampoco paré de trabajar; incluso participé en la demolición de una planta de las Torres Gemelas, que luego vi caer en el atentado y me quedé impactado. Digamos que el trabajo es el centro de mi vida. Yo soy un tipo solitario, no tengo hijos, no tengo grandes responsabilidades, y me centro en el trabajo. Me interesa todo, soy muy curioso, y estoy dispuesto a arriesgar en la vida; hay muchas cosas que merecen la pena, hay muchas experiencias por vivir, pero reconozco que mi profesión es para mí lo primero.
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El oficio de engañar
«Sé que puedo llegar a dar mucho miedo, pero no mato ni a una mosca, y espero no tener que hacerlo nunca»
- ¿Lo que más le incomoda?
- No soporto la violencia, no entiendo cómo podemos estar asistiendo en 2024 a la guerra de Ucrania, al horror en Gaza... La Humanidad somos una plaga, y no parece posible pensar en que vamos a poder liberarnos de ese ser violento que nos acompaña a cada uno de nosotros. Vivimos tan acelerados, tan entretenidos en tonterías, que parece que ya nos dan igual los estallidos de violencia, las muertes de inocentes...; son tiempos demasiado acelerados, superficiales...
- La política.
- El avance de la extrema derecha, lo digo con toda humildad y respeto, a mí me parece un claro retroceso; y, en general, esta política empeñada en dividirnos entre buenos y malos me parece lamentable. A mi edad, intento apartarme de todo este clima de enfrentamientos, pero es difícil conseguirlo, y terminas cabreándote o entristeciéndote. El caso, también lo pienso, es que hemos dejado de movilizarnos por cosas que merecerían nuestra movilización, nuestra implicación. Pero tanta abundancia de información, de desinformación y de estímulos invasivos de todo tipo termina funcionando como una anestesia que hace que nos den igual cosas que son inadmisibles.
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- Por cierto, ¿cómo va con sus molestias de próstata?
- Mejor, pero todavía con pruebas...; lo pasé mal cuando me falló y dejé de orinar...; tiene razón el médico, a mi edad estos pequeños problemas de salud hay que incorporarlos con la mayor naturalidad en el día a día. No hay que montar un drama cuando notas que empiezan los achaques, que la energía ya no es la misma, que no te levantas de la silla con la misma rapidez...; es un poco frustrante, pero es lo que hay. Además, para los que somos muy presumidos [ríe], creo que cuesta un poco más hacerse a la idea.
- ¿Sabe que logra dar mucho miedo cuando se lo propone?
- De eso se trata, porque mi negocio consiste, precisamente, en engañar tan bien a los demás que crean que tú puedes ser esa persona que les provoca terror. Sé que puedo llegar a dar mucho miedo, pero yo no mato ni a una mosca, y espero no tener que hacerlo.
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- Sigue de gira con su espectáculo 'Chungo', ¿cómo se está encontrado a la gente?
- Es arriesgada esta respuesta, pero le diría que noto una pequeña pátina de tristeza, una gran necesidad de reírse, de divertirse, un cansancio de toda esta violencia de las guerras y de la crispación. A mí me dan mucho las gracias porque se lo pasan muy bien durante hora y media.
Anestesiados
«Hemos dejado de movilizarnos por cosas que merecerían nuestra movilización, nuestra implicación»
- ¿Qué tenemos a favor como país?
- Puede sonar a topicazo, pero tenemos un idioma que hablan en el mundo millones de personas, y gracias al cual cada vez que viajo a Latinoamérica me siento como en casa. Y, también, creo que el español y la española somos divertidos. Recuerdo que mi madre siempre me preguntaba, después de volver de un viaje, si me había divertido [risas]. Ella le daba mucha importancia a eso, a divertirse, a disfrutar.
- ¿Echa en falta no haber tenido hijos?
- No sé bien...; a veces sí que me arrepiento de no haber sido padre, y me planteo que quizá he centrado demasiado mi vida en mi profesión, tanto que dejé pasar oportunidades... Sí, de vez en cuando pienso en ello, pero sin machacarme. También hay quienes me dicen que de menuda me he librado [ríe]. Siempre igual, somos una raza contradictoria, el que hace de malo quiere hacer de bueno, y así sucesivamente.
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