«Nada mejor que la dieta mediterránea para tener una microbiota sana»

– La ciencia de la microbiota es un campo al que la medicina se ha abierto hace relativamente poco. ¿Por qué tan tardía su investigación?

– Que las bacterias intestinales tienen un papel clave en nuestra salud se sabe desde hace mucho tiempo, lo que pasa es que es muy difícil estudiar a estos 'okupas' porque hasta hace poco se carecía de la tecnología precisa ya que la mayoría de estas bacterias son anaeróbicas (viven sin oxígeno), luego cuando las sacas se mueren, y por otra parte necesitan estar en contacto con otras bacterias para sobrevivir. En el año 2001, con el Proyecto Genoma Humano, se desarrollan muchas tecnologías y técnicas que permiten saber no tanto qué bacterias hay ahí, pero sí qué genes, y estos nos hablan de la función de las bacterias. Eso hace que se pueda estudiar la microbiota de forma mucho más fácil.

– La alimentación es la clave para mantener sana nuestra microbiota. ¿Qué alimentos y hábitos alimenticios son los más favorables?

– La alimentación es el factor clave para tener una microbiota diversa, estable y rica, las tres características que nos interesan para estar saludables. Lo que más les gusta a las bacterias es la fibra alimentaria, presente en alimentos que son la base de la pirámide de la alimentación mediterránea: legumbres, verduras, fruta, tubérculos, semillas, frutos secos... También les gustan los polifenoles, algunos aminoácidos, nutrientes y vitaminas, o los ácidos grasos. Luego para cuidar nuestra microbiota intestinal no hay nada mejor que seguir nuestra dieta mediterránea.

– También influye el estilo de vida; el deporte, una buena higiene de sueño y evitar el estrés continuado.

– Sí, las pautas de toda la vida son lo mejor. Y lo que es también muy bonito es el tema de las relaciones sociales; cada vez que nos damos un abrazo o un beso estamos intercambiando bacterias que enriquecen esas bacterias intestinales. Por el contrario, los antibióticos mal administrados son el enemigo número uno de esta microbiota.

– En su libro asegura que una microbiota sana nos hace más sanos y felices. ¿De qué modo influye en nuestra felicidad?

– Me refiero al eje intestino-cerebro. Durante algún tiempo se denominaba al intestino 'segundo cerebro' porque tiene muchas más neuronas que otras partes del sistema nervioso, lo que pasa es que esas neuronas no piensan pero sí sienten. Se ha visto en estudios que las personas con una microbiota desequilibrada tienen más riesgos de tener ansiedad y depresión.

– Las personas sanas compartimos un tercio de la composición de nuestra microbiota; el resto es una combinación única para cada uno. ¿Esto implicará tratamientos personalizados?

– Ahora es imposible, pero en un futuro seguramente se podrá analizar la composición de tu microbiota intestinal y proporcionar cápsulas de probióticos (bacterias vivas) para repoblarla en función de tus necesidades.

– Las dietas excesivamente restrictivas son incompatibles con una microbiota equilibrada.

– Estas dietas, a no ser que tengas un problema diagnosticado por un médico de carne y hueso, no el doctor Google, no se tienen que seguir. Si hemos dicho que cuanta más variedad de alimentos mejor para nuestra microbiota, imagina dietas como la Keto, que te quita casi todas las frutas. Esas bacterias que se alimentan de fruta están muriendo de hambre por lo que se alimentan de la mucosa del intestino, lo traspasan y se escapan por el organismo, y ahí empiezan los problemas.

– ¿Nos debemos fiar de los alimentos que se anuncian como probióticos?

– En eso hay mucho marketing y es uno de los motivos por los que escribí este libro junto con la Fundación Alicia. Probióticos, según la OMS, son aquellos productos que contienen bacterias vivas que, en una cantidad determinada, se ha probado científicamente que tienen un beneficio para la salud. ¿En qué casos hay evidencia científica de que funcionan? Por ejemplo para tratar la diarrea del viajero, la mastitis, los cólicos del lactante... Pero son pocos los casos en los que se ha podido demostrar que funcionan. Lo mejor es ir a los probióticos a través de los alimentos, que son nuestros fermentados tradicionales de toda la vida (quesos de pastor, pan con masa madre, chucruc, yogur, kéfir...).

– Lo que sí se ha demostrado es la relación de la microbiota con ciertas enfermedades (obesidad y algunos cánceres) e incluso con enfermedades mentales y neurológicas.

– Donde más evidencia científica hay es en las enfermedades intestinales inflamatorias, como una colitis ulcerosa, crohn, el síndrome del intestino irritable... y luego hay indicios de que juega un papel importante en cánceres como el de estómago, colon o hígado; en enfermedades metabólicas (obesidad, diabetes tipo 2), y en muchas enfermedades autoinmunes (asma en niños, lupus, alergias, piel atópica). Y con más pies de plomo, porque de momento solo se han hecho estudios en ratones, se puede decir que están relacionadas con las enfermedades mentales.

– ¿Se aplica los consejos de su libro y mima su microbiota?

– En el tema de la alimentación, sí, pero lo de dormir lo llevo fatal; el estrés, ni te cuento, y lo de hacer deporte, ni en mis sueños. Madre mía, y yo viviendo de esto... soy una farsante –nos comenta entre bromas Cristina Sáez, que acaba de ser madre de nuevo–.