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Leonardo Da Vinci fue un genio del diseño de armamento, y como tal se vendía a sus mecenas. Su enigmática 'Mona Lisa' retrata a Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo, un próspero traficante de esclavos. El comportamiento de la legendaria familia Médici fue parejo ... al de los gánsteres. Hoy veneramos a Leonardo por su arte y a los Médici por su mecenazgo, como emblemas de un período brillantísimo: el Renacimiento. Pero fue también «uno de los periodos más violentos y salvajes de la historia», con guerras políticas y religiosas, corrupción, abusos, pornografía y misoginia.
Así lo sostiene la historiadora británica Catherine Fletcher, autora de 'La belleza y el terror' (Taurus), un ensayo que muestra el muy siniestro envés de un periodo que moldeó la cultura occidental, con figuras como Miguel Ángel, Rafael o Maquiavelo, pero que fue «mucho más extraño, oscuro y fascinante de lo que nos han enseñado». Describe Fletcher así una historia alternativa que explica cómo muchos de los artistas y pensadores más célebres del Renacimiento surgieron de las luchas de poder y las cruentas guerras que jalonaron el siglo XVI.
«Ante 'La Gioconda' o 'La última cena' es fácil olvidar que Leonardo da Vinci ofreció sus servicios al Duque de Milán en una carta de diez puntos que en los nueve primeros habla de su ingenio para crear fortificaciones, armas, puentes y túneles secretos. Solo en el último punto dice ser además pintor, escultor y arquitecto en tiempos de paz», explica la historiadora y catedrática en la Universidad de Mánchester. «Leonardo sabía que esos ingenios militares eran su mejor fuente de ingresos», asegura Fletcher, que dedica un capítulo del libro a describir «la invención de la pornografía».
El motor del innovador ensayo de Fletcher se puso en marcha mientras contemplaba en galerías y museos las maravillas creadas en un período marcado por las guerras y una violencia extrema en Italia entre 1494 y 1559. «Ese maravilloso arte que vemos de forma abstracta surgió en zonas de guerra y pensé en contextualizarlo, en colocarlo en un mundo más real, y ver cómo sus creadores vivieron esos momentos», explica.
Destaca cómo el interés primordial de muchos artistas en tiempos bélicos era «promocionar y utilizar sus habilidades con otros propósitos». «Muchas de sus obras estaban relacionadas con imperios sostenidos en el comercio ilegal o de explotación de seres humanos, como la esclavitud o la prostitución». «El marido de la Mona Lisa, el Giocondo, tenía relaciones comerciales con Lisboa, Madeira y Canarias. Importaba pieles, pero también comerciaba con esclavos que llevaba a Florencia. Es un buen ejemplo de cómo ese lado oscuro del Renacimiento está oculto bajo sus luminosos logros artísticos», arguye Fletcher.
Una de esas familias enriquecidas y empoderadas con las guerras son los Médici, epicentro de intrigas y luchas de poder y en quienes la historiadora ve un comportamiento más 'gansteril' que mafioso. «No me gusta la comparación con la mafia, que es un estereotipo que los italianos han utilizado en exceso, pero es cierto que fue una familia tiránica que controlaba la República de Florencia como los gánsteres hicieron en algunas ciudades de Estados Unidos en el siglo XX», apunta. «Imponer su ley suponía violencia: controlar los fondos públicos, eliminar a los oponentes o exiliarlos, y, en ese sentido, podemos decir que sí, que son unos gánsteres», asegura.
A juicio de Fletcher, tenemos una percepción «incompleta» de lo acaecido en los siglos XV y XVI. «Lo contaron sus protagonistas, como Vasari, para glorificarse a sí mismos y sus grandes contribuciones al arte. Querían hacer propaganda a sus coetáneos y establecer la importancia y la brillantez de Italia, y de Florencia en particular», dice. Una historia reescrita en el siglo XIX de manera equívoca, «primando la luz sobre su oscuridad, dividiéndola en distintos silos en los que se encierra el arte, la guerra o la religión, sin conectar los discursos».
Tan es así, que Fletcher matiza el significado de Renacimiento. «Hay, en efecto, un fenómeno con aspectos que tratan un renacer de la cultura clásica de Grecia y Roma, pero hay otros en los que no encaja: el desarrollo de la industria bélica y las armas de fuego, de la impresión o la brújula, no son renacimientos, son nuevas tecnologías», detalla. «Prefiero hablar de una fase temprana moderna, pero el término Renacimiento se utiliza popularmente, así que tenemos que vivir con ello», se resigna.
Insiste Fletcher en el papel determinante que jugó la guerra en el desarrollo del aquella ambivalente época. «Generó grandes fortunas para los ganadores y quienes tenían éxito en el campo de batalla también tenían el dinero para financiar el arte y destacar en el campo cultural con los mejores artistas y palacios».
Cree que los conflictos bélicos influyen además en las obras cumbre. «Si miramos 'La Pietà' de Miguel Ángel vemos una madre doliente, como una figura bíblica, pero también vemos a esas madres que han perdido a hijos y maridos en la guerra. Podemos imaginar que el artista se inspira en un contexto triste, terrible y cercano».
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