Reviso un rotundo libro, 'Las ciudades invisibles' de Italo Calvino. En él se describen una serie de ciudades fantásticas que son contadas por el viajero Marco Polo al rey de los tártaros Kublai Kan. Existen diferentes categorías de ciudades, cada una de ellas con una ... descripción que hace referencia preferentemente a un tema: la muerte, el engaño, la duplicidad, el deseo, etc. En tan apasionante tarea estaba cuando al encender el televisor para ver las noticias —posiblemente pienses, querido lector, que para qué, si no dan más que disgustos, pero...— apareció un anuncio muchas veces repetido, como la mayoría de ellos, y como la mayoría insistiendo en la necesidad de «pasarlo bien, disfrutar y ser feliz», especialmente en verano. Esta publicidad lleva como lema 'Por los que se atreven', un claim dicen, o sea una afirmación, que trata de validar (o de captar, no lo veo tan claro) a las personas que «quieren ir un paso más allá, abrazar la vida con determinación y vivir experiencias inolvidables.»

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Me es preciso cuestionar cuál es el auténtico significado de «abrazar la vida con determinación» o «vivir experiencias inolvidables». No cabe duda de que atreverse a vivir, vivir con fortaleza frente a la adversidad y con honradez frente al devenir de los días cumple con esas afirmaciones y es digno de todos los elogios.Por el contrario, hacer creer que atreverse es arriesgar con una bebida, con una sustancia, con un deporte peligroso; con un cambio de look, de parejas, de móvil, de casa, de coche o de lugares de vacaciones por encima de las propias posibilidades supone estar ante la búsqueda del cambio por el cambio, de la opinión voluble y caprichosa (lo que antes me encantaba ahora no porque no).

Pienso en lo realmente variables, antojadizos o inconstantes que somos los seres humanos. Cuando hace calor, anhelamos el frío; cuando vamos al mar hubiera sido mejor la montaña; si antes bebía o comía tal cosa ahora ya no es mi preferida,... Esto en sí está bien, hay que cambiar, conviene moverse, probar cosas diferentes para poder opinar. El problema estriba en que las personas seamos tan volubles, no objetivas y fáciles de influenciar en nuestros pensamientos, opiniones e incluso acciones. Y que seamos manejados de cualquier modo, ya sea por las opiniones de los demás, por los medios de comunicación, las ofertas televisivas o por los gurús de la felicidad.

Así que después de todo, Italo Calvino y las secuencias de anuncios incitándonos a mudar de aires, a aparentar o simular ser otro, no están tan alejados. Calvino describe, por ejemplo, la ciudad de Moriana, bella y deslumbrante por fuera, mientras que en su interior es triste, fea y cargada de problemas y dificultades rutinarias. Tal vez, por ello, nos avisa en el libro: «No hay lenguaje sin engaño».

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