Sí, les entiendo, es impropio de mí usar ese lenguaje ordinario y sexista, ya saben, no es mío.

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Es de un aciago 23 de febrero, gritado por un golpista allí por 1981. No vengo a hablar de ello. Por lo que vimos, la orden, a ... punta de disparo, hizo echarse al suelo a los diputados, excepto a uno. Bien, yo vengo, armada de razones, necesidad y urgencia para decirles encarecidamente: ¡No se sienten, no se agachen, no cierren los ojos! ¡Se levanten, ya!

¡Se levanten, ya! Actúen con inteligencia, actúen por su propio bien, actúen con sentido común, porque sus hijos, nuestros niños y jóvenes están en peligro.

Están en peligro porque creemos que ser modernos es lo guay y nos comportamos como colegas —de muestra, el anuncio del padre bailongo para su tik-tok, comiéndose un dulce de la hija y tratándose de coleguillas—. Están en peligro porque nuestro «ya lo haré», nuestras cervezas después del trabajo, los gustos musicales, cinematográficos, el ocio, las fiestas, incluso nuestras «imprescindibles largas» siestas no tienen en cuenta las emergencias de cuidados personales, de conversación, de música, de pelis, de tablets, de paseos, deporte u ocio de nuestros hijos.

No estoy diciendo que sólo haya que atender a sus menesteres, no hablo de sobreprotección, hablo de esfuerzo.

Porque ser padre, madre, requiere esfuerzo, requiere priorizar las necesidades saludables y emocionales de los hijos. Requiere que les enseñemos a comportarse, a regularse, a querer, a responsabilizarse. Sí, es duro conciliar nuestros gustos y necesidades de adultos con las infantiles. Sí, estamos cansados; sí, trabajamos demasiado, generalmente por pura necesidad.

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Pero no, los padres no son los móviles o las pantallas donde, sin supervisión ni diálogo, ellos asumen comportamientos violentos, sexuales, machistas, de manada, que no son la verdadera educación afectivo-sexual. O se amparan en «grupos anónimos de amigos» y actúan molestando, acosando, o siguiendo retos suicidas. A veces sufren, no encuentran su lugar, no tienen dónde expresar sus sentimientos, están solos.

Ciertamente no basta con que en una familia se eduque lo más correctamente posible si alrededor las demás no lo hacen; si las canciones, las modas, el cine, los anuncios cosifican a las mujeres, y rompen las infancias enseñándoles composturas inadecuadas, anticipando comportamientos adolescentes de niños y niñas incluso de 6 años.

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¡Se levanten, ya! Denunciemos las publicidades, las políticas que pasan de soslayo por la salud mental y la educación integral. Se trabaja mucho en los centros educativos, pero sin acciones preventivas, sin formar adecuadamente al profesorado y especialmente a las familias, sin actuar conjuntamente, no es suficiente.

Observen, hablen, lean, sean empáticos con las necesidades y sentimientos de sus hijos y de las personas, sean congruentes en sus comportamientos. Esfuércense, esforcémonos. No habrá un mundo mejor por cuidar sólo los ecosistemas, lo habrá por cuidar la educación integral de nuestros niños y jóvenes.

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¡Se levanten, ya!

¡Actuemos ya!

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