El caso es que tomamos un tren en el aeropuerto de Adolfo Suárez, hacia la terminal donde coger el avión rumbo a México. Allí en un rinconcito había varios chiquillos con sus progenitores. Entonces una de las niñas que tendría unos ocho o nueve años ... preguntó:

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— ¿Cuál es el transporte más seguro?

Los adultos se miraron. Los pequeños lanzaron sus respuestas: el coche, el avión, por supuesto... Hasta que alguien que observaba la escena contestó:

— El sofá, sin duda.

Los ojos de la pequeña y los del señor que había hablado se miraron y se entendieron. Y ella, como si descubriera algo insólito replicó:

— O la cama. Porque el medio más seguro de viajar es el libro. Lo puedes leer en la cama, en el sofá, el sillón y viajas a todas partes sin peligro.

No sé cuánto de pasión literaria o de 'frase hecha' había en aquella contestación. Pudiese ser lo primero ya que inmediatamente se pusieron a hablar de 'sus libros'. Lo que sí sé es que siempre me emociona que los pequeños crean en el poder de las historias que contienen los libros y por ende en la lectura.

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De manos repletas de lecturas, de sonrisas ante los stands, de la búsqueda de títulos y de autores para 'platicar' se llenó los días 5 y 6 de diciembre la Feria Internacional de Guadalajara, México, la más importante de habla hispana. Unos días destinados a las visitas de los centros educativos desde colegios de primaria, secundaria y bachilleres a universitarios que también acudían con su profesorado. Y tanto de Guadalajara como de ciudades circundantes, bien que los trayectos son muy largos y el tráfico muy denso.

De aplausos y tremendamente ilusionante para mí fue asistir al espacio 'Mil jóvenes con...', y comprobar el interés de los bachilleres por la poesía, en este caso con García Montero, y cómo se le acercaban posteriormente para presentarle sus trabajos y sus ilusiones.

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El caso, os digo como comencé, es que regreso cargada de experiencias gratificantes: pasear por la macro Feria Infantil, dentro de la FIL, donde los más pequeños disfrutaban rebuscando sus títulos favoritos, descubriendo otros y con múltiples actividades; leer y 'platicar' con editores, autores, con lectores adultos, niños, jóvenes, personas con discapacidad intelectual y universitarios; reencontrar, saludar y escuchar a grandes autores; la unión y complicidad que logramos entre los escritores de diversas nacionalidades que allí acudimos.

Regreso sabiendo que mientras haya interés en la lectura hay futuro; que lo que nos acerca es mucho más que lo que nos separa. Vuelvo con renovadas ganas de escribir y de seguir formando parte de la magia de los 43 mil metros cuadrados de área de exposición, y de las más de dos mil casas editoriales donde encontrar, como dijo Cervantes, ese lugar de un libro donde «hay una frase esperándonos para darle un sentido a la existencia».

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