Lo que tiene la curiosidad de los niños es que preguntan sin avisar y generalmente cuestiones interesantes y oportunas a la ocasión. El caso es que estábamos poniendo los adornos navideños y el pequeño de siete años mirando fijamente las figuras inquirió:
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–Pero, ¿quién ... inventó el belén?
Recordaba haberlo leído y, lo más resumido posible, le conté que la tradición parte de 1223 cuando Francisco de Asís llegó a un pueblo de Italia. Allí, celebró la misa de Navidad en una cueva y recreó con personas, un pesebre, paja, un buey y una mula el nacimiento de Belén. Se piensa que Francisco de Asís fue el inventor del belén.
Rápidamente busco un papel y se dispuso a demostrar que sabía restar.
–¡Hace 801 años que se inventó el belén!, exclamó.
–Sí, aunque tengo que contarte que el año pasado se descubrió en Pompeya (y aclaramos dónde estaba la ciudad y lo relativo a ella) trece estatuas de barro que, según los expertos, pueden compararse con los belenes navideños actuales.
–O sea que hace muchísimos años. Pero si eso era en Italia ¿cómo está en España?, quiso saber el niño.
–Eso fue por los reyes Carlos III y María Amalia que trajeron esa tradición hacia 1800 desde Italia, concretamente de Nápoles. Y construyeron en su palacio una sala exclusivamente para montar el belén, Belén del Príncipe, lo llamaron. Después esa costumbre de representar el nacimiento con figuras se extendió por las casa y hasta hoy.
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El muchachito rehízo sus cuentas. Si bien di por concluido el tema, el interrogatorio no había hecho nada más que empezar. Que si por qué tantos años. Por qué ponemos tantas figuritas. Quién inventó el árbol de Navidad. Por qué en unas casas ponen solo una cosa.
Si es mejor poner las dos,...
Reconozco que esas cuestiones de los elementos navideños, para algunos incompatibles por razones de creencias, tendencias o incluso de modas, me hizo volver a mis propias disquisiciones: ¿Ocurrirá en algún tiempo y lugar que respetar y convivir con ideas y tendencias diferentes sea tan cotidiano como respirar?
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¿Se instalará la congruencia entre las acciones y las palabras de los políticos y de las personas en general? ¿Pararan las balas no una noche sino para todos los días y sus noches? ¿El cuidado y educación de los niños se convertirá en una labor primordial para la sociedad, es decir, para todos y cada uno de nosotros? ¿Es la Navidad un mero escaparate de tradiciones y buenos deseos o es un momento de reflexión y de esfuerzo por hacerlos realidad?
De momento vayan mis mejores deseos para todos vosotros. En estos días donde brindamos y reímos con profusión anhelo que sigamos manteniendo vivo el espíritu navideño y nos planteemos el presupuesto del escritor y mago Robert Orben: «Si podéis reír juntos, podéis trabajar juntos». ¡Muy Felices Fiestas!
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