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Don y Mimi Galvin encarnaban el sueño americano. Hijos de la Gran Depresión, conocieron el horror de la II Guerra Mundial. Jóvenes, sanos, guapos, listos, ambiciosos y soñadores, se casaron buscado una familia feliz y numerosa. En 1945 nacía Donald, el primero de los doce ... hijos –diez varones y dos chicas– que la pareja tendría a lo largo de dos décadas. Pero su sueño se tornó en pesadilla. Seis de su vástagos sufrieron esquizofrenia. Su idílico domicilio familiar era una casa de los horrores, con abusos sexuales, violencia salvaje, mentiras y alucinaciones.
Una rareza genética y un espantoso drama familiar que Robert Kolker (Baltimore, 53 años) recrea en 'Los chicos de Hidden Valley Road' (Sexto Piso), libro que se devora, que encabezó la lista del New York Times y que llega ahora al lector español. La maldición de los Galvin mereció la atención de los especialistas, pero el matrimonio se empeñó en mantener una impoluta imagen de familia modélica y feliz cuando en su vida primaban la desdicha, el horror y los secretos más abominables.
Don era un carismático militar de las Fuerzas Aéreas y la atractiva Mimi, siempre risueña, procedía de una acomodada familia de Texas. Criaron a sus doce hijos rodeados de naturaleza salvaje en Colorado Springs. La madre les enseñó arte y música y el padre les inculcó su afición por la cetrería. Varios fueron excelentes deportistas. Mimi cosía la ropa de los niños y Don fue nombrado Padre del Año en su ciudad en 1965.
Todo se torció cuando el primogénito hizo añicos una vajilla sin motivo aparente. En la universidad saltó a una hoguera y sufrió graves quemaduras. En otra ocasión mató a un gato «lenta y dolorosamente», según sus propias palabras. Donald explicó que «algo iba mal» en su cabeza, pero sus padres se negaban a admitir algo anormal en la familia. Pero como fichas de dominó, otros cinco hermanos, Jim, Peter, Matt, Brian y Joe, mostraron perturbadores síntomas de esquizofrenia. Los hermanos sanos se preguntaban cuánto tardarían en caer.
Kolter desvela que varios de ellos sufrieron abusos sexuales. Para Margaret y Mary, las pequeñas, el abusador estaba en casa: su hermano Jim. La violencia anidaba en la familia. Los mayores azuzaban a los pequeños a pelearse entre ellos con la connivencia de los padres, en vez de luchar contra sus demonios: voces, alucinaciones y delirios. Uno de los hermanos enfermos, Brian, mató a su pareja y se suicidó. Otros dos murieron a causa de los efectos secundarios de la medicación. Ambos se quejaron de fuertes dolores en el pecho, pero los médicos creyeron que se trataban de alucinaciones.
En su larga investigación para el libro, Kolter entrevistó a miembros de la familia, vecinos, amigos, familiares, profesores y médicos de los desdichados Galvin. Su infierno fue la piedra angular de la investigación de Instituto Nacional de Salud Mental de EE UU sobre el componente genético de la esquizofrenia gracias a la experta Lynn DeLisi.
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