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E. ESPINOSA
Domingo, 10 de septiembre 2017, 17:37
Alejandro Pelayo, la mitad de Marlango, ha comentado en alguna ocasión que su compañera Leonor Watling siempre ve algo positivo en los sitios donde él encuentra decenas de complicaciones antes de dar un concierto. «Es como si todo el rato Leonor estuviera buscando su lugar ... en el mundo. Y siempre se compraría una casa en todos esos lugares».
Ayer, en el Würth, sólo hubo una complicación pero se antojaba insalvable: el frío viento que campaba a sus anchas en el polígono de Agoncillo. Contra todo pronóstico, Marlango consiguió templar al público y calentar el ambiente hasta llegar a servir un delicioso un fin de fiesta en el museo. Leonor encontró su sitio; no sabemos si su casa.
Leonor Watling y Alejandro Pelayo, quienes a menudo actúan mano a mano y con esa dosis de improvisación que permite el tú a tú, se arroparon ayer de una banda para este especial concierto celebrado junto al nuevo almacén con el que el Grupo Würth ha ampliado sus instalaciones de Agoncillo. En el jardín contiguo se instaló el escenario y, a su alrededor, los cerca de 1.400 visitantes que acudieron a la celebración, y que previamente pudieron disfrutar (no todos) de la instalación diseñada por Marco Barotti y Marco Canevacci como regalo de cumpleaños del museo.
La posterior cita con Marlango atrajo a numerosas familias con niños y, por tanto, con mantas infantiles de las que hicieron buen uso durante toda la actuación.
Leonor Watling se presentó enfundada en negro y con 'Puede', tema de su último álbum ('El Porvenir') y 'Todo es tan importante' (de 'Un día extraordinario') para abrir boca. El frío, sin embargo, no daba tregua, y la propia artista tuvo que reconocer que «si esto fuera 'Juego de Tronos' yo quisiera estar aquí viviendo porque sois muy recios, y además con los niños por aquí corriendo».
Pero tras un par de canciones en inglés, empezó a cambiar el norte. Plantó una sensual versión de 'Semilla negra' de Radio Futura y el calor comenzó a brotar tímidamente. Luego llegarían más temas propios como 'Dame la razón' o 'De madrugada', otras versiones y registros, incluso tangos o ese 'Pena, penita, pena' que -como dijo la actriz- «debería ser el himno de un país, no sé de qué país».
Tampoco faltó la apropiadísima 'Escuela de calor' ni una bufanda para proteger la voz de la artista. La noche tomó temperatura y el público también gracias a esa complicidad entre Leonor y Alejandro que les permite tocar la tecla adecuada en el momento preciso. A quienes ayer se pasaron por el Würth también les tocaron el corazón.
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