Lorca y los títeres de cachiporra arman en el Bretón el 'Retablillo de don Cristóbal'

Y a cachiporrazos, precisamente, la emprenderá sobre el escenario el adinerado don Cristóbal contra doña Rosita y su madre en esta farsa de Lorca, cuando su mujer asegure que son de él los cinco hijos que ha ido concibiendo con sus diferentes amantes.

La obra, ideada y dirigida por Ana Zamora como colofón a su trabajo de investigación en la Real Academia de España en Roma, está interpretada por Eduardo Mayo, Verónica Morejón e Isabel Zamora, actores que con singular pericia se meten en la piel de los numerosos personajes y muñecos del drama prestándoles su voz y su presencia física. La compañía, además, ha querido dedicar este montaje a la memoria de Julio Michel, titiritero, maestro y amigo que dignificó las artes de la marioneta en España.

En el 'Retablillo de don Cristóbal' abundan los elementos folclóricos como romanzas, canciones, chascarrillos, refranes y recitativos, los mismos de los que Federico García Lorca se servía para incorporar a sus obras esa veta de lo popular.

Destaca entre ellos la música, en este caso –y en todos los trabajos previos de Nao d'amores– en directo, jugando un papel primordial en el espectáculo. Su repertorio abarca temas y canciones desde el siglo XVII hasta la mitad del siglo XX, y su selección ha corrido a cargo de Alicia Lázaro, quien aporta un documento extraordinario que hasta ahora no aparecía reflejado en la historiografía del teatro de títeres. Se trata de una seguidilla de Luis Missón fechada en 1762, 'Seguidillas nuevas de Purchinela', con la que se abre y cierra el espectáculo.

Sobre el escenario, apenas una una pianola y un teatrillo de guiñol de morfología cambiante componen su modesta escenografía, donde los personajes del drama, tanto muñecos como actores de carne y hueso, se cruzan, corretean y juegan al escondite mientras dirimen sus cuitas y querellas amorosas. Por allí desfilan Fígaro, el barbero sabelotodo; el cascarrabias don Cristóbal; su esposa, Rosita; la madre de esta última y un antiguo novio, Currito.

Si Lorca se empeñó en integrar los títeres de cachiporra en el gran teatro de su tiempo, ahora Nao d'amores recupera el género para celebrar su veinte aniversario e invitarnos a reflexionar sobre el milenario arte del teatro de muñecos, «que condensa la mirada crítica, satírica y popular que tanto necesita nuestra escena contemporánea», apunta Zamora.