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jonás sainz
Lunes, 29 de marzo 2021, 19:08
Recuperar palabras de Federico García Lorca, incluso las más perdidas, es como encender una luz. Ediciones del 4 de Agosto acaba de publicar el poemario 'Tierra y luna', «rescatando por primera vez el proyecto tal y como lo ideó» el propio autor de 'Poeta en ... Nueva York', según Hilario Jiménez Gómez, responsable de la recuperación y edición de la obra. La editorial riojana, con la colaboración de la Fundación San Millán, la ha publicado junto con la conferencia-recital con que Lorca presentaba y comentaba los poemas de su estancia en la ciudad estadounidense, cuya edición no llegó hasta 1940, cuatro años después de su asesinato.
'Tierra y luna' recupera el conjunto original de diecisiete poemas, los más dispersos por otras de las obras del poeta granadino, en los que «se desdobla en una meditación radical y trágica sobre la propia identidad».
«Corresponde a una fase de la compleja y a veces contradictoria elaboración de 'Poeta en Nueva York' –señala el profesor e investigador extremeño Jiménez Gómez–; cuando García Lorca se decide a fusionar ambos libros rompió esa primera separación lógica entre poemas lineales y descriptivos frente a otros de naturaleza más intimista que se había planteado. Por eso publicar este libro por primera vez, ochenta y siete años después, tal y como lo había concebido Federico al final de su vida es iluminar completamente uno de los conjuntos poéticos más ambiciosos y trascendentales de la literatura universal».
Me quedo con el transparente hombrecillo
que come los huevos de la golondrina.
Me quedo con el niño desnudo
que pisotean los borrachos de Brooklyn.
Con las criaturas mudas que pasan bajo los arcos.
Con el arroyo de venas ansioso de abrir sus manecitas.
Tierra tan sólo. Tierra.
Tierra para los manteles estremecidos,
para la pupila viciosa de nube,
para las heridas recientes y el húmedo pensamiento.
Tierra para todo lo que huye de la tierra.
No es la ceniza en vilo de las cosas quemadas
ni los muertos que mueven sus lenguas bajo los árboles.
Es la tierra desnuda que bala por el cielo
y deja atrás los grupos ligeros de ballenas.
[...]
Pero entonces bajó la luna despeñada por las escaleras
poniendo las ciudades de hule celeste y talco sensitivo,
llenando de pies de mármol la llanura sin recodos
y olvidando bajo las sillas diminutas carcajadas de
algodón.
[...]
Es Tierra ¡Dios mío! Tierra lo que vengo buscando.
Embozo de horizonte, latido y sepultura.
Es dolor que se acaba y amor que se consume.
Torre de sangre abierta con las manos quemadas.
Pero la luna subía y bajaba las escaleras,
repartiendo lentejas desangradas en los ojos,
dando escobazos de plata a los niños de los muelles
y borrando mi apariencia por el término del aire.
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