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No fue fácil verle llegar hasta la capital aragonesa; pero llegó el día y la hora. La de poner fin a la temporada que ya van 23 para Diego Urdiales. Esta vez en Zaragoza ha sido su último gran esfuerzo en busca de llenar el ... alma para despojarse del vestido y transitar por los meses fríos. El camino por el que este año ha circulado Urdiales ha sido rocoso, áspero; le hemos visto caer, sufrir, reponerse y venirse arriba. El esfuerzo ha sido mayúsculo; titánico en los primeros compases del año. In crescendo ha ido su periplo como la faena que obró a su segundo de Juan Pedro en la tarde de este viernes, un toro que fue repetidor y exigente y al que tuvo que lidiar con firmeza en el toque y dureza en el mando. Faena torerísima, cumbre, de precisión a la hora de calibrar los tiempos y de dominar los terrenos. Muy inteligente. Hubo pasajes que resultaron fogonazos que viajaron directos al pecho.
Plaza de toros de Zaragoza. Feria del Pilar. Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq. Lleno de «no hay billetes».
Morante de la Puebla: de grana y oro. Dos pinchazos, estocada caída, descabello (silencio); estocada tendida (oreja).
Diego Urdiales: de soraya y oro. Estocada caída (silencio); pinchazo, aviso, estocada (oreja).
Alejandro Talavante: de rosa palo y oro. Medio bajonazo, dos descabellos (silencio); estocada caída (silencio).
Con el capote se había lucido a la verónica y el galleo por chicuelinas vino a confirmarnos que Urdiales estaba arrebatado. Bravo. Tuvo que perderle siempre pasos al toro tras cada muletazo porque el animal quería ir tan cosido a la muleta que cuando terminaba el viaje no se desplazaba más y se revolvía, pero ahí estaba Diego para imponerse. Una serie por el derecho fue la gloria y broche a una faena torerísima en la que también brilló al natural muletazo a muletazo, lentísimos, enroscados y con un empaque excelso. El pinchazo previo a la estocada dolió, pero Urdiales paseó la oreja sonriente. Su primero quiso más de lo que pudo. El Juampedro pedía distancias y cuando llegaba al embroque perdía las manos. Trató Diego de sostenerlo a media altura para hacerle faena porque clase tenía, pero se vació pronto y se quedó sin fuerza. La tarde la compartió con Morante que anduvo inspirado en su segundo y al que le armó una gran obra, y Talavante, que no logró acople. El fin de fiesta fue gozoso, perfecto para saludar al invierno.
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