August Landmesser, de brazos cruzados durante una visita de Hitler a los astilleros de Hamburgo. arastiralim.net

Guillermo Altares

Periodista y escritor
«Nunca han faltado personas para llevar a cabo un genocidio»

El autor demuestra en el libro 'Los silencios de la libertad' que los totalitarismos se sostienen con el apoyo y la anuencia cómplice de mucha gente

Lunes, 24 de abril 2023

En un bosque de brazos que hacen el saludo fascista, destaca la imagen de un hombre de brazos cruzados. La foto, tomada en los astilleros de Hamburgo en 1936 durante una visita de Hitler, ilustra la rebeldía de August Landmesser frente a la obediencia ciega ... del resto de trabajadores. Landmesser fue expulsado del partido nazi por estar unido con la judía Irma Eckler, con la que no pudo casarse a causa de las leyes de Nuremberg que velaban por la pureza racial. Como se negó a romper con su mujer, fue enviado tres años a un campo de concentración, mientras que Irma fue asesinada en el Holocausto.

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Landmesser fue un insumiso ante el horror nazi, pero ¿cuántos hicieron lo mismo? Después de escribir 'Los silencios de la libertad' (Tusquets), el periodista y escritor Guillermo Altares está convencido que no hay tiranía sin secuaces. «Nunca han faltado personas para llevar a cabo un genocidio. Lo que nos demuestra la historia es que en las grandes matanzas participan muchísimas personas, unas miran para otro lado y muy pocas tienen un comportamiento heroico. Cualquiera de nosotros, en ciertas circunstancias, quizás atenazados por el miedo, podemos actuar de una manera terrible», asegura Altares.

Es preciso recordar que los nazis obtuvieron magníficos resultados en las urnas. No en balde, los fascismos alemán e italiano triunfaron gracias al inestimable apoyo de las clases medias y trabajadoras. «Mucho voto comunista acabó yendo a Hitler. Cuando llegó al poder, el partido nazi era el que más había crecido en las elecciones».

La oposición al nazismo era minoritaria. Los llamados «Justos entre las Naciones», aquellos que como Paul Grüninger, comandante de la policía en la frontera Suiza, abrió la puerta a los refugiados judíos que llegaban desde Austria, anexionada en marzo de 1938 por el Tercer Reich, son una fracción exigua. También merece ese título de «justo» el diplomático Ángel Sanz Briz, un Oskar Schindler español que arriesgó su vida y su carrera por ayudar a los perseguidos de la comunidad hebrea en Hungría.

Si en 'Una lección olvidada' el escritor pintaba un friso de Europa y alertaba de la fragilidad de las conquistas culturales, en su nuevo ensayo explora las veces en que la democracia ha estado en peligro en Europa, desde la Atenas de Pericles a la Rusia de Putin. Un denominador común en todas los fracasos de la libertad es la rapidez con que se precipitan los acontecimientos. Altares recrea algunos fenómenos que suelen pasar inadvertidos para muchos ciudadanos, como los millones de trabajadores esclavos que mantuvieron en pie la Europa ocupada por los alemanes y la preocupación de la Gestapo por que estallara una insurrección protagonizada por ellos.

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Gueto de Varsovia

Al principio de su creación, los líderes del Estado de Israel sintieron cierta vergüenza al constatar que millones de judíos fueran masacrados sin resistirse. Es una cuestión que ha hecho correr mucha tinta y que Altares cree que obedece a que la maquinaria para imponer el horror era tan perfecta que hacía casi imposible cualquier sublevación. «En Treblinka hubo una revuelta y en el gueto de Varsovia también, pero el mecanismo de terror de los nazis era tan brutal y espeluznante que era imposible rebelarse. La resistencia en Francia fue minoritaria. Yugoslavia fue el único país que donde hubo una guerra civil dentro de la Segunda Guerra Mundial».

En todo exterminio, desde la matanza de san Bartolomé de los hugonotes, en 1572, hasta las dictaduras comunistas en la Europa del Este, ha campado a sus anchas la delación. «Las dictaduras usan enormes sistemas de delación, como la Stasi en la RDA o la Securitate en Rumania. Otra cosa es por qué se delata, que es una cuestión muy compleja. Hay que ponerse en la piel de que capturan y amenazan con matar a sus hijos si no colabora para entender que sucumba al chivatazo».

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Torturadas, rapadas y violadas, las mujeres son siempre víctimas de la barbarie en las guerras. A Altares le sobrecogió la imagen de Simone Touseau, inmortalizada por el fotógrafo Robert Capa cuando fue sometida al escarnio público: su cabeza fue rasurada y su frente macada con un hierro candente por haber mantenido relaciones sexuales con un militar alemán durante los años de ocupación. Desfiló humillada por la calles de Chartres con su bebé en brazos en medio de una turbamulta que la acosaba fieramente. «En las guerras las cosas nunca son claras, es difícil establecer quiénes son los buenos y los malos».

Cartel de Stalin para exaltar la hermandad entre las clases trabajadoras. Tate Modern

Piensa Altares que Putin debería habérselo pensado dos veces antes de invadir Ucrania. «Si analizamos la historia, la mayoría de las invasiones han salido fatal. Al final, los invasores han tenido que rendirse y marcharse. Lo que está haciendo Putin no es nada fácil. Es difícil que le salga bien porque Ucrania cuenta con la ayuda sensata de Europa». En todo caso, según el escritor, lo que está en cuestión ahora es qué significa ser pacifista. «¿Se puede ser pacifista ante un régimen brutal y expansionista como Rusia? Resulta muy difícil. Las democracias tienen derecho a defenderse».

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Líderes providenciales

¿Qué circunstancias son propicias para la instauración de dictaduras? No hay duda de que el miedo instilado con machaconería a la población favorece la aparición de líderes, carismáticos o no, que se presentan como salvadores. Algo de lo que ya alertaba Primo Levi cuando dijo que desconfiáramos de los dirigentes provinciales. «Hay dictaduras que se han impuesto a través del terror y la crueldad, como ocurrió en la Unión Soviética. Lenin vio claro. En otras ocasiones, sociedades libres y democráticas terminan pactando con el diablo», arguye el autor de 'Los silencios de la libertad'.

Guillermo Altares es un firme defensor de Transición y aduce que el proceso sigue siendo ejemplar. A su juicio, se hizo lo que se pudo en aquel momento, aunque no se llegara a juzgar a los criminales de guerra. «Se evitó una guerra civil, se creó una democracia en la que seguimos viviendo casi cincuenta años después, que se dice pronto. En ese momento habría sido muy difícil que los vencedores de la guerra hubiesen aceptados una persecución de los criminales del pasado».

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Si por él fuera, abandonaría el Valle de los Caídos a su suerte y dejaría que la naturaleza y el paso del tiempo acabaran engullendo la obra faraónica que Franco ordenó levantar. No comprende la oposición férrea de la derecha a desenterrar a los asesinados por el bando nacional para conceder a las víctimas una sepultura digna. También le subleva la indolencia de los gobiernos por no haber reclutado a los antropólogos forenses que hagan falta para recuperar los cadáveres de las fosas comunes. «¿Cuánto dinero nos costaría? ¿Diez millones, quince millones de euros? Es algo que hay que hacer porque los hijos de las víctimas se van muriendo».

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