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Ellos se llevaron la fama y ellas cardaron la lana. Ellos acumularon la gloria y ellas se quedaron con el silencio. Cervantes, Quevedo, Garcilaso y compañía fueron genios que acapararon la inmortalidad. Sus coetáneas estaban condenadas a la condición de iletradas por el patriarcado. A ... no ser que fueran monjas. El 80% de las mujeres que en los siglos XVI y XVII escribían se encerraron en los conventos para ser libres y disponer de una «habitación propia», como Virginia Woolf. Era la única manera de tener acceso a la cultura y disponer de una biblioteca. La exposición 'Tan sabia como valerosa. Mujeres y escritura en los Siglos de Oro', que se muestra en el Instituto Cervantes hasta el 24 de mayo, trata de recuperar su legado.
Salvo contados nombres que gozan de reconocimiento universal como Teresa de Jesús o Sor Juana Inés de la Cruz, hubo un buen número de mujeres que alumbraron manuscritos sin que nadie les hiciera ni caso. María de Zayas, Ana Caro de Mallén o Catalina de Erauso, entre otras, son autoras de fuste y protagonistas además de vidas apasionantes.
Fascinantes son las andanzas de Catalina de Erauso (1592-1650), 'la Monja Alférez', que se enroló en el ejército español disfrazada de hombre. Hoy sería un antecedente remoto de identidad transgénero o de eso que ahora se llama «sexo fluido», en palabras de la comisaria de la muestra, Ana Rodríguez. Criada en un convento del que huyó, Catalina de Erauso mantuvo una vida errante hasta embarcarse hacia América, siempre vistiendo calzas. A punto de que se descubriera su secreto, no tuvo más remedio que contraer matrimonio con una dama. Ello no fue óbice para que le pusiera los cuernos con otras amantes. Tras muchos lances y aventuras, es arrestada en Perú a causa de una pendencia y para evitar el ajusticiamiento confiesa que es mujer y virgen. De regreso a España pidió el pago de sus servicios como soldado que respondía al nombre de «Alonso Díaz de Guzmán». El papa Urbano VIII la perdonó por su castidad, entendida esta de una manera un tanto laxa. De Erauso conciliaba las armas y las letras, pues escribió una autobiografía que no se publicó hasta 1829.
Santa de Teresa de Jesús, víctima de la Inquisición y la censura, reformadora de la orden carmelita y maestra de literatura mística, fue tachada escritora «mediocre» solo por la sencillez y didactismo de sus escritos. Su vida la plasmó en una serie Josefina Molina, con una Concha Velasco soberbia. Lo mismo hizo con menor fortuna Ray Lóriga, quien presentó a la santa de una manera tan carnal y erótica que indignó a los obispos.
María Zayas se anticipó a su tiempo al denunciar la dignidad de la mujer. En sus novelas refleja casos de maltrato y feminicidios, lo que Ana Rodríguez, profesora de literatura del Siglo de Oro en la Universidad de Iowa (Estados Unidos), interpreta como una pionera del 'Me Too'. Como no podían tildarla de mala escritora, a Zayas la llamaban fea, cosa que se repite en estos tiempos. Retrataba en sus creaciones situaciones horripilantes: mujeres emparedadas vivas por la sola sospecha de haber infringido el orden sexual. Violaciones, asesinatos por honor, encerramientos forzosos, matrimonios concertados por los padres son otros de los dramas que novela Zayas.
Rodríguez daría lo que fuera por que llevaran al cine el relato del viaje de unas monjas capuchinas que pusieron rumbo a Lima para fundar un convento. El relato es la crónica de una colonización escrita por mujeres, una de las cuales confiesa afligida sufrir cáncer en un pecho.
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