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Al otro lado del teléfono asoma un joven con gafas grandes y un pendiente dentro del lóbulo de su oreja izquierda que se mueve nervioso por una casa. Responde a la llamada el periodista Pablo Trincia: «Darío, ¿cómo estas? Sí, perfecto, en cuanto vuelva a ... Italia, nos vemos». La llamada parece la de dos amigos cualquiera, pero las apariencias, aquí también, engañan. Darío es el 'niño cero' de uno de los sucesos más escabrosos en la historia de Italia y Trincia, el reportero que desveló todos los secretos del caso en un podcast y ahora en un libro titulado 'Veneno. También los niños saben mentir' que acaba de publicar en España la editorial Ariel.
A mediados de los años 90, el infierno pareció haberse instalado en la región italiana de Emilia-Romaña, donde quince niños declararon que varios adultos, muchos de ellos familiares suyos, los violaban de las formas más abyectas, con barras de hierro, papeles de lija y punzones. O que los obligaban a sujetar herraduras ardientes, o en el colmo de la degradación, a apuñalar a otros niños. Todos estos crímenes los cometía una especie de secta pedófila satánica que estaba liderada, además, por un sacerdote que antes se había dedicado a ayudar a los pobres. Hubo cinco juicios con condenas de hasta trece años, cuatro personas murieron durante el proceso, una se suicidó y 16 menores fueron alejados de sus familias. Todo sonaba verosímil, pero en realidad, todo era mentira.
El exceso de celo de psicólogos, médicos y policías novatos, el miedo que habían sembrado pederastas y asesinos como Marc Dutroux y el clima de la época, propenso a teorías de la conspiración y satanismos, explican el drama que se vivió en Mirandola y Massa Finalese, dos localidades cercanas a Módena, pero lejanas a cualquier otro lugar, aisladas y envueltas en la niebla durante buena parte del año. Allí cayó la psicóloga Valeria Donati, que entonces tenía 29 años, con un método llamado 'desvelamiento progresivo', que se basaba en la idea de que los niños siempre ocultan algo. Con interrogatorios dirigidos, Donati consiguió que los menores confesaran todo tipo de tropelías, pero aquellos testimonios que parecían tan reales no eran más un caso extremo de contagio grupal y de falsos recuerdos inducidos por la psicóloga.
Niños violados y asesinados en masa, incluso por otros niños, rituales demoniacos, redes de pederastia que extendían sus tentáculos a otros países… ¿En ningún momento nadie pensó que aquello podía ser una gran falsedad? «Es posible que Donati lo creyera en algún momento, pero ¿cómo iba a dar marcha atrás cuando se había llegado tan lejos e incluso una persona se había tirado por la ventana?», explica Trincia, que durante tres años y acompañado por su ayudante, Alessia Rafanelli, investigó las circunstancias de este suceso, que ha vuelto al debate público italiano gracias a su podcast. «Pero sí, resulta realmente sorprendente que a nadie le llamara la atención que no aparecieran los cadáveres de esos niños desaparecidos o que sus familias no lo denunciaran. Entonces comenzó a hablarse de que se trataba de que eran menores secuestrados en Bosnia. Todo un disparate con tal de no rectificar».
«Muchos psicólogos piensan que hay un número enorme de abusos encubiertos y que los niños siempre dicen la verdad, pero que necesitan ayuda para desvelar lo que les ha ocurrido. Pero esa manera de hacer recordar busca en realidad que las declaraciones confirmen unas suposiciones que no son ciertas», cuenta Trincia, un conocido periodista que se hizo popular en la versión italiana del 'Caiga quien caiga' y que ahora se dedica a la investigación.
Los niños del caso fueron separados de sus familias durante años y aunque luego los tribunales rectificaron, el daño ya estaba hecho. Darío «está bien», reconoce que se lo inventó todo y trata de hacer una vida normal, subraya el periodista. «Pero esto puede volver a ocurrir y de hecho, sigue ocurriendo en casos que no alcanzan relevancia pública, pero que significan el fin para muchas personas inocentes», asevera Trincia. «Por eso es importante hablar de lo que sucedió en Emilia-Romaña para así crear un antídoto contra el veneno de los falsos recuerdos».
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