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Érase una vez un niño de ocho años, llamado Dillon Helbig, que quiso escribir un cuento de Navidad. El estudiante de primaria de Idaho, Estados Unidos, se lo tomó muy en serio y usó un cuaderno de tapas rojas y lápices de colores. Firmado por « ... el propio Dillon», le tituló como ‘Las aventuras navideñas de Dillon Helbig’, aunque en realidad la palabra «navideñas» habría que cambiarla por «navienas’ o ‘nabideñas’, puesto que el original tiene una errata: pone ‘crismis’ en lugar de ‘christmas’. Podría ser un detalle insignificante, pero nunca se sabe dónde está la clave del éxito literario.
Pues bien, Dillon decidió, una vez acabada su obra a mediados de diciembre del año pasado, que quería compartirla. Y qué mejor lugar que la biblioteca municipal, que visitaba con regularidad, en Ada, su comunidad en Boise, Idaho.
Pidió a su abuela de 81 años que lo llevará hasta allí, y sin que nadie lo supiera lo dejó en la sección de libros ilustrados para niños, según reseñan varios diarios norteamericanos, como ‘Washington Post o ‘New York Times’, hasta donde ha saltado esta historia a partir de una crónica del pequeño canal regional KTVB. Entre las hojas había dibujos del protagonista dentro del estómago de un pavo gigante y el relato comenzaba con Dillon viajando al Polo Norte impulsado por la estrella del árbol navideño.
Unos días después, el niño acabó confesando a su madre, Susan Helbig de 41 años, aquella «travesura», como él mismo reconoció a un medio local. Ella volvió para recuperar el libro. Pero ya no estaba. La madre llamó a la biblioteca para que, si alguien lo encontraba, se lo devolviera.
Pero el tomo no había pasado desapercibido y el bibliotecario ya lo había leído, y conservado. «Era demasiado especial», aseguró después de hacer que pasara por una prueba más difícil. Se lo leyó a su hijo de seis años, que dio un veredicto irrefutable. Muy divertido, dijo.
El bibliotecario, al hablar con la madre del autor, le pidió permiso para catalogarlo y ponerle el código de barras. Se depositó en la estantería de novelas gráficas para niños y adolescentes.
Ahora el libro «autopublicado en 2021» tiene una lista de espera de varios años. Hasta ayer había 60 usuarios que lo han reservado, según la base de datos de la red pública de bibliotecas de la zona, y esto implica que, si cada uno lo tiene el tiempo máximo de cuatro semanas, se puede esperar unos cinco años por un nuevo turno. «Disponibilidad: 0», dice la ficha, en la que se explica que el álbum de Dillon tiene 81 páginas, ilustraciones en color y una altura de 18 centímetros.
El joven autor empezó con premio. La biblioteca inventó un galardón para el niño, el Whoodini al Mejor Novelista Joven. Además una autora infantil ofreció un taller a cuatro manos con él, la madre piensa en una edición digital y el niño ya trabaja en la segunda parte.
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