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El 5 de diciembre de 2018, una noticia sacudió España: la web 'el tour de la Manada' ofrecía la posibilidad de recorrer los lugares de Pamplona vinculados a la violación ocurrida en los sanfermines de 2016. Detrás del escándalo, sin embargo, no había ningún 'tour', ... sino una parodia ideada por un colectivo artístico de vanguardia llamado Homo Velamine que pretendía criticar el tratamiento sensacionalista de los medios ante los sucesos.
Hubo un desmentido apenas unas horas después de la publicación, pero la bola de nieve había comenzado a rodar y nadie quiso pararla, ni siquiera los jueces, que en 2019 condenaron al líder del grupo, un activista conocido por el sobrenombre de Anónimo García, a un año y medio de cárcel después de que la víctima de la violación lo denunciara. El escritor y periodista Juan Soto Ivars (Águilas, 1985) cuenta en su nuevo libro, 'Nadie se va a reír' (Debate), la increíble historia de una broma de mal gusto que acabó arrasando la vida de su protagonista.
«El 'tour de la manada' nos demuestra que, como sociedad, no somos capaces de leer mensajes de forma no literal. Anónimo quería denunciar a los medios que viven de las noticias escabrosas, sin tener en cuenta que finalmente, se iba a imponer, también en su caso, la versión mediática», explica Soto Ivars, que utiliza el caso para reflexionar sobre la soledad que sufren quienes viven fuera de la comodidad de su tribu: «Todo esto ocurrió a la vez que el caso de Pablo Hasel. Hasel tuvo defensores porque en España, cualquier polémica encuentra partidarios y detractores. En cambio, los miembros de Homo Velamine se quedaron solos».
Homo Velamine tenía una larga tradición en un cierto activismo naif, que «pincha con el aguijón sin calcular las consecuencias», asevera Soto Ivars. Habían aparecido vestidos como monjas en un Vistalegre de Podemos, colgaron una pancarta en una manifestación del 8-M con el lema 'Viva España feminista' (Anónimo fue agredido por parte de varios «miembros masculinos de la guardia pretoriana del feminismo español») o se habían inventado la broma de comprar votos de los abstencionistas en unas elecciones. «Se dedicaban a buscar las cosquillas y a abrir preguntas con actos absurdos sobre cosas absurdas para poner el espejo en el absurdo en que vivimos», resume Soto Ivars.
El 26 de noviembre de 2019 se celebró en Pamplona el juicio contra Anónimo García, que fue absuelto de delito de odio, pero condenado por trato humillante, de acuerdo a una novedosa interpretación del artículo 173.1 del Código Penal, en una sentencia cuestionada por algunos expertos. García fue condenado a año y medio de prisión y a pagar 15.000 euros de indemnización a la víctima de la violación y otros 12.000 por costas. La Audiencia de Navarra y el Tribunal Supremo ratificaron la sentencia, que ahora está siendo revisada por el Tribunal Constitucional. «¿Fue el 'tour de la Manada' un hecho tan grave como para justificar la condena penal? Y más importante: ¿consiguió argumentarlo la sentencia? No he encontrado un solo jurista que me responda afirmativamente», destaca el escritor.
En el juicio, Anónimo García llegó a sentirse como el Joseph K. de 'El proceso' de Kafka, incapaz de comprender cómo se había llegado a ese punto. «Para él, que es superfeminista y que honestamente pensaba que estaba haciendo algo que iba a servir para denunciar el tratamiento sensacionalista de algunas noticias, fue realmente duro que precisamente por el escándalo que se montó en los medios la víctima pudiera sentirse herida», afirma Soto Ivars.
El autor de libros como 'Arden las redes' o 'La casa del ahorcado' lamenta el grado de polarización que ha alcanzado la sociedad, con internet como muestrario. «Hace unos años dominaban los 'wokes' de izquierdas. Ahora también hay 'wokes' de derechas, que defienden una corrección política de patria, bandera y religión. Cada uno tiene sus hornacinas y defiende los chistes de mal gusto si son de su grupo», considera Soto Ivars, antes de lanzar un augurio pesimista: «No creo que termine este enfrentamiento social. En el medio, hay mucha gente que vive de esta pelea y que está ganando dinero con este clima. No les interesa que acabe».
La buena noticia, sin embargo, se encuentra en que una gran parte de la ciudadanía, probablemente mayoritaria, está «hasta las narices» de las etiquetas, cree el escritor. «Lo vemos con las leyes que dicen ir contra el machismo. Aunque alguna de ellas pueda ser una locura, siempre habrá gente que diga: 'si estás en contra de lo que propongo, estás a favor de matar mujeres». Y de hecho, la anulación de un extremismo por parte del otro puede ser la causa de que en España no hayan arraigado con tanta fuerza como en otros países los movimientos 'woke'. «Aquí, casi siempre que hay alguien en la hoguera (el caso de Anónimo García es una excepción), aparece un grupo que lo defiende. La parte negativa es que la polarización termina con el diálogo».
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