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Existe una mística de los bares de los grandes hoteles. El del Ritz de París es uno de ellos y Frank Meier fue su maestro ... coctelero durante la ocupación nazi. Esta novela nos descubre su historia combinando realidad y ficción y reconstruyendo un universo extraño, lujoso y sórdido en el que los mandos alemanes se mezclaron con artistas, conspiradores, buscavidas y traidores. Entre los huéspedes del Ritz en el París ocupado, hubo jerarcas nazis como Göring y Goebbels y figuras como Coco Chanel; entre los asiduos del bar aquellos años, un capitán llamado Ernst Jünger, un escritor llamado Jean Cocteau o una estrella llamada Sacha Guitry. A todos los atendió Meier con la sofisticación de un barman de primer nivel y la prudencia de quien guarda un gran secreto que puede costarle la vida. Acostumbrado por su trabajo a tratar con grandes personalidades y a diseccionar naturalezas humanas, Meier tuvo desde su lado de la barra una perspectiva privilegiada para entender el funcionamiento de la ocupación. También una posición idónea para actuar, aunque fuese con un descreimiento de antihéroe equiparable por momentos en estas páginas al del Rick de 'Casablanca'.
Coinciden el brillo de los personajes, el peso de la historia y la intriga constante. Philippe Collin maneja por su parte la documentación con abundancia, rigor y amenidad. Si todo funciona a cierto nivel, casi nada parece hacerlo profundamente. El problema es que el conjunto hace pensar antes en las nuevas narrativas del momento –Collin es autor de podcasts de divulgación de gran éxito en Francia– que en una novela tradicional. Se nota, por ejemplo, en la construcción del protagonista: el autor consigue componer su aura legendaria, pero no ponerlo en acción.
La novela se basa en gran medida en unos supuestos diarios de Frank Meier y la voz del barman suena en todo momento artificial y rebosante de clichés. Cuando es un narrador omnisciente el que se encarga de hacer avanzar la historia tampoco llega a corregirse el exceso de teatralidad. Collin es un escritor que adjetiva y no demuestra. El resultado es con frecuencia acartonado. Será muy extraño encontrarse con el Jünger de esta novela para el lector que conozca la experiencia del alemán en el París nazi a través de sus propios libros. Además de la información sobre el universo del Ritz y los años de la ocupación, el mérito del autor tiene que ver con la reconstrucción de un ambiente amoral en el que se luchó por la supervivencia entre botellas de champán. La tesis de Collin –que aquel bar fue en realidad una miniatura del París de la época– ha interesado en Francia a miles de lectores.
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