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Mikel Santiago (1975, Portugalete) forma parte de ese club de autores superventas abonados a las trilogías 'noir', en la estela de Dolores Redondo, Domingo Villar o Carmen Mola. La de Illumbe, nombre tras el que se esconde la localidad vizcaína de Mundaka, acaba de llegar ... a su fin con 'Entre los muertos' (Ediciones B), que ahora se ha lanzado a promocionar mientras graba un espacio de 'true crimes' para la televisión autonómica vasca, ensaya con su grupo pop-rock en un caserío y cuida de sus tres hijas. Mikel confiesa ser un paranoico. «Veo conspiraciones y peligros allí donde los demás caminan tranquilos».
6.30 horas. Como vivimos en modo cuartel desde que tuvimos a las mellizas, tengo el sueño muy flojo, atento a cualquier ruido. Una ducha rápida y empiezo a preparar desayunos, biberones... Desde que me dio el colesterol alto me cuido bastante: tostadas de aguacate con salmón, queso fresco con tomate, mouse con aceite, café con leche y una galleta para endulzar el día. A los ocho, lanzo el post que he preparado de víspera con contenidos para mis lectores: galardones que me conceden, un 'instagram live' con mi editora Carmen Romero, pequeñas pistas del libro que acabo de sacar, fotos divertidas...
12.00 horas. Escribir una novela me lleva alrededor de seis meses. Las ideas surgen en verano, con las vacaciones, y cuando me pongo manos a la obra es todo un caos, un mejunje que a mí me encanta. La escaleta se mezcla con el trabajo de campo –policías, forenses, abogados–, viajes, visionado de películas o libros que sirven para documentarme. Es un trabajo constante, obsesivo, que dura de septiembre a primeros de marzo. Soy un escritor lo mismo de mapa que de brújula: me gusta tener una estructura, saber dónde voy a trazar los arcos, qué final quiero; pero al mismo tiempo improviso, incorporo giros que no figuraban en mis planes y que son demasiado buenos para ignorarlos. Necesito saber que avanzo, así que escribo 2.000 palabras al día, no importa que luego tenga que reescribir algo que ha quedado un poco verde.
14.00 horas. Tres días la semana voy a la piscina. Una hora y media, dos todo lo más. Me viene muy bien para compensar todo el tiempo que paso sentado y de tensión. Y es que escribir es un trabajo de alto riesgo. Vivo en Bilbao y cuando no nado, me voy a dar un paseo por la ría, desde La Ribera hasta Olabeaga, o por el Campo Volantín hasta Elorrieta.
6.45 horas. Estoy grabando un programa de ocho capítulos sobre crímenes reales que tienen que ver con el País Vaco, bien porque tuvieron lugar aquí o porque las personas implicadas tenían relación con esta comunidad. No puedo dar muchos detalles, pero nos ha llevado por Bilbao o Donosti y también a Burgos, Llanes, Zaragoza o Santoña. Hoy toca Valladolid y allí que me llevan los de la productora para una larga jornada de trabajo. Las apuestas apuntan a que se emitirá el próximo otoño.
9.00 horas. Acabo de leer que un conde de la calle Serrano acusado de maltrato ha matado a su mujer y a una amiga. Desde luego, la realidad es más terrible e inverosímil que la ficción. Yo hay veces que hablo con un policía o un abogado para documentarme y me cuentan cosas que decido no incluir en mis libros porque no se las creería nadie. La ficción es un espejo de la vida, con un mensaje positivo o fatal, de acuerdo, pero relatada de forma que busca la belleza. Cuando se habla de 'cruda' realidad es por algo.
16.00 horas. La gente tiene mucha información, pero aún así se siente estafada, manipulada. De unos años a esta parte, existe en el imaginario colectivo esa sensación de que una gran conspiración maneja el mundo, convirtiéndonos a los demás en víctimas o peones de algo que está por encima. Quizá es una manera de reemplazar el ideario cristiano, que está de capa caída, de buscar nuevos dioses.
11.00 horas. Las trilogías están de moda y eso es así porque cualquier fórmula de entretenimiento pasa por un pacto de continuidad entre su autor y quien la disfruta. Cuando alguien ha invertido tiempo en conocer a un escritor y se ha arriesgado a leer su novela, le encanta quedarse en un mundo que conoce y reconoce, retrasando así el momento de volver a explorar en esa multitud de títulos con que te bombardea el mercado. Cuando invertimos el tiempo en algo que gusta, queremos que dure.
20.00 horas. Soy el que cocina, pero sin sofisticaciones. El arroz lo bordo y también las lentejas. Cremas de verduras, filetes... esas cosas. A la tortilla de patatas, sin embargo, no le cojo el punto, así que la hace Ainhoa, mi mujer.
22.00 horas. No soy muy de series, me cuesta engancharme a la televisión: estamos con el capítulo 4 de 'Stranger Things' y pueden pasar días hasta que veamos el 5. Eso sí, me encantan las pelis de terror, un pequeño placer culpable que tengo, el de pasar miedo en casa cuando me quedo solo. La última fue 'La profecía', con Gregory Peck.
16.00. En cuanto se apagan los tambores de guerra, cojo un libro. Me acompañan a todas partes, lo mismo si viajo que en la consulta del médico o el dentista. Ahora estoy con tres a la vez: 'Ojos de fuego', de Stephen King, La historia de Roma', de Mary Beard y 'El camino del fuego', de mi gran amiga María Oruña. Cualquier momento es bueno.
19.00 horas. En el mundo hay ángeles y demonios, y los peores son los que necesitan quitarte algo para sentirse ellos completos. Auténticos monstruos. Mira, yo soy un tipo paranoico, por eso me dedico a escribir novelas. Me pongo en lo peor, soy fatalista, veo conspiraciones y peligros allí donde los demás caminan tranquilos... Y la verdad es que la realidad me da la razón.
6.00 horas. Por lo general llevo yo a las niñas al cole, reparto de paquetería urgente que diría el otro; aunque si me toca viajar es mi chica la que se hace cargo. Por algo somos un equipo. Hoy toca promoción en Zaragoza, adonde llego de madrugada después de haber sido homenajeado en el Euskalduna de Bilbao. Ronda de medios con entrevistas para prensa, radio y televisión, una reunión para sondear las posibilidades de adaptación de una de mis novelas al cine, firma de libros... Un no parar.
11.00 horas. Mis novelas están escritas en primera persona. Es una opción creativa, creo que así la gente empatiza más con el personaje. El giro, el misterio, la intriga... todo eso está bien, ojo. Pero si quieres meterte al lector en el bolsillo, tienes que conseguir que empatice con el personaje, que sufra por él y desee saber qué le pasa.
22.00 horas. Formo parte de un grupo de pop-rock que versiona temas posteriores al año 2000. No tiene nombre, pero los tres nos reunimos todos los viernes en el caserío del batería en Arratia. Es mi particular válvula de escape.
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