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«Desapareció así, como un puño cuando abres la mano». La frase pertenece al capítulo VII de El halcón maltés, de Dashiell Hammett, y se refiere a un hombre llamado Flitcraft, al que cita Paul Auster en su novela La noche del oráculo. Según el ... detective Sam Spade, Flitcraft era un agente inmobiliario de Tacoma que salió un día a almorzar y jamás regresó. Años después, se supo que vivía en otra ciudad. Spade, contratado por la mujer de Flitcraft, a la que había abandonado con dos hijos pequeños, lo localiza y descubre que ha vuelto a casarse —y a ser padre— y la razón por la que se esfumó: el día de su desaparición, una viga que se precipitó desde un edificio en obras estuvo a punto de aplastarlo. El shock fue tal —le dice Flitcraft al sabueso— que vio de pronto la vida como si le hubieran levantado la tapa.
Spade le cuenta la historia a la turbia Brigid O'Shaugnessy, y en La noche del oráculo es el escritor John Trause quien se la refiere a su amigo y también escritor, Sidney Orr, quien a su vez escribe una novela donde hay un personaje que protagoniza una desaparición similar. En este juego de espejos literarios está condensada buena parte de la mirada de Auster como novelista: sus historias son una continua indagación de lo imprevisto, del mecanismo que se oculta bajo la tapa de la vida, de las vidas, y que hace de cada uno de nosotros un misterio indescifrable para el resto e incluso para nosotros mismos; una materia oscura que sólo puede iluminarse mediante la alquimia de la palabra.
«En la búsqueda de la verdad, cuenta con lo inesperado», reza la cita de Heráclito que abre La invención de la soledad, el libro que Paul Auster escribió a raíz de la muerte de su padre; un hombre que, según su hijo, eligió relacionarse con el resto sin ofrecer más que un personaje superficial, ocultando a todos lo que guardaba dentro de sí. Quizá lo que tomamos por azar no sea sino fruto de nuestra ignorancia y de la mala costumbre de no contar con que la vida nos sorprenda.
Véase la llamada que arroja a Quinn, el autor de novelas policiacas de la Trilogía de Nueva York, a una investigación donde sobrevuela el fantasma de don Quijote, otro al que los libros le ahorman el existir. «As if this were the world», se confiesa Auster en uno de sus versos. Mi gratitud, más allá de estas líneas, está en las páginas de una novela de 1999, El ángel oculto. Imposible no querer viajar al Nueva York de Auster: ese «ningún sitio» que —como él escribe de Quinn— supo construir a su alrededor. Y de qué manera.
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