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Colson Whitehead (Nueva York, 1969) puede jactarse de haber ganado dos veces el Premio Pulitzer de Ficción, un hito solo al alcance de dos grandes de las letras: William Faulkner y John Updike. Whitehead conquistó esa doble corona con dos novelas muy aplaudidas, 'El ferrocarril ... subterráneo' (convertida en serie televisiva) y 'Los chicos de la Nickel', en las que exploraba las infamias de la historia estadounidense con los negros. El escritor, al que le gusta cambiar de género, prueba suerte ahora con una novela policiaca llena de comicidad donde reverberan los ecos del jazz y el rock del Harlem de los años sesenta, todo un fresco vívido de un barrio que era un nido de gánsteres y marginados y que ahora, como tantos otros, sufre los embates de la gentrificación.
En 'El ritmo de Harlem' (Random House) se entreveran las historias de los inmigrantes sureños que arribaron a Nueva York huyendo del Ku Klux Klan con las de las nuevas hornadas de afroamericanos que lucharon por los derechos civiles. Frente a la brutalidad de los supremacistas blancos de ataño, las nuevas generaciones se dan de bruces con mecanismos discriminadores más sutiles pero igual de aberrantes.
«EEUU se levantó sobre el genocidio de la población nativa y la esclavitud de los africanos», dice sin tapujos Whitehead, quien apunta que la violencia racial está infiltrada en todos los estrados de la sociedad, no solo entre las fuerzas de seguridad. Lo que hace más ominosa la historia del país es que haya llegado a elegir a un supremacista blanco, Donald Trump, como presidente.
La novela cuenta la historia de Ray Carney, hijo de un miembro de la mafia afroamericana que monta una tienda de muebles con la idea de alejarse de la delincuencia de su vida de niño. Pero pronto se percatará de que vivir honradamente no da para comer, por lo que se dedica a vender objetos robados y perpetrar otros robos, como el del famoso hotel Theresa, el 'Waldorf de Harlem', un golpe que saldrá mal. «Creció pobre con un padre que era un criminal. Ese fue su modelo de hombría. Pero él aspira a algo mejor para su familia. Y así, esos dos impulsos diferentes están siempre en guerra. Ser honesto y trabajador, pero también ser una especie de delincuente al mismo tiempo».
Whitehead, al que han detenido, esposado e interrogado por ser negro, cree que sus ojos no verán el fin de las atrocidades policiales contra los de su piel. «A EE UU le gusta el racismo y le gustan los policías, hay mucha brutalidad policial y cada vez que se quiere hacer algo contra la Policía no dura mucho ni tiene éxito, lo he visto durante toda mi vida. Nunca ha habido un intento serio de poner en marcha una reforma policial y no creo que la vaya haber», argumenta el novelista.
Con veinte años de carrera como escritor, Whiteahead ha tocado todos los palos. Se adentrado en la técnica de la novela especulativa, las historia de zombis, la nostálgica evocación de la adolescencia y la narrativa de trasfondo histórico.
En esta ocasión, el escritor ha optado por escribir una novela sobre atracos, para lo cual se ha inspirado en la literatura de Toni Morrison y la película de Stanley Kubrick 'Atraco perfecto'. «Para mí, el género criminal no es un género novelístico. En realidad es más bien cinematográfico», aduce el escritor estadounidense, quien ha buceado en su propia autobiografía para conferir al relato algunos destellos de humor.
El libro, que formara parte de una trilogía en el que personaje principal pululará por los años 60, 70 y 80, no solo habla del Harlem sórdido y turbulento, sino de su música, del hip hop, Los Ramones o Blondie, cuyos ritmos afloran en la segunda entrega. De no haber sido un niño, Whitehead podría haber visto entonces actuar de cerca a Bob Dylan, The Velvet Underground y Jimi Hendrix, podría haberse perdido por ese Nueva York de garitos con atmósferas turbias en que uno podía encontrar a John Coltrane y Miles Davis tocando a las dos de la madrugada.
Pese que es un hombre que se encuentra a sus anchas en su casa, Colson Whitehead toma el pulso a la ciudad de que es originario, de su caída y posteriores renacimientos, tarea para la que se ha documentado a fondo. «Nueva York entró en un desastre financiero a mediados de los 70 y salió de él en los 80. En cierto modo, el destino de Ray está escrito en la ciudad».
«Lo único que me gusta es escribir, tener una idea y no cagarla; ese es mi mantra «no la cagues, Colson». El escritor nunca ha gustado de las clasificaciones aleatorias y elitistas entre lo popular y lo culto. «No veo el sentido de dividir los libros entre alta y baja cultura, solo hay libros buenos y malos, y yo intento escribir buenos», dice el prosista, que no se deja influir por la crítica. «La vida es demasiado corta como para dejar que la opinión de otros influyan en lo que quiero escribir». Después de un libro serio, Whitehead suele alumbrar otro no tan árido. Esta vez toca sonreír y disfrutar de la estampa de Nueva York, cuyos olores impregnan la novela.
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