Su entusiasmo sincero y su humildad son, de seguro, el soplo de aire más fresco que haya recibido el mundo editorial español últimamente. Íñigo Redondo (Bilbao, 1975) es un 'arquitecto de letras' que logró convencer al gigante Penguin Random House con solo cinco páginas de ... sinopsis de su ópera prima 'Todo esto existe'. Lego en un mundillo que le fascina, promete agitarlo con una historia profunda que desmenuza la relación entre un profesor y su alumna en el Kiev de los últimos años del comunismo.
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-Su editorial lo vende como la revelación del año. Y tiene buenas críticas. ¿Preparado para el éxito?
-Estoy desbordado, atónito, estupefacto. Había mandado la novela a varias editoriales y, aunque tenía fe en ella, tras recibir muchas negativas la fe se resiente.
-¿De dónde le nace esa fe?
-Había escrito algunos relatos y una obrita de teatro que obtuvo un premio. Esto me dio confianza en que la novela funcionaría.
-¿Le ha dado tiempo ya a ver cosas que no le gusten del mundillo?
-Pocas. Quizá la engañifa de los que te piden que pagues la primera tirada de ejemplares porque juegan con la ilusión del autor. También se podría pensar que una editorial grande pasaría por encima de la novela y arrasaría. Pero mi experiencia es la contraria: he sentido que trabajaban para mí en el proceso de editarla y pulirla. Fue una sorpresa.
-Dice que ser escritor es una aspiración infantil. ¿Por qué escribe?
-Es algo que hago en paralelo a mi profesión de arquitecto. Aprovecho los días libres que te deja ser autónomo. La ambición de ser escritor es bonita, pero es como cuando un niño quiere ser bombero o astronauta. Es una aspiración que, como tal, es infantil. Lo que yo entiendo es que hacer una carrera literaria no es lo que te conduce a escribir, sino más bien es la consecuencia. Para mí escribir es una manera de explicarme asuntos en los que tengo la necesidad de meter el hocico. Escribir te traslada a otro sitio, como leer. Y a través de la escritura llegas a lugares de ti mismo, o de las realidades alternativas que creas, a donde solo puedes llegar a través de ella. No empecé con la ambición de escribir una novela, sino que me la fui encontrando a medida que iba trabajando. Y no he tenido ningún planteamiento mercantil; no sabría hacerlo. La autoficción, que está muy de moda, no la entiendo. Mi vida no es interesante. Soy un tipo corriente al que le ha dado por escribir.
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-¿Cuál fue el punto de partida?
-Viajé a Kiev en 2011 tras ver una serie de documentales. A partir de ahí sentí la necesidad de explicarme muchas de las cosas que vi allí e indagar en cómo somos capaces de llegar a ciertos extremos. (Hace un paréntesis para evitar 'spoilers'). Por eso la ficción es sencilla y con pocos elementos: solo con el paisaje humano ya te trasladas.
-¿No pensó que la relación entre un profesor y una alumna era un tema sensible ahora mismo?
-Sí pero precisamente por eso creo que valía la pena meterse en esta historia. Vi en las redes sociales un comentario de una chica que decía: «¿No será esta una novela de blanqueamiento de la pederastia?». En nuestra sociedad hay una respuesta inmediata a todo y la novela trata precisamente de colocar al lector a una distancia en la que las respuesta inmediatas no valgan. Interpela directamente al individuo y el lector individual, no así a la masa, es inteligente. La intención es que entienda los matices de la historia y, una cosa que aparentemente es censurable y horrible, pueda convertirse en algo aceptado visto a una distancia lo suficientemente próxima. Buscar esa distancia, tan difícil ahora que la política y las redes sociales te obligan a tomar partido y lo polarizan todo; quiero mostrar que hay lugares intermedios donde poder entender que ni los malos son tan malos ni los buenos tan buenos.
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-¿Tiene miedo a no escribir nada más que funcione tanto como 'Todo esto existe'? A otros les pasó.
-Estoy aterrorizado. El error debería formar parte del proceso, pero vivimos en un entorno que castiga el error terriblemente. Antes veías evolucionar a grandes creadores, como los grandes grupos de música de los 70 y los 80. Ahora, o sacas un discazo o nada. Te cubres de tatuajes y si luego no vuelves a sacar un disco en tu vida te puedes ver preguntándote qué haces con los tatuajes que te has hecho de superestrella. Yo me siento así ahora. Pero no tengo ninguna urgencia por hacerme un espacio en el mercado. Saldrán novelas en cuanto las historias las vayan pidiendo, si es que tengo algo que contar. Pero sí: tener muchos ojos encima acojona.
Ni tiene agente ni contactos en el mundillo. Su negociado, como él lo llama, es otro. «Yo enviaba mi 'tochazo' y recibía negativas del tipo 'no recibimos manuscritos no solicitados'. Hasta que en 2018 decidí informarme bien y supe que se solía enviar una sinopsis. Me curré mucho cinco páginas e intenté dejar al editor con la intriga de saber qué pasa tras un 'secuéstrame' que da pie a la historia. Un día que estaba jugando con la niña en el salón recibí un email donde me decían que les encantaría leer la novela completa y que me contestarían en seis meses. Miré a mi mujer incrédulo y dije: «¡Es un email de Penguin!». Y así empezó todo.
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