Es un goteo constante: una tienda de toda la vida cierra y se convierte en el establecimiento de una franquicia; el hogar del que se marcha una pareja de jóvenes precarios se transforma en un piso turístico. Después del éxito de 'La España de las ... piscinas', donde analizaba las consecuencias sociales del boom inmobiliario de principios de siglo XXI, el periodista y escritor Jorge Dioni López (Benavente, 1974) publica 'El malestar de las ciudades' (Arpa), en el que profundiza sobre las nuevas urbes, cada vez más enfocadas a la rentabilidad y menos a sus habitantes.
Publicidad
–¿Cómo es la ciudad neoliberal?
–Su característica principal es que mira hacia fuera, es un producto que se tiene que rentabilizar atrayendo inversión financiera, inmobiliaria, turistas o nómadas digitales. Para ella, lo interesante no son los residentes, sino los visitantes, los que están de paso, porque son quienes se dejan el dinero. Y eso lo cambia todo, principalmente, los servicios que se dan. Desaparecen comercios fundamentales y aumentan las pizzerías y las pastelerías. En Burgos me dijeron que en el centro de la ciudad es más fácil comprar una espada que un kilo de carne.
–Siguiendo su reflexión, ¿es Madrid la ciudad más neoliberal?
–Madrid es la ciudad en la que sus dirigentes (y los ciudadanos que votamos a esos dirigentes) más han apostado por ese modelo de privatización de servicios, de espacios y de atracción de personas. Y en realidad funciona y ofrece sensación de prosperidad. En la pandemia se vio en el abismo porque todo estaba parado y necesitaba recuperarse, y Madrid formuló de manera muy inteligente ese mensaje de apertura vinculándolo al ocio, a estar en la calle. Si una ciudad de servicios está parada, sufre muchísimo.
–Comprar un piso en el centro de una gran ciudad es casi imposible para un residente medio.
–La inversión inmobiliaria ya no es una gran fiesta popular, como hace 25 años, sino una fiesta VIP en la que tiene entrada muy poca gente. Comprar un piso en el centro de Nueva York o de una gran ciudad europea es una inversión muy segura para una gran parte de los millonarios del mundo. Una fortuna latinoamericana, árabe, asiática o rusa piensa: compro un piso en Europa, mi dinero está aquí seguro, no me secuestran y no va a haber un golpe de Estado. Eso nos está convirtiendo en el PAU del mundo.
–Estos son los problemas de las grandes ciudades, pero las pequeñas y las medianas casi lo están pasando peor, perdiendo población y servicios.
–Esas capitales de provincia han apostado casi exclusivamente por el turismo, que es una industria de fin de semana muy voluble que no te va a arreglar los problemas. Pero sobre todo, esas ciudades tenían antes unas cajas locales que eran centros de dimensión financiera y eso ahora ya no existen, lo que arrastra a todo lo demás. Pensemos también en los centros comerciales: si abre uno en Valladolid, afecta al pequeño comercio no solo de Valladolid, sino también de Zamora o Palencia.
Publicidad
–Sin embargo, usted valora los centros comerciales.
–Me molestan los discursos elitistas contra el ocio popular. Se desprecia lo que hace todo el mundo, comprar, ir de vacaciones o votar, y eso es peligroso, porque va contra la idea de las leyes, que todos somos iguales. Yo reivindico la playa, la paella y el paseo marítimo.
Tasas turísticas
–¿Qué opina de que las ciudades implanten tasas turísticas?
–Así la movilidad se convierte en un producto accesible solo a quien puede pagarlo. Es una idea neoliberal que puede conseguir un efecto positivo a corto plazo, pero de esa forma se acaba llegando a más desigualdad. Todo lo que se pone en el mercado crea desigualdad porque quien tiene más puede pagar por algo mejor.
Publicidad
–¿Existe alguna ciudad que resista al modelo neoliberal?
–Pamplona me sorprendió porque pudiendo ser hiperturística, en realidad lo que tiene es gente que sale de trabajar y se toma un vino. Allí me explicaron que aceptan 20 días de locura por San Fermín, pero que su modelo es la industria. Vitoria también me gusta.
–En el libro advierte de los excesos de Málaga.
–Málaga afronta el peligro de morir de éxito. Su transformación es increíble, pero puede expulsar a mucha gente por la inaccesibilidad de la vivienda. Lo que nos gusta de Málaga son los malagueños, y eso nos lo podemos cargar.
Publicidad
–Usted dice que la materia prima de España son España y los españoles. ¿Qué significa eso?
–Tenemos dos sectores muy potentes, el turismo y la construcción, que cada vez se comen más territorio, y nuestra economía siempre se basa en ellos. Son nuestro petróleo, lo de siempre, lo primero que se viene a la cabeza cuando queremos reactivar algo. Da igual el problema, la solución es siempre más turismo. ¿Pueblos de la España vacía? Turismo. ¿Capitales de provincia en decadencia? Turismo. ¿Costa? Turismo. ¿Grandes ciudades? Turismo. ¿De verdad no hay otra cosa? Pensemos que no hay gente ilimitada para ser turista y menos en una sociedad con sueldos tan bajos.
–¿Existe alguna solución?
–Casi el 80% de los españoles son propietarios de vivienda y forman parte de lo que yo llamo el Partido Inmobiliario. En un país en el que un piso es la hucha de una familia, plantear la disminución de esa hucha no parece sencillo.
¡Oferta 136 Aniversario!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Carnero a Puente: «Antes atascaba Valladolid y ahora retrasa trenes y pierde vuelos»
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.