Secciones
Servicios
Destacamos
Es Rubén Pellejero, 69 años, un hombre de aspecto enjuto y rasgos afilados, casi quijotescos; de barba recortada y poblada de canas que tienen todas las de ganar; de frente amplia bajo la que cuelgan unos anteojos que le dan un aire travieso y al que la ropa negra le confiere el aspecto de un ladrón escurridizo. Posa en el pasillo de casa como desgajado de la sombra de Dieter Lumpen, el personaje de cómic que le lanzó a la fama y al que han seguido Malka o Corto Maltés. De este último acaba de firmar una cuarta entrega, 'Nocturno berlinés' (Norma Editorial ), de la mano del guionista Juan Díaz Canales. Con él forma uno de los tándems historietistas con más predicamento de la escena internacional. Al intrépido marinero le une una imaginación febril, aunque las aventuras diarias de Rubén se limiten a largos paseos y a alimentar a los pájaros que se asoman a su estudio de Tiana, cerca de Badalona.
8.00 horas. Me levanto con el despertador que pone mi mujer, Mercè. Una ducha rápida y el desayuno, que en mi caso es una tostada de pan con tomate, algún embutido y un café con leche. Enciendo la televisión que me da los buenos días con el catálogo de desastres ya habituales: la guerra de Ucrania, el cambio climático, el Mundial de Qatar... No soy muy futbolero, pero las condiciones de explotación que han precedido a la competición son indignantes. También repaso el correo electrónico por si hay alguna novedad.
9.30 horas. Subo al estudio que tengo encima de la vivienda y me asomo a la terraza, donde siempre pongo un poco de comida para que vengan los pajarillos a picar, algo que cuando vivía en Badalona era impensable. Salgo entonces a dar un paseo, preferiblemente por una zona arbolada, y me relajo respirando el aire puro. No voy al gimnasio, ni hago pesas. Tampoco tengo mascotas: cuando mis hijas vivían en casa –ahora tienen 31 y 26 años– había periquitos o un hámster, que son fáciles de cuidar.
10.00 horas. No soy muy metódico en el trabajo salvo cuando hay que promocionar un cómic, como ocurrió hace una semana en Francia. Lo mismo me tiro toda la mañana dibujando que leyendo cosas que tienen que ver con mi último trabajo: un thriller social ambientado en la Barcelona después de la Guerra Civil y que las sucesivas entregas de Corto Maltés me han impedido acabar. Saldrá primero en Francia el año que viene.
14.30 horas. No soy cocinillas –me sacas de la ensalada y estoy perdido– y cuando hacemos la compra me limito a cargar con ella. No tanto porque esté chapado a la antigua, sino porque mi mujer se apaña bien: panaché de verduras, legumbres, pasta... esas cosas. Y la tortilla de patatas, que borda y dejamos siempre para la noche. Después de comer, una siesta de diez minutos, y acto seguido salgo con Mercè a dar una vuelta por la circunvalación de Tiana, que es lo que me carga la pilas. Porque yo soy más de holgazanear por la mañana, trabajar más a la tarde y echar el resto las dos últimas horas. Es como si, sobre todo cuando me toca dibujar, necesitara tener la mente engrasada.
22.00 horas. Un álbum de cómic tiene muchas fases. Ahora estoy en la de rotulación, disponiendo los dibujos de manera que entre el 'bocadillo' y el texto necesario. Trabajo con una tabla de luz y ahí pongo las páginas con el guión al lado. Todo lo hago sobre originales, salvo el color que lo trabajo en digital. Me llevará unos cuatro días.
12.15 horas. Trabajo con la radio encendida y a veces con Spotify, temas de los 70 y 80 que me gustan y luego recomendaciones de mis hijas para estar al día. Porcupine Tree, que me recuerdan a King Crisom, Led Zeppelin...
17.15 horas. Cuando era un adolescente, mis padres me metieron de meritorio en una oficina a pasar facturas. Pero a mí lo que me tiraba era dibujar, así que ingresé en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Barcelona, más modesto que hacer Bellas Artes pero al alcance de mi familia. Me apoyaron y eso que en aquel momento –te hablo de los años 60– ni era una elección muy convencional ni nadie tenía claro dónde se podía estudiar lo que yo quería hacer.
12.45 horas. Nunca me preocupó no ser un autor 'completo'. Siempre he trabajado con gente que domina el medio narrativo, y adaptarme a su discurso, siempre diferente, es un desafío constante y un aliciente. Por lo demás, en este mundo el autor siempre está en un segundo plano, devorado por sus personajes. La obra es lo que queda y es bueno que sea así.
15.00 horas. Mercè y yo nos vamos a comer al Tirati, un restaurante de la plaza del Ayuntamiento con una terraza muy tranquila. Allí lo ponen todo muy bueno, lo mismo un ravioli que un bistec, pero es que yo soy casi omnívoro. Y con la bebida, igual: birra para abrir boca y luego una copa de tinto.
00.30 horas. El cómic se nutre de ámbitos dramáticos y la guerra de Ucrania es un cosmos de maldad que se acabará convirtiendo en viñetas, como antes ocurrió con la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil española o la de Vietnam. El mundo sigue dividido entre héroes y villanos y, aunque en este caso creo que es evidente quién es quién, no siempre resulta fácil distinguir a unos de otros.
20.00 horas. El cómic es capaz de narrar cualquier tipo de historia, no tiene nada que envidiar a otras manifestaciones artísticas. Pero pese a tener admiradores muy fieles, es minoritario, y ahora se impone atraer a nuevos públicos. Es un problema que viene de atrás, con la desaparición de grandes cabeceras como TBO y Tío Vivo, ambos de Bruguera. En Francia o en Bélgica, sin embargo, no se ha producido este vacío entre una generación y otra, y el cómic sigue teniendo una presencia importante y siendo una industria fuerte.
23.30 horas. Veo alguna serie, como 'Breaking Bad', pero sobre todo hojeo cómics, que se prestan a continuas relecturas. Ahí está Corto Maltés, que surgió en 1967 pero ya no es el mismo ni lo es tampoco su actitud. No puede serlo, porque los nuevos tiempos requieren de continuas adaptaciones, y más aún después de tantos años de ausencia. Canales, el guionista, tiene el deseo de hablar de cosas actuales, aunque sea desde el prisma de un personaje de época.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.