Espido Freire
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Espido Freire
Su biografía está repleta de récords literarios desde que ganó el premio Planeta con solo 25 años. Espido Freire (Bilbao, 1974) lleva más de media vida siendo una escritora famosa. Su capacidad de trabajo es enorme: ha publicado una treintena larga de libros, escribe artículos, ... tiene un taller literario, participa en programas de radio e incluso hace de guía literaria varias veces al año en viajes tras los pasos de autores como Jane Austen, a quien ha estudiado en profundidad. La suya es una de las personalidades más singulares del panorama cultural español.
– Su carrera como escritora profesional es atípica dado todo lo que hace. ¿Estamos hablando de pasión, necesidad, un afán desmesurado de hacerlo todo…?
– Todo viene de un interés en materia de exploración que se plasma en distintos géneros y formatos. En su día también Carmen Martín Gaite hizo muchas cosas más allá de la escritura. Y antes Colette fue actriz e incluso se dedicó al comercio. Tendemos a una memoria selectiva y olvidamos actividades que autores del pasado también tuvieron.
– ¿Cómo alimenta eso su obra?
– En mi caso hay una alternancia entre mi natural tendencia a la introspección y mi interés también por los otros, por aproximarme a ellos. Ahora disponemos de más recursos y no usarlos sería un desperdicio. Quizá en el futuro mi opción sea otra. Por otra parte, en este momento tengo un control mayor sobre qué digo, qué se escucha y qué imagen proyecto. Antes todo eso estaba más dirigido por las editoriales y los medios de comunicación.
– Desde niña ha estado muy conectada con otras disciplinas artísticas. Incluso cantó en la compañía que formó José Carreras. ¿Qué visión del mundo y la literatura le ha dado esa conexión?
– Empecé con el solfeo a los cinco años, supongo que como muchos más niños y niñas. Mi padre y mi hermana eran muy aficionados a la música y mi hermana ahora es profesional. Yo destaqué en el canto y a los 11 años me aceptaron en el conservatorio. Con 14, cantaba en grupos y empecé a hacer giras junto a grandes figuras, como José Carreras.
– ¿Se contempla de otra forma la literatura cuando se ve desde la música o desde la pintura, por ejemplo?
– A mí me dio un lenguaje nuevo, un código diferente y un acceso a ciertos estratos sociales que de otra forma no habría sido posible. Viajaba sola y eso me proporcionó autonomía y madurez. También sinsabores, porque la relación con los compañeros no siempre fue buena. Conocí de alguna manera el lado más oscuro del ser humano y quizá no estaba preparada para entender las artimañas del mundo adulto. Pero era buena sobre un escenario, no me impresionaba, y tanto eso como la forma de acercarse a las obras musicales me ha servido para la literatura. Creo que mi forma de analizar voces y silencios viene de ahí.
– Publicó con apenas 20 años y ganó el Planeta con 25. Con la perspectiva del tiempo, ¿esa precocidad tuvo algo negativo?
– El Planeta es un premio muy peculiar en el panorama literario. Ninguno suscita tantas emociones. Pero para mí fue mucho más relevante en lo personal publicar la primera novela porque me dio la pista de que podía tener una salida profesional, aunque la segunda, justo la anterior al Planeta, tuvo menos visibilidad. Por otro lado, en aquel momento el premio tenía una cuantía mucho menor. Antes de mí lo habían obtenido Juan Manuel de Prada y Carmen Posadas. Yo aspiraba a ganar algo con un perfil más bajo pero más literario, como el Euskadi, por ejemplo.
– En su caso, nadie diría que el Planeta lo ganó con una novela de encargo…
– No, porque no tenía un perfil polémico ni una gran popularidad previa, como ha sucedido luego tantas veces. A mí eso no me preocupaba porque no he sido nunca insegura. Es cierto que el premio cambió muchas cosas en mi vida: me dio visibilidad, me permitió demostrar que podía ser una narradora eficiente y durante el año inmediatamente posterior aproveché para diversificar mi obra y lograr un punto de partida para hacer otras cosas. Aunque en el momento de ganarlo tenía tres novelas escritas y un centenar de cuentos sin publicar.
– Lleva media vida siendo literalmente una escritora famosa. ¿Pesa esa etiqueta que se complementa con otra, la de ser la ganadora más joven de un premio tan relevante?
– Tampoco es una etiqueta del todo desagradable. No todos los temperamentos pueden soportar esa prueba, pero hay que aceptarla pensando que el fin es muy superior a los medios. He sido luego la ganadora más joven de varios premios más, pero le aseguro que para mí eso no era relevante. Me preguntaba hace un momento si tuvo consecuencias negativas ganar el Planeta tan joven. Creo que no, salvo que antes de que saliera el libro hubo mucho resquemor. Pero no me afectó demasiado porque tenía el entrenamiento de lo que había vivido en el mundo de la música.
– Ha escrito mucho sobre grandes autoras. Ahora hay una cierta polémica sobre los temas de la literatura hecha por mujeres. ¿Usted distingue un libro escrito por una mujer?
– Es fácil saber si un libro está escrito por una mujer… si lo pone en la cubierta. Yo retaría a alguien a una cata ciega, como la que suelo hacer yo misma como jurado de premios literarios en los que los aspirantes se presentan con seudónimo o en los ejercicios del Máster de escritura. Después de tanto tiempo hay una tendencia a asignar características, en las temáticas abordadas y en el lenguaje, a lo que publican hombres y mujeres. Pero depende mucho de si quien escribe quiere situarse en la tradición o quiere romperla. En la autoficción, por ejemplo, se han agudizado algunos rasgos pero cada vez los temas tratados son más parecidos. Si quieres ser más sutil en el análisis, yo no me pillaría los dedos.
– Algunos de los libros más crudos en su temática y desarrollo de los últimos tiempos están escritos por mujeres, de Annie Ernaux a Virginie Despentes.
– Hay un cliché también con eso. Ya hace algún tiempo autoras como Amélie Nothomb han tratado temas escabrosos, como la prostitución. Más atrás, Emilia Pardo Bazán o Kate Chopin causaron escándalo con sus obras pero se nos ha olvidado. Siempre ha habido temas escabrosos pero es cierto que el juicio moral sobre esas obras es algo diferente, o lo ha sido, si los han tratado mujeres. Y si se ha olvidado todo eso es porque mayoritariamente el público lee novelas más amables y textos que arriesgan menos. Ahora se ha pasado de la descripción realista decimonónica al impacto emocional. Hay una intención de experimentar con el lenguaje y los temas tabú que se ve muy bien en autoras jóvenes. Y quizá no tanto por la literatura en sí como por una intención casi privada de hacerlo.
– Al principio, usted escribía historias con un alto nivel de fantasía. Ahora que ha vivido más, que como todos ha tenido amores y decepciones, éxitos y fracasos, sueños y derrotas, ¿le interesa más el realismo?
– Ha influido en ello menos la vivencia real que la intención literaria. Tiene más que ver con las etapas porque yo he recurrido poco a la autoficción. Es cierto que escribí un libro sobre trastornos alimentarios, y ahí sí hay una concesión biográfica, pero tiempo después volví sobre eso y ya lo hice con otra perspectiva. Mi obra está atravesada por una obsesión por el lado oscuro pero la resolución estética es distinta. Al principio, quería demostrar que sabía de literatura; después, he cambiado el artificio por intensidad. Y esos temas de fantasía los he dejado para los relatos.
– ¿Qué opina del estado de la cultura en España en general y la literatura en particular?
– Tiende a olvidarse que hay una gran riqueza y pluralidad en lo que se publica, aunque sea en sellos que venden 400 ejemplares. Los grandes apuestan por títulos con muchas expectativas porque necesitan trabajar con amplios márgenes de retorno de la inversión. Por eso encontraremos apuestas más novedosas, más variadas, en los pequeños, o en los sellos más literarios de esos mismos grandes grupos. Otra cosa es la querencia que tenemos aquí por los autores muertos, en el sentido de que quienes analizan la literatura que se hace hoy mismo se aferran a los viejos buenos tiempos y eso explica el conservadurismo del análisis literario. Cualquier experimento es visto con recelo. Por eso el relevo no está en las obras dirigidas al gran público, cosa que antes sucedía en mayor medida.
– Se habla mucho de la 'espectacularización de la cultura' y la crítica es que lo profundo vende poco y todo es frivolidad y ligereza. Eso en los libros, el cine, la música y por supuesto la TV. ¿Lo ve así?
– Me interesa eso menos que un diálogo entre nuevas tecnologías y literatura. La espectacularización de la que habla lo que hace es favorecer el ritmo de lectura, que sea casi como ver una película. Es cierto que eso ha acercado a nuevos lectores que buscan evasión y así se ha incrementado el volumen total de lectores. Otra cosa es que sea probable que esos recursos envejezcan en muy poco tiempo. Con todo, hay elementos interesantes desde el punto de vista de la iniciación a la lectura.
– ¿Y su propia carrera? ¿Cómo se ve dentro de 25 años, cuando pasen otros tantos como los transcurridos desde el Planeta?
– Me cuesta mucho imaginarme. Espero que tengamos otro debate sobre Inteligencia Artificial y que hablemos de literatura como obra artesanal y no compartida. Espero una libertad intelectual superior a la actual, en el sentido de que haya menos prejuicios. Confío en seguir escribiendo una obra de la que estar orgullosa. Y si no estoy viva, espero haber organizado dignamente mi legado.
– ¿Le angustia quedar bajo una montaña de novedades hechas por jóvenes que quizá conecten mejor con otros jóvenes, que dominen recursos nuevos…?
– Lo que sucede con cualquier creador joven es que necesita matar al padre o al hermano mayor. Parte del pacto con los lectores es que lean, y para ello los estimulamos con novedades continuas más que con criterio. Por eso recogemos lo que hemos sembrado. La voracidad del mercado literario la alimentamos entre todos porque eso da oportunidades. Y ahí están también los autores minoritarios, o los que se autoeditan. Tampoco es algo nuevo. Otra cosa es que pienso que asentar esa base de lectores es más importante incluso que llegar a los nuevos. Y conseguir que den el paso para leer otras cosas más profundas, más interesantes… Los clásicos, por ejemplo. En ese sentido, está muy bien que se estén publicando novelas gráficas que los recuperan.
– Usted siempre ha sido muy activa en internet. ¿Qué opina de los linchamientos que tantos colegas suyos sufren por decir lo que piensan o por no comulgar con las corrientes dominantes?
– Si dejas de opinar por miedo a un linchamiento es que tu convicción es muy débil. Los autores tenemos una voz y pagamos un precio por ello: la crítica y la cancelación están justo ahí. También es cierto que el trato que tú ofreces puede desactivar ciertas actitudes. No seamos ingenuos con lo que se genera alrededor: si quieres seguidores, la polarización funciona. Hay autores que viven a gusto con la atención negativa y otros que no. Y muchos de quienes polarizan se quejan de las duras críticas, pero no dicen nada de las grandes adhesiones que también suman.
– Hay personajes públicos que se han creado su propio personaje para moverse en las redes sociales. ¿Qué opina de eso?
– Hay autores que han surgido en las redes sociales pero no muchos que hayan ido hasta ellas teniendo ya obra. Son estos últimos los que se han creado un personaje porque antes estaban más protegidos.
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