En 1983, en una mansión dentro de una finca de 40 hectáreas a 50 kilómetros de Boston, treinta descendientes de Oscar Mayer se reúnen para repartir la fortuna del magnate de las salchichas, un alemán que creó un imperio cárnico en la primera mitad del ... siglo XX. A Chuck Collins, bisnieto de Mayer que entonces tenía 23 años, le corresponden 500.000 dólares (1,4 millones de euros, al cambio actual). En medio de la reunión, Collins se levanta y dice: «Sé que todos dicen que nunca debes regalar tu patrimonio. ¿Pero por qué no? He estado planteándome si es ético continuar aferrado a una fortuna. ¿Le gustaría a alguien más hablar de renunciar a sus activos?».
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El objetivo de la mayoría de los familiares lejanos de Collins era vivir de las rentas, así que su opinión no fue ni mucho menos mayoritaria. «Eres un hombre egoísta (sic), ingenuo e insensato», recuerda que le respondieron algunos de sus parientes. Pero aquel encuentro terminó de convencer a este recién licenciado universitario de que algo estaba mal en el mundo si determinadas personas podían disfrutar de todos los lujos sin pegar golpe mientras una gran parte de la población vivía con lo justo para llegar a fin de mes. Collins recibió su parte y automáticamente la donó a varias fundaciones sociales. Y ahí comenzó su carrera como activista contra la desigualdad.
Chuck Collins (Wisconsin, Estados Unidos, 1959) acaba de publicar en España 'Los acumuladores de riqueza' (Alianza Editorial), un libro que con ironía e inteligencia trata de explicar los complejos mecanismos que permiten la evasión de impuestos. Paraísos fiscales, organizaciones opacas para guardar el dinero e intercambio de favores con los políticos son algunas de las herramientas que Collins desenmascara.
Director del programa de desigualdad del Instituto de Estudios Políticos de Washington, Collins pide a las nuevas generaciones y especialmente a los profesionales que trabajan con el dinero que mantengan unos elevados criterios éticos. «Suponemos que siempre habrá un país o alguna jurisdicción que esté dispuesta a rebajar sus estándares con tal de hacerse con una parte del negocio. Los que justifican sus acciones y el 'statu quo' dirán: 'Si no lo hago yo, lo hará otro abogado'. La respuesta es no. No hay ningún motivo para que persista esta carrera hacia el abismo entre jurisdicciones y países en los que existe el secreto financiero», explica.
En 2021 Collins se dirigió a los graduados de la Harvard Business School, un público, en teoría, no demasiado partidario, pero su discurso causó un enorme impacto: «No sugiero que os convirtáis en monjes. Podéis ganaros bien la vida sin sacrificar al resto de la sociedad. [.] Pero no trabajéis para la industria de la defensa de la riqueza de los milmillonarios. No malgastéis vuestra vida ocultando el dinero de los ricos»
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