Fernando Bonete
Vermú de domingo ·
Con nuevo libro repleto de anécdotas sobre autores bajo el brazo, asegura que «todos tenemos una mancha en nuestra biografía»Fernando Bonete
Vermú de domingo ·
Con nuevo libro repleto de anécdotas sobre autores bajo el brazo, asegura que «todos tenemos una mancha en nuestra biografía»¿Sabía que Corín Tellado escribió novela erótica, que Agatha Christie era surfera o que James Joyce montó el primer cine que hubo en Irlanda? Lo cuenta Fernando Bonete en 'Malas lenguas' (Ediciones B), libro en el que recopila cien sabrosas anécdotas de autores de ... todas las épocas mientras da buena cuenta de sus conocimientos y de su pasión por la literatura. Periodista, profesor universitario y colaborador en distintos medios, el escritor, además, comparte sus lecturas y recomienda libros en Instagram (@en_bookle), donde ya reúne medio millón de seguidores.
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-Hemingway tomaba un cóctel mezclando vermú rojo y blanco, pero tampoco le hacía ascos al whisky: acabó bebiéndose un litro diario.
-Sí. Tal era su tolerancia al alcohol que llegó un punto en el que podía desayunar un whisky y seguir bebiendo el resto del día. Todo eso le pasó factura porque, además de un estado de salud muy deteriorado, su embriaguez le hacía perder el poco miedo que le quedaba en el cuerpo, por lo que tenía accidentes continuos.
-Balzac, en cambio, se tomaba hasta cincuenta cafés al día para mantenerse despierto y poder leer y escribir.
-Sí. Casi todos los escritores tienen su vicio particular: para algunos fueron las drogas, como Proust; para otros fue el alcohol, como Hemingway; para otros las mujeres, como fue el caso de Lope hasta una cierta edad, porque luego se ordenó sacerdote, y para Balzac fue el café. De hecho, le dedicó un tratado al café y a otros estimulantes hablando de sus virtudes, sobre todo en beneficio de la escritura.
-¿Y cuál es su vicio?
-Lo comparto con Balzac: el café.
-Para cumplir con un plazo de entrega, Víctor Hugo se encerró y se deshizo de la ropa de calle para no tener ninguna tentación de salir. ¿Esto sería como apagar hoy el móvil?
-Me parece muy buena analogía, porque lo que nos hace incumplir los plazos son las distracciones. Si en los tiempos de Víctor Hugo era la cantidad de fiestas de sociedad a las que asistía, ahora es el móvil, y la única forma de no distraernos es dejarlo fuera de la habitación.
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-¿Usted también tuvo que encerrarse para escribir este libro?
-Pues comencé escribiendo una anécdota a la semana, pero, al final, se me echó el tiempo encima y tuve que ir a una por día. El último mes acabé encerrándome por las mañanas a escribir, como Víctor Hugo. La presión de los editores sobre los escritores es un clásico.
-En la puerta de su casa de Roma, Alberti puso un cartel que decía: «no se hacen prólogos».
-Yo creo que llegó a poner un cartel por cada solicitud literaria que no iba acompañada de un estipendio para pagar las facturas porque, al final, es costumbre que los editores y amigos pidan un prólogo o un epílogo y lo paguen con un «gracias». Pero Alberti los escribía porque se lo pedían los amigos, y siempre cumplía. Hasta llegó a rechazar el Nobel para quedarse con un premio menor: además de porque decía que los suecos no eran capaces de entender 'Marinero en tierra', porque luego, con el dinero de ese premio menor, pudo invitar a sus amigos a helados.
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-Hablando del Nobel, ¿qué le ha parecido su concesión a la escritora Han Kang?
-Solo puedo opinar de 'La vegetariana', la única novela suya que he leído. Aborda cuestiones como el hiperindividualismo, la soledad, la falta de empatía y, sobre todo, la ausencia de compasión y misericordia. No es una novela localista, surcoreana, sino que trata un tema que apunta a la naturaleza del tiempo que vivimos, también o muy especialmente en Occidente. Es un relato muy crudo, pero, al mismo tiempo, las relaciones que teje entre los personajes son de una sutileza psicológica inteligentísima. A pesar de ello, y con todo lo que me ha gustado, me falta más hondura, más profundidad. Kang es una escritora notabilísima, pero no sé si memorable.
-¿A quién se lo hubiera dado?
-Tuve la suerte de que se lo dieran el año pasado a Jon Fosse. Este año, yo apostaba por Cartarescu, pero bueno, ahí queda para otra ocasión.
-Al hablar de Burroughs, escribe: «Separar vida y obra es siempre la mejor y más sana de las opciones».
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-Sí, lo digo porque mató a su mujer de un tiro en la cabeza y, además, no tuvo castigo por ello. También lo digo en el caso de Lewis Carroll, porque los padres leemos sus cuentos a nuestros hijos y resulta que era pedófilo, por lo que el reparo está ahí, aunque eso no exista en su obra. Pero, si nos ponemos en esa dinámica de no leer a los autores por quiénes son y no por lo que escriben, no leeríamos nada de nadie, porque todos tenemos una mancha en nuestra biografía.
-Conocer esos episodios cambia la lectura de la obra.
-Tanto para bien como para mal: si sabes las cosas censurables que ha hecho un escritor, las tienes presentes cuando lo estás leyendo. Pero también las tienes presentes para bien, porque conocerlas alumbra su obra de otra manera. Es cierto que no siempre se puede hacer esa lectura biográfica, pero tampoco es menos cierto que algo de la vida del autor siempre queda en la obra. En la de Burroughs quedó esa violencia, incluso ese jactarse de los actos inmorales que realizan sus personajes, y eso se entiende sabiendo que mató a su mujer.
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