Carme Chaparro
VERMÚ DE DOMINGO ·
Asesina de éxito en la ficción, se queja de que «parece que las mujeres estemos obligadas a tener eternamente 40 años»Secciones
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Carme Chaparro
VERMÚ DE DOMINGO ·
Asesina de éxito en la ficción, se queja de que «parece que las mujeres estemos obligadas a tener eternamente 40 años»Será porque, entre otras cosas, compartimos edad e inseguridades, pero la complicidad con Carme Chaparro no tarda en surgir. Será, además, porque lo pone muy fácil al mostrarse cercana. Novelista exitosa tras la trilogía de la inspectora Ana Arén, cuya primera entrega consiguió el Primavera ... de Novela, acaba de publicar 'Delito' (Espasa). En él, a golpe de tecla vertiginosa y negra, combate a enemigos propios y ajenos a través de un grupo de complejos personajes encabezados por Santi Munárriz, forense superdotado y glacial que solo se desmelena al subirse al escenario vestido de mujer. Como buena periodista, Chaparro se nutre de la realidad y aborda en su libro los temas más actuales. De paso, aprovecha para dar algún mamporro: «Lo que no puedo hacer en un informativo lo hago en la novela».
-¿Preferiría tomarse el vermú con un novelista al que admire o con alguien que le diera la exclusiva de su vida?
-¡Ostras! Pues con alguien que me diera la exclusiva de mi vida.
-Le sigue tirando la profesión.
-Me tira, me tira. ¡Es el periodismo, lo siento! [risas].
-El inicio de 'Delito' es muy potente: diez personas sin conexión entre sí saltan a la vez desde la séptima planta de un hotel. Como decía DeMille de las películas, «empieza con un terremoto, y desde ahí hacia arriba».
-Dicen que hay escritores de brújula y escritores de mapa. Yo soy de brújula y, además, la tengo rota, es decir, yo sabía algunos temas que quería tocar, pero no sabía cómo serían los personajes, quizá porque escribo con las tripas y con la ansiedad de querer saber qué es lo que va a pasar en la siguiente página. Como mis padres me pagaron un curso de mecanografía con una Olivetti de esas de hace 40 años, escribo con los diez dedos y soy capaz de ir muy rápido pensando y escribiendo, y creo que el lector nota mi impaciencia por saber qué hacen los personajes y hacia dónde va la historia.
-Santi Munárriz es forense de día y Delito de noche. ¿Cuál sería su nombre artístico?
-No sé, La Niña Despreocupada o La Niña Feliz, que es lo que me falta [se ríe]. Santi se convierte en Delito porque es el único momento en el que se permite sentir algo. Si me creara un 'alter ego' sería para permitirme lo que no me permito habitualmente, y dejar de fustigarme a mí misma y cosas de esas. La Niña Sin Culpa podría ser.
-Le pasa como al personaje de Berta, que vive atravesado por la culpa.
-Estoy aprendiendo a dejarlo. Acabo de cumplir 50, y creo que la edad es experiencia, sabiduría y cosas que pasan en la vida que te enseñan lo que de verdad es importante, que es el tiempo que puedes pasar con la gente a la que quieres, la salud de esas personas, la capacidad de estar juntos. El resto es accesorio.
-Hablando de cumplir los 50, alguna vez ha comentado lo complicada que es esa etapa para nosotras. Le agradezco la sinceridad.
-Es que parece que las mujeres estemos obligadas a tener eternamente 40 años, pero el cuerpo y las hormonas cambian. Cada año que pasa me he visto siempre mejor física y mentalmente, pero últimamente noto cómo el cuerpo empieza a cambiar, y la cara, y la calidad del pelo, y el tono muscular… He de aprender a reconciliarme con mi cuerpo, que me permite seguir viva y me ha dado dos hijas fantásticas. Pero es esa dualidad de decir ¡joder!, es que es la presión social, y más en mi trabajo, que tiene mucho que ver con la imagen, pero también me impongo esa presión a mí misma. Son etapas de la vida, y estoy en proceso de intelectualizarlo. Y hay que dar gracias de que nos pase porque indica que hemos llegado a los 50.
-En su novela plantea qué sucede con los familiares de aquellos que han cometido un delito.
-Este tema me vino a la cabeza al hacer un reportaje en Tenerife sobre el padre que asesinó a las dos niñas tirándolas al océano, y luego se suicidó. La gran víctima era la madre, claro, pero viendo a los padres de él me di cuenta de que ellos eran las otras grandes víctimas: habían perdido a dos nietas, y a un hijo y, además, vivían en la dualidad de yo quiero a mi hijo porque es mi hijo, pero también es un asesino. Nadie les consideraba víctimas. Entonces pensé llevar ese punto de vista a esta novela a través de la hermana y la madre de un violador en serie, y cómo se enfrentan de manera muy distinta a lo que ha hecho.
-«Mato (mucho) en la ficción», afirma en su perfil de Twitter. Le entrarían ganas de matar a aquel escritor que, en la fiesta del Premio Primavera, le soltó que era demasiado guapa para ser una buena escritora.
-No, me dieron ganas de tirarle el vino encima, pero era una fiesta y no quería que eso se convirtiera en el centro de la noche. Lo conté años después para que se viera que, aunque cada vez menos, siguen existiendo los prejuicios hacia las mujeres escritoras, y más en mi caso, que llevo 26 años haciendo televisión. Me decía Julia Otero que era una barbaridad eso de «chica-tele, pues no habrá escrito un buen libro», que la gente lo leyera y se quitara los prejuicios.
-¿Se lo ha vuelto a encontrar?
-Sí, pero huyo. Soy muy mala en los enfrentamientos. Mis personajes son muy buenos en eso, pero yo no. Soy más de dialogar.
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