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Reunir la geografía y la historia es la misión de los geohistoriadores, y pocos tan destacados como el francés Christian Grataloup (Lyon, 1951). Profesor emérito de la Universidad de París Diderot, Grataloup acaba de publicar en España 'La historia del mundo. Un atlas' (Península), un ... ambicioso libro que busca representar desde la prehistoria hasta el presente y donde cada mapa está situado en su contexto histórico global, con imágenes y datos que ofrecen al lector perspectivas totalmente novedosas sobre los territorios y las épocas.
-¿Cuánto duró el eurocentrismo en los mapas y cuáles fueron las razones de su fin?
-Hasta el siglo XVI, en la ignorancia de América, los planisferios, ya fueran occidentales (herederos de la cartografía griega, por tanto árabe, persa, europea...) u orientales (cartografía china y su cartografía y su periferia coreana), se centraban en 'la Isla Grande', que a mí me gusta denominar 'Eufrasia' (Europa-África'Asia). Fue a finales del siglo XVI, tras una fase de experimentación cartográfica bastante inventiva, cuando nació nuestro planisferio gracias en particular a los cartógrafos flamencos Ortelius y Mercator, que codificaron la imagen del mundo que se nos ha hecho familiar, casi 'natural'. Con algunas variaciones en las técnicas de proyección (técnicas matemáticas para pasar de una superficie redonda a una plana), siguió siendo lo habitual hasta finales del siglo XX. La idea era que un país poderoso que se creía en el centro del mundo se colocaba a la vez en el centro del mapa. Esto se hizo en Estados Unidos desde la década de 1940 (en los mapas de National Geographic) y así había ocurrido antes en China: cuando en 1605 el jesuita Matteo Ricci mostró a sus interlocutores de Pekín cómo hacer un planisferio al estilo europeo, colocó el Reino Medio en el centro; este planisferio sirvió entonces de modelo para la cartografía china moderna. Pero en los años setenta se produjo un cambio importante en la visión del mundo que también repercutió en la historia. Hasta entonces, habíamos pensado principalmente en términos temporales, de evolución hacia un futuro deseable. La idea clave de la 'modernidad' era el progreso, ya fuera el crecimiento económico y democrático o por el Grand Soir socialista (anunciando el gran acontecimiento que iba a acabar con el capitalismo). Esta visión compartida, heredera de la Ilustración del siglo XVIII, se expresaba en términos de etapas: países menos avanzados, países subdesarrollados, países en vías de desarrollo... Fue el tiempo el que puso orden en el espacio. Con las crisis del petróleo y el primer auge de las economías de Asia Oriental (primero Japón, luego los NEI -Países Recientemente Industrializados-, como Corea del Sur), y después la globalización financiera, quedó claro que nosotros, en Occidente, ya no éramos el único modelo. Era el momento de la 'posmodernidad' o del 'fin de las grandes narrativas evolutivas' como el marxismo. Fue, por tanto, simultáneamente el momento de los planisferios no eurocéntricos. Técnicamente, esto no es nada nuevo; se trata de un cambio de puesta en escena, como el mapa del 'Tercer Mundo' de Peters, que fue una verdadera moda, o el planisferio australiano de McArthur, dibujado en 1979, que sitúa a Australia en la parte superior y en el centro. Desde entonces, los tipos de planisferios se han multiplicado, y eso está bien.
-¿Hay todavía geógrafos que se resistan al fin del eurocentrismo o el fin del eurocentrismo está ya aceptado por toda la comunidad académica?
-El eurocentrismo era evidente en el siglo XIX y principios del XX, porque entonces Europa era realmente el centro del mundo. Antes de eso, del siglo XVI al XVIII, digamos que se trataba más bien de una agenda imperialista. Los chinos o los japoneses 'no sabían' que eran 'asiáticos', ya que las divisiones proyectadas sobre la Tierra que llamamos continentes son una creación cultural totalmente europea. Pero a finales del siglo XIX, el planisferio clásico era un hecho compartido porque el mundo se había configurado así. Hoy es más bien una cuestión pedagógica, tanto en la prensa como en las escuelas. Muchos planisferios pueden resultar desconcertantes; la gente da la vuelta al libro o al periódico para ponerlo 'al derecho', o gira la imagen en la pantalla. Pero por lo demás, la comunidad académica ha asumido plenamente la pluralidad de visiones del mundo.
-El siguiente paso fue cambiar los mapas históricos. ¿En qué se diferencian los mapas históricos de hace cinco décadas de los actuales?
-La historia sólo existe en el presente, ya sea erudita o popular. Lo mismo ocurre con la cartografía histórica. Hoy ya no se descuidan las sociedades olvidadas por la historia tradicional, muy centrada en las 'grandes civilizaciones'. Ahora se hace hincapié en los 'intermedios', los momentos considerados bárbaros, oscuros, de transición. Lo mismo ocurre con los espacios intermedios, fragmentados, sin llegar al extremo opuesto, que sería olvidar las grandes configuraciones geopolíticas imperiales. Por otro lado, los mapas son mucho más demandados hoy en día. Se habla de un 'giro cartográfico' que es muy evidente en la prensa, tanto escrita como audiovisual. En Francia, Le Monde ha creado un notable equipo cartográfico-infográfico, que cuenta ahora con dieciséis cartógrafos-periodistas, una nueva profesión. En la cadena de televisión franco-alemana Arte, el programa 'Le dessous des cartes' (en el que colaboré) es muy popular. Hay razones técnicas para ello, la mayor rapidez y facilidad de la cartografía informatizada frente a la manual, pero no sólo eso. Existe una verdadera demanda social de mapas. Por ello, los atlas históricos son mucho más cartográficos. En este caso, yo he reducido la cantidad de texto al mínimo, mientras que la tendencia histórica era escribir una historia y luego pedir un mapa para ilustrarla.
-En su libro el lector descubre, por ejemplo, que la dinastía asiática Han llegó a ocupar más territorio que el Imperio Romano. Al preparar sus atlas históricos, ¿qué es lo que más le ha sorprendido?
-Efectivamente, lo que hace el atlas es mostrar estos imperios en la misma escala gráfica, y podemos ver que en ambos extremos de Eurasia, los romanos y los Han son territorialmente iguales. Pero si queremos tranquilizar a los mediterráneos, el tamaño del imperio Han se debe en parte a sus conquistas a lo largo de la Ruta de la Seda, que se construyó en el periodo Han, hasta Asia Central. Y se trata en gran parte de regiones desérticas.
-¿Qué civilización histórica se alegra más de haber recuperado?
-Especialmente en la cartografía de las sociedades agrupadas en la parte 2 del libro, que se llama 'Unos mundos ampliamente autónomos', se habla de esos pueblos que antaño se llamaban 'sin historia'. En general, la colonización austronesia en el Pacífico está muy olvidada. Es una visión del mundo opuesta a la nuestra, 'al otro lado' de la Tierra. Algunos de los mapas son inéditos: por ejemplo, el de los pueblos del Extremo Norte, que requirió una gran labor de documentación y otra visión diferente, centrada en el polo.
-¿Cómo serán los mapas del futuro?
-En nuestro caso, todos nuestros mapas ya están disponibles en línea gratuitamente, descargables en alta definición. También tenemos en la web de la revista L'Histoire mapas animados sobre determinados temas. Pero el futuro está en los hologramas, mapas en 3D que podamos animar. Sueño con un Google Earth geohistórico.
-¿Es posible que el cambio climático obligue a modificar los mapas? ¿Y la inteligencia artificial?
-Los entornos naturales están cambiando. Esto es más propio del Atlas Histórico de la Tierra que publicamos el pasado octubre y que (aún) no está traducido al español. Para los mapas de historia humana, no creo que cambie el pasado. Pero los acontecimientos relacionados con la crisis medioambiental que se avecinan requerirán nuevos mapas. La inteligencia artificial me parece más bien una forma de ahorrar tiempo en la preparación. En cualquier caso, un atlas es una elección, a veces difícil, entre muchos mapas existentes o potenciales. La elección será mayor con bases de datos preprocesadas más grandes. Creo que dentro de diez años los atlas en papel seguirán existiendo y funcionando bien, pero serán el buque insignia en torno al cual girará toda una flota de documentos en línea, o incluso se crearán a la carta cotejando mapas existentes o proyectando datos aún no cartografiados, lo que permite la inteligencia artificial. ¡Esto es apasionante!
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