«La democracia no está completamente protegida de los líderes autoritarios»

«En la última década, hemos visto en multitud de países a infinidad de líderes, Trump, Xi Jinping, Bolsonaro, Johnson, Orban o Modi, que comparten el culto a la personalidad, vinculan su destino político al del país, proclaman que solo ellos pueden 'arreglar' todo lo que funciona mal y crean crisis para aparecer como salvadores», subraya Rachman, que analiza cómo estos liderazgos se aprovechan de las debilidades del sistema. «Para empezar, su llegada al poder, en países como Estados Unidos o Reino Unido, demuestra que las democracias no están protegidas completamente de los líderes autoritarios, aunque tienen una parte buena, los ciudadanos pueden deshacerse de ellos, no como en China, por ejemplo», subraya el periodista.

Y una vez dentro, erosionan las instituciones sin necesidad de sacar los tanques o tomar los medios de comunicación. «Desgastan el sistema electoral, presionan a los medios y a los tribunales de justicia y tratan de doblegar a la sociedad civil y a los empresarios, intentando asegurar que los negocios dependan siempre del Gobierno», explica Rachman.

Tras la caída de Bolsonaro y a la espera de que Trump pueda volver a gobernar Estados Unidos, la partida entre las democracias liberales y el autoritarismo se juega ahora en Ucrania, cree el autor. «Si Putin acaba cayendo, podríamos estar ante el inicio de un cambio de época», apunta, aunque no se muestra excesivamente optimista: «Seguirán en el poder Xi Jinping y Modi. Lo más probable es que si Putin pierde el poder, entremos en un periodo incierto».

Líderes autoritarios hay en la derecha y en la izquierda, que comparten los medios para llegar al poder y la idea de que la separación de poderes «es un obstáculo», aunque difieren en otros aspectos y localizaciones. «En general, aparecen más líderes autoritarios de derechas, y los de izquierdas tienden a triunfar en Latinoamérica, lo que nos habla de un tradición latina de populismo de izquierda. Entre los autoritarios se encuentran similitudes, pero no son iguales».

En su obra, Rachman introduce una variable interesante: los ciclos políticos duran aproximadamente 30 años. Así, tras la Segunda Guerra Mundial llegaron tres décadas de asentamiento de las democracias y después tres más de 'neoliberalismo' que las extendió al sur de Europa o a Latinoamérica. Pero a partir de 2005 se produjo un ascenso liberal. ¿Eso significa que en 2035 habrá un nuevo cambio de ciclo? «Bueno, esos periodos son un poco artificiales», concede.

«Lo que tratamos es de ver los acontecimientos e interpretarlos -continúa el autor- y sí parece que existen movimientos ideológicos que entran con el fin de corregir los errores de la era anterior, tienen un periodo de éxito, se vuelven sobreconfiados, cometen un error terrible y entonces comienza una etapa de retroceso. Pero con el liderazgo de los hombres fuertes ocurre una disfuncionalidad que puede cambiar la ecuación: no ceden el poder y a menudo no existe un mecanismo para sacarlos del sistema».

Y ante este panorama, ¿hay esperanza para la democracia liberal? «Sí, porque al final, para sociedades relativamente ricas, sigue siendo la mejor manera de equilibrar todo lo que queremos, libertad política y económica, la capacidad de corregir errores. Eso no significa que las democracias solucionen todos los conflictos o que nos vayan a salvar de catástrofes puntuales, pero sí creo que es un sistema más atractivo que los demás».