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Mara Torres, periodista, escritora y autora de 'Recuérdame bailando'. Juan Naharro
«No debemos ser cómplices del silencio que pesa sobre el suicidio»

Mara Torres

Periodista y escritora
«No debemos ser cómplices del silencio que pesa sobre el suicidio»

La periodista Mara Torres convierte la trágica muerte de su hermana Aly en un emotivo canto a la vida nacido de un inmenso dolor con 'Recuérdame bailando'

Sábado, 5 de abril 2025

Durante meses Mara Torres (Madrid, 1974) rompía a llorar cada tarde a las seis y media. A esa hora supo que su hermana Aly se había quitado la vida con 33 años. El 16 de septiembre de 2013 se abrió un oscuro abismo entre los suyos. Torres lo remonta escalando con la palabra las simas del dolor en 'Recuérdame bailando' (Planeta), un libro contra un silencio que también mata. Incluye el diario en que vemos como Alicia Torres lucha por vivir y se desmorona.

–Quien espere un libro lacrimógeno hallará un relato que busca luz en la oscuridad.

–Tal cual. Hablo de suicidio pero es un canto a la vida. El título, una declaración de intenciones. Lo escribió Aly en la carta que dejó a sus amigos. Era luminosa, vital, divertida, activa... pero con un interior lleno de sufrimiento. La recordamos como ella quería. Si escondes el suicidio no puedes entender que había una vida antes de la muerte. Aly quería vivir.

–Ha necesitado doce años para afrontar ¿un relato paliativo?

–Sí. Tras 'Los años felices', mi segunda novela, cada vez que me sentaba a escribir me asaltaba la historia de mi hermana. Me resistía a escribirla, pero me di por vencida. Nunca fue un diario ni una confesión íntima. Escribía para un lector. Pero pensé no firmarla, hacerlo con seudónimo, o que si lo firmaba, nunca contaría que me había pasado a mí. Eso me dio libertad para escribir sin filtros una novela real, con personajes, contexto, historia, principio, nudo y desenlace.

–¿Qué le impulsó a firmarlo?

–Todo lo que investigué. Con 4.000 suicidios al año, once al día, es la primera causa de fallecimiento entre los jóvenes en España. Por tráfico hay entre 600 y 700 muertos al año. Si no lo firmaba participaría del silencio, del tabú y el estigma que acompaña al suicidio. A las familias y a quienes sufren no les ayuda nada ese denso silencio del que no debemos ser cómplices. Necesitan información.

–¿El silencio mata y hablar sana?

–Sí. Ojalá Aly nos hubiera contado qué le pasaba. Lo descubrimos leyendo su diario, cuando era inevitable. Hablar con el psiquiatra es el primer paso para obtener las herramientas necesarias y poder solucionar los problemas. Habla y vive. El suicidio nunca es un acto de libertad. La tristeza que se apodera de ti toma la decisión.

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–¿Aparece la vergüenza que abona ese silencio?

–Hay que vencerla. Cuando el alzhéimer se escondía, el documental sobre Pasquall Maragall visibilizó una enfermedad que mina a muchísimas familias. Cuando Carlos Llamas dijo en la radio «tengo cáncer» surtió el mismo efecto. El suicidio tiene que ver con la salud mental. Visibilizarlo informa y ayuda a miles de familias.

–¿Escribir le ha permitido entender las razones de Aly?

–Buscas porqués a lo inexplicable. Cuando ordenas la información y lees su diario entiendes que no hay una causa o un impulso. Que algo se gestaba en su mente desde hacía muchos años. Habla de un patito raro entre muchos patitos blancos, de una neurona descontrolada. Tenía una patología mental sin diagnosticar. Albergaba una tristeza profunda, ¿una depresión?. Pero era tan vitalista que nos costaba entenderlo.

–¿Surge la culpa por no detectar esas alarmas que lanzan todos los suicidas?

– Los ¿y si...? Nos preguntamos qué podríamos haber hecho, claro. Pero no me gustaría hablar de culpa. Aly anula cualquier culpa en su diario. Solo da las gracias. Se siente protegida y querida. Se aferraba a cualquier atisbo de felicidad. Ojalá hubiéramos sabido lo que escribía. El libro no habla de quién podía haber hecho algo, y sí de qué pasaba en su mente. Si hay un responsable es la falta de información.

–La mayoría de los suicidas quieren vivir, dice.

–Está demostrado. Es un mito que los suicidas no quieren vivir. Aly quería vivir, insisto. Ojalá hubiera tocado las teclas adecuadas. No sabía a quién contárselo. No quería preocuparnos.

«Volverás a ser feliz y dejarás de llorar cada tarde», le dijo la reina Letizia, que también perdió a su hermana Érika con 31 años

–Un amigo le dice que Aly habla de suicidio y usted le preguntó a ella.

–Sí, pero me echó una bronca formidable. Aun antes, con 13 años, se tomó unos analgésicos y el médico le restó importancia. Hoy sabemos que es un factor que multiplica exponencialmente la posibilidades de consumarlo. En el libro hay un montón de pistas, que por una parte nos consuelan. Se podía haber prevenido, pero no supimos.

–«Volverás a ser feliz», le anticipó la reina Letizia, que vivió el suicido su hermana Érika.

–Le agradezco muchísimo aquella frase. Me dijo que un día dejaría de llorar a las seis y media de la tarde. Que una familia que está unida recupera la felicidad. Lo que me parecía imposible se cumplió. Somos supervivientes natos. No tengo ningún miedo a decirlo: volvemos a reírnos, a divertirnos, a ser felices ante cualquier circunstancia. Es una imposición vital. Mi hermana no permitiría que no fuera así.

–Presenta a Aly como una luchadora que perdió su batalla por la vida.

–Hizo terapia y trató de aferrarse a la vida, a cualquier cosa para salir adelante. Buscaba fuerzas en la derrota. Peleó contra sí misma, no se abandonó, pero perdió la batalla contra su mente. Lo esperanzador del libro es que se puede encontrar los tratamientos que Aly no tuvo por no estar diagnosticada.

–¿El suicidio se puede prevenir?

–Desde luego. Lo sostienen todos los psiquiatras, pero necesitamos hablar con sensibilidad, rigor y calma.

–¿No somos conscientes de nuestra fragilidad mental?

–No. Somos muy conscientes de la enfermedad física, pero no de la severidad de un mal mental se convierte en mortal en segundos.

Mara Torres. Juan Naharro

–¿Nunca conocemos de veras a quien creemos conocer?

–Nadie conoce la verdadera intimidad de sus seres más cercanos. Es inquietante. Aly, Eva y yo, las tres hermanas, éramos una piña. Aly tenía una sensibilidad especial, pero eso no te conduce al suicidio. La vida y la muerte caminan de la mano. Puedes llevar una vida aparentemente luminosa y albergar una enorme tristeza interior, ese hundimiento que llevó a Aly a la muerte.

–Dentro de tanto dolor el libro tiene humor.

–Es un bálsamo necesario en los peores momentos. Estás llorando, y a la mínima te ríes. Mi hermana reía hasta las lágrimas con un sonrisa contagiosa. Tomarse la vida con humor nos salva de todo.

–¿Preparada para la crítica y los palos por hacer exhibicionismo emocional?

–Ni mi familia ni yo no necesitamos este nivel de exposición. Llevo 25 años en la profesión y nadie sabe nada de mi vida. Pero no publicar con mi nombre me hacía cómplice de un silencio tan dañino. No quería serlo, insisto, y vencimos el pudor.

–El libro es una declaración de amor nacida de un profundo dolor.

–Como decía José Hierro, va del dolor a la alegría. No sería justo hablar solo del drama. Quería compartir los esfuerzos de Aly por salir adelante, mostrar que no es tan fácil encontrar pistas que muchas personas esconden por no preocupar a quienes quieren. Hoy tenemos más información. Hay un teléfono al que llamar, el 024 que casi nadie conoce. La salud mental empieza a ocupar espacio en los medios. Todos son avances que ayudan a la prevención.

–¿Volverá a la novela?

–Ojalá no hubiera tenido que escribir este libro. Era un peso que me impedía escribir otras cosas. Ahora la mochila está más ligera.

–Se apartó de la tele para volver al calor radio. Presenta 'El Faro' en la Cadena Ser ¿Añora las cámaras?

–Ahora la radio tiene imagen. Son medios cada vez más unidos y es difícil decantarme. Me interesa más el proyecto que el formato. La radio me sigue haciendo muy feliz. Y eso que el horario es muy duro. Acostarte todos los días a las cinco de la mañana no es lo mismo a los 20 que a los 50 años. Muchos de mis lectores son oyentes. Me han ayudado mucho las entrevistas de los 'gatopardos' donde me hablan de momentos de hundimiento y depresión. Habla con naturalidad y honestidad de la pérdida de seres queridos ir a terapeutas.

–Seguro que hay cantos de sirena televisivos

–Alguno ha habido. Pero de momento estoy muy tranquila en la radio con un programa que me hace aprender muchísimo y estar en contacto con los oyentes.

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