César Pérez Gellida, durante una de las presentaciones de 'Todo lo peor' en Salamanca. Manu Laya

«Los ochenta son un tiempo maravilloso para la novela negra»

César Pérez Gellida regresa a Berlín oriental para ahondar en los entresijos policiales y políticos en 'Todo lo peor'

Lunes, 23 de diciembre 2019, 00:17

Los asesinos en serie pueden actuar donde, como y cuando sea. No hay ningún país que esté libre de tener entre sus ciudadanos a varias personas que por los motivos que sean (ni todos tienen problemas mentales ni son seres con un coeficiente intelectual superior ... a la media) deciden causar el pánico en su comunidad. Ni siquiera la Unión Soviética, pese a que sus autoridades negaron una y otra vez que existieran en aquellos lugares donde gobernaba el comunismo. «El Estado, la propaganda soviética, decía que esa lacra de los asesinos en serie solo podía corresponder a una sociedad enferma como la capitalista», explica el escritor César Pérez Gellida (Valladolid, 1974).

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Una actitud que siguieron otros Estados de la órbita soviética, como la República Democrática Alemana (RDA). No podía existir este tipo de personas, propias de la sociedad 'decadente' capitalista. Pérez Gellida, en cambio, sí saca a relucir las atrocidades de estos seres humanos. Si hace un año, el escritor vallisoletano presentaba a un secuestrador y asesino de cinco menores en 'Todo lo mejor', ahora regresa con un asesino de homosexuales en 'Todo lo peor' (ambos títulos en Suma). Dos novelas ambientadas en Berlín Oriental, una ciudad partida por un muro de infamia y que se convirtió en uno de los lugares más calientes de la Guerra Fría. «La ciudad era el epicentro del espionaje mundial y eso ya tinta de negro cualquier página que quieras escribir. Es una atmósfera similar pero con dos formas de vida diferentes. Y luego sucedían cosas, como los asesinatos en serie». Además, en una época donde «el imperialismo ya se estaba imponiendo al comunismo, que no quería dar su brazo a torcer». «Los ochenta son un lugar maravilloso para la novela negra», afirma con contundencia.

«La propaganda soviética decía que los asesinos en serie eran una lacra de una sociedad capitalista»

Pérez Gellida vuelve a la capital alemana para «recorrer el camino vital» de uno de sus personajes predilectos: Viktor Lavrov. O Armando Lopategui. En definitiva, Carapocha. Tres nombres distintos para un agente de la KGB y psicólogo criminalista que los 'gellidistas', los seguidores del novelista, ya conocieron en 'Refranes, canciones y rastros de sangre', la primera trilogía del escritor a la que siguió 'Versos, canciones y trocitos de carne'. Un personaje que lleva «muy adentro». «El lector conoce a Armando Lopategui. Sabe que es muy manipulador, que está entre el bien y el mal, que tiene buenos propósitos pero puede estar equivocado», añade. «Pero desconocían qué caminos recorrió para llegar a esa conclusión», incide Pérez Gellida, que apostó por dos novelas para conseguir explicar quién es este poliédrico ruso hijo de exiliados españoles.

«En mi cabeza tenía el esbozo de dos historias independientes pero que se complementaran para que el lector entienda cómo un tipo puede caer en ese pozo de la obsesión por descifrar la mente criminal», apunta sobre sus dos últimos libros este licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Valladolid.

Cuarteto

El agente de la KGB sufre esa tortura de «no saber dónde está» aunque intenta descubrirlo. «Tiene sus propias leyes morales. Cuando el lector termine, me gustaría que estuviera al lado de Viktor Lavrov», dice Pérez Gellida, que regresa a las vigiladas calles berlinesas. En esta segunda visita a la vida de Lavrov, siguen en ella Erika Eisemberg, pareja de Viktor y agente de la Stasi (la policía secreta de la RDA), y los hermanos y agentes de la Kriminalpolizei Otto y Birgit Bauer.

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Varios cadáveres de homosexuales han aparecido en Berlín Este. Las autoridades de la República Democrática Alemana intentan que el asunto no se conozca, hasta que una de las víctimas es un alto cargo. Entonces, el director de la Stasi, Erich Mielke, encarga a Lavrov investigar quiçen es el asesino en medio de una serie de intereses políticos que cruza la línea que separa las dos partes de la ciudad de la que Pérez Gellida se tuvo que empapar. «Me ha costado horrores hacer la reconstrucción de los lugarres para hacer estas novelas», apunta el escritor, acostumbrado a publicar un libro cada año pero que no quiere desvelar si como Carapocha va a rescatar del cajón de las ideas al inspector Ramiro Sancho, protagonista de sus trilogías. «Puede que haya algo. Veremos», indica esquivo y entre risas.

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