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Álvaro Soto
Lunes, 20 de febrero 2017, 00:15
En los años 50 y 60, los barceloneses de toda la vida miraban para otro lado cuando pasaban por la ladera de la montaña de Montjuïc. Allí se arracimaban los 'inmigrantes' del resto de España, castellanos, andaluces y extremeños, los vulgarmente llamados 'charnegos', que se ... habían ido a Cataluña en busca de expectativas vitales menos negras. Pero sus historias no fueron escuchadas hasta que puso letra al drama Francisco Candel (1925-2007), otro emigrante, en este caso valenciano, que conocía de primera mano la miseria de estas chabolas donde «la ciudad perdía su nombre».
Sus libros fueron un aldabonazo en las conciencias de quienes no querían enterarse de que en su ciudad se levantaba un trozo de tercer mundo. Especialmente 'Els altres catalans' (1964) hizo de Candel la voz de los pobres. La editorial Debate publica ahora 'El gran dolor del mundo. Diarios 1944-1975', un texto inédito en el que el autor, convertido con el tiempo en un referente de la izquierda política y social, relata su vida cotidiana en Barcelona hasta la muerte de Franco, sus circunstancias familiares, su lucha contra la censura y hasta sus dudas existenciales, las de un hombre que quiere creer en Dios pero no puede.
Los 'Diarios' muestran la extrema coherencia de Candel, que aparece a ojos del lector como un 'hombre bueno' al estilo de Machado: humilde, ético, siempre del lado de los necesitados. A Candel le sorprende el éxito editorial de su libro (más de 30.000 ejemplares vendidos en apenas unos meses) y el debate que genera en la sociedad catalana. Algunos de los 'suyos' le achacan «haberse pasado al enemigo y que era un catalanista». Otros, sin embargo, le agradecen «haber revalorizado la palabra inmigrante». «Casi todo el mundo discrepa en algo o da su opinión. No se olvidan del 'a mí me pasó' o 'a mí me hicieron'», escribe.
A los catalanes de siempre el libro les enseñó una realidad que no querían ver, las pésimas condiciones de vida de los 'inmigrantes'. «Los cargos directivos de las entidades los tienen los catalenes y no admiten que sean socios de ellas los 'charnegos'», critica Candel. Párrafos como este salpican la obra de un hombre de frontera que supo a la vez denunciar el sufrimiento, estar agradecido a la tierra que le acogió y soñar con un futuro en el que la valía personal fuera más importante que el origen.
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