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El historiador Juan Pablo Fusi.
«La Constitución tiene que ser el fundamento de un sistema duradero»

«La Constitución tiene que ser el fundamento de un sistema duradero»

Tras el éxito de 'Historia mínima de España', el catedrático Juan Pablo Fusi vuelve al género de la divulgación con 'Breve historia del mundo'

Álvaro Soto

Domingo, 17 de abril 2016, 07:14

Tras el éxito de ventas de Historia mínima de España, el catedrático de la Complutense Juan Pablo Fusi (San Sebastián, 1945) hace una nueva incursión en el género de la divulgación histórica con su nueva obra, Breve historia del mundo, un recorrido desde la Edad Media hasta la actualidad. Deudor, al menos formalmente, de autores como Javier Cossío Villegas, Vicens Vives o Pierre Vilar, la obra ofrece una aproximación a la Historia desde la perspectiva de la generación de Fusi. Eso hizo que el encargo fuera irresistible, sostiene el autor.

¿Cree que el éxito de ventas de sus libros se debe a un creciente interés por la Historia?

Yo veo una actitud contradictoria en la sociedad hacia la Historia. Yo diría, dando la razón a Ortega, que el hombre no tiene naturaleza, sino historia. Él acuña la expresión 'naturaleza histórica' para explicar al hombre, y eso es verdad. Toda razón acaba siendo una razón histórica. Cada uno somos lo que vamos siendo. Eso es algo que la sociedad no tiene que ir por la calle sabiéndolo, pero cuando alguien quiere explicarse algo, tiene que mirar a la Historia. Resulta contradictorio que con nuestra vida frenética, con la desaparición del libro, con las monografías muy densas... Que una persona que tiene x actividades a las siete de la tarde coja una monografía. Pero estos libros tratan de responder a la necesidad de los hombres que tienen interés pero no tienen tiempo. Pero en aras de una divulgación mal entendida no podemos traicionar el planteamiento de problema esenciales en la historia.

Su Historia breve del mundo abunda en la idea de que la cultura grecorromana y el cristianismo son los pilares de Europa. ¿Cree que ese origen debería, por ejemplo, explicitarse en una futura constitución europea?

No, el mundo está secularizado desde el siglo XIX y los textos ya no tienen impronta religiosa. Pero el historiador sí puede decir que nuestro concepto de visión racional procede del mundo grecorromano y que nuestra espiritualidad vienen del mundo romano: los conceptos de culpa, del bien y del mal, la solidaridad o la individualidad tienen su raíz en una realidad religiosa. No está en la cultura occidental incorporar declaraciones de oficialización de religiones, pero sí está en la verdad histórica reconocer la importancia de la cristiandad en el mundo contemporáneo. Por ejemplo, la palabra Europa no se utilizaba nunca entre los romanos, y en la Edad Media de lo que se habla es de cristiandad occidental de Europa. Por eso el historiador puede decir que nuestro pensamiento tiene un origen en el mundo romano. De ahí que en el hombre culto del mundo occidental sea obligado hacer referencias a Aristóteles o a Cicerón.

¿Cómo ve el recorrido de la cristiandad a la Unión Europea?

Solo se me ocurre una manera de expresarlo: una enorme complejidad y siempre con bastante sorpresa. Las cosas han podido ser de otra manera. Lo que ha sucedido es lo que narramos los historiadores, pero muchas de esas cosas han podido no ocurrir. Siempre hay un factor de contingencia en la Historia, muchas probabilidades y opciones distintas, no hay determinismo. Yo veo con muchísimo interés todo lo que ha ido ocurriendo, pero sin idealizar el pasado, pese a que el Renacimiento italiano resulta atractivo a todos. Pero si uno atiende a otras realidades que no son la belleza, sino la vida cotidiana, la pobreza, la guerra, las enfermedades, aquellos siglos nos parecen un horror. El avance de la medicina y la sanidad en los últimos 200 años ha sido enorme y ningún contemporáneo podría vivir en la Florencia del siglo XV o XVI. El hedor de aquellas ciudades, la peste, la mortandad infantil... Si atendemos a otro tipo de realidades que no sea la belleza de la Capilla Sixtina, al hombre contemporáneo le resultaría muy difícil vivir en aquella época.

El final del siglo XX impuso la democracia como el modelo de organización de la sociedad preeminente en el mundo. ¿Puede haber marcha atrás?

En Europa Occidental han cuajado los modelos ideales de la política: libertades individuales, eficacia económica y el Estado del Bienestar. Nos es imposible pensar una Europa distinta. Pero en el periodo de entreguerras tenía una gran legitimidad las ideas de Estado fuerte y dictadura frente a democracia, que aparecía como débil. El gran triunfo de la democracia es que, desde el año 45, todo el mundo se declara demócrata, y no podemos imaginar alternativas de carácter totalitario.

Con las crisis económicas y el auge de los populismos, ¿pueden estar el liberalismo y la democracia en peligro?

Hoy hay muchas más democracias liberales que en la historia y ya nadie se atreve a defender el totalitarismo, y parece que en todo el mundo se han consolidado los valores liberales y democráticos. Ahora, las dificultades del mundo contemporáneo, las exigencias y la reclamación de derechos de todas las sociedades y la tensión internacional provocada por conflictos territoriales hacen que vivamos en una situación no trágica, pero sí de preocupación seria. El orden internacional es muy complejo, con mucha violencia y tensión en muchas zonas del territorio mundial.

Crisis de refugiados

¿Cómo ve la crisis de los refugiados en la Unión Europea?

En el asunto de los refugiados, hay una urgencia en atender a una masa enorme y repentina y luego no hay más alternativas que políticas de integración. Es muy fácil decirlo pero no es un hecho inmediato. Cuando se habla de otras migraciones, son completamente distintas. Las migraciones actuales son repentinas y súbitas, no ordenadas y tranquilas, como ha podido ocurrir en el siglo XX en Francia o Reino Unido. En ambos casos fue un goteo lento y gradual, sin problemas lingüisticos y donde la emigración fue individual. Desde los años 70, la emigración es étnico colectivo. No hay voluntad de integración sino de existir en unas sociedades con un hábito de costumbres propios y distintos. Eso ha sido más sencillo cuando ha podido ser negociada entre estados y espaciada a lo largo de los años. Lo de ahora es de una cantidad demográfica enorme que plantea muchísimas dificultades de absorción. Se necesita urgentemente dignificar esos campos de refugio y abrir fronteras y una distribución territorial de los emigrados.

¿Cree que puede tener consecuencias políticas en el proceso de construcción europea?

Indudablemente, las diferencias que han surgido entre los países afectarán al entramado institucional. Pero eso no significa que vaya a desparecer la UE, las instituciones, el euro... A veces la percepción que tenemos de la realidad se vive con la excitación del momento. La inmediatez de los medios de comunicación nos hace sentir los cientos de problemas que surgen todos los días, y al hombre contemporáneo le cuesta digerir toda la información, vive en estado de desasosiego permanente porque nos golpea todo tipo de información. Pero visto en perspectiva, pensar que Europa haya podido en 50 o 60 años consolidarse en un estado transnacional Nadie hubiera creído que pudiera ser tan rápido. Puede que surja algún retraso, pero a pesar de los altibajos y la crisis, los avances son enormes.

Usted admira el modo en que se ha desarrollado la democracia y el liberalismo en Inglaterra...

A Inglaterra, ese país raro y complejo, se le deben varias cosas. El sentimiento de individualidad y de sentimientos individuales ya es muy claro en la Edad Media. También se le debe la idea del Gobierno por el consentimiento de los súbditos, el origen del sistema parlamentario. Por ejemplo, la Revolución Francesa no creía en los sistemas parlamentarios, sino en la creación de un orden igualitario, a veces por el terror. A Inglaterra se le debe también la tolerancia religiosa. Sí creo que hay una contribución muy importante de Inglaterra, aunque tampoco podemos idealizar. Entre el siglo XI y el XVI, todos los reyes son asesinos o asesinados, recordemos el bloody Mary,mientras que en España, que tenemos peor fama, hay muy pocos reyes que hayan sido ejecutados, así que en esa Inglaterra idealizante ha habido enormes conflictos internos. Dicho eso, también me gusta el ideal de finales del XVIII y principios del XIX medio rural-medio urbano. Eso ha desaparecido, pero queda la ciudad de Bath, las novelas de Jane Austin...

¿Cómo ve el mundo árabe?

Con mucha preocupación. Hay un debate muy interesantes en este mundo desde la crisis del Imperio Otomano, a finales del XIX y principios del XX, en el que participan dirigentes religiosos, civiles, juristas, intelectuales... Ese debate es qué respuesta dar a la decadencia del mundo musulmán, simbolizada en la crisis del Imperio Otomano, que va perdiendo todos sus territorios: Grecia, Serbia, Rumanía, Bulgaria, Albania, Libia, cediendo presencia ante Reino Unido y Francia. Y tenemos la occidentalización, como la República de Ataturk, o crear estados nacionales; más adelante, surgen los socialismos de estado; en países como Irak, el partido baazista, que es como el falangismo. Y también hay otro planteamiento, volver al islam cristino y musulmán, de donde se entiende la creación de los Hermanos Musulmanes, que explican el fundamentalismo islámico posterior. Ese debate tiene mucho más interés, y no lo veo resuelto. El fracaso de muchas fórmulas ha llevado a una parte de ese mundo a apuestas por el fundamentalismo islámico. Han fracasado las monarquías, los estados socialistas... Fracasos relativos: Egipto o Argelia no son lo mismo que antes, hay modernización, aunque a veces lo olvidemos. A cortísimo plazo no vamos a ver una solución al terrorismo. Yo considero que es difícil que un movimiento terrorista pueda lograr una victoria estratégica sobre estados modernos. En realidad, el terrorismo es más una acción de desgaste que una ofensiva territorial. Es difícil ganar algún tipo de enfrentamiento bélico sin el desalojo del Gobierno y la ocupación territorial. Pero si el terrorismo, dado la situación de vacío de poder, pudiera consolidarse en Libia, Irak, Nigeria, Burkina Faso... Entonces podría ser una amenaza, además de terrorista, también territorial.

Nacionalismos

¿En qué momento estamos en cuanto a los nacionalismos? Por un lado, se producen los fenómenos de supraintegración territorial en todo el mundo y en España, repunta el nacionalismo en Cataluña, pero retrocede en el País Vasco...

El nacionalismo parecía una idea sumamente desacreditada después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los valores de la sociedad occidental eran las libertades individuales y la garantía de la democracia. Y sin embargo, en los años 60 hay una reaparición de los nacionalismos inducida por los procesos de descolonización y los muchos nacionalismos occidentales se redefinen como movimientos de liberación nacional violentos, como el IRA, ETA, en Córcega, en Quebec, algunos movimientos en Suiza... En aquel momento, cuando parecía que en Europa Occidental los problemas nacionalistas estaban reconocidos, reaparecieron con una nueva identidad ideológica y como una opción radical y revolucionara. En España la democracia, como nuevo proyecto de Estado, significó el reconocimiento de nacionalidades y regiones y un modelo de estado autonómico. Parecería que nunca ha habido una oferta tan amplia desde dentro del Estado español como la que se hace a partir del 78 hacia esas nacionalidades y regiones para su integración en un proyecto común, y sin embargo, los gobiernos de las nacionalidades han puesto en marcha procesos de construcción nacional. Y por tanto, aunque no podemos decir que el ideal del autogobierno haya sido fallido, sí que ha sido visto como suficiente a las aspiraciones nacionalistas. Todos los estados nacionales y muchas regiones se consideran transnacionales y europeas, pero en lo que es la articulación de su propio gobierno son tan exigentes como lo han podido ser en los 'peores' momentos de su historia. El nacionalismo tiene un componente de masas que no es explicable por respuestas racionales.

¿Cómo ve la situación política en España?

Con perplejidad, irritación y disgusto profundo. Creo que el cambio que se ha producido en España desde el 78 es tan importante que tienen que ser el fundamento de un sistema político muy duradero, aunque no le pongo límites porque la democracia es un sistema abierto, no es un régimen. En ese sistema del 78, en el que tanto se habla de bipartidismo, como si el PNV, el nacionalismo catalán, el canario o el gallego no hubieran gobernado, han tenido una parcela de poder varios partidos que no son de Madrid. Ese mismo sistema ha permitido que gobierne primero UCD, luego el PSOE, luego el PP... Ese sistema que parecía que había que regenerar porque daba un sistema bipartidista ha permitido ahora cuatro partidos con ambición nacional y una situación más complicada que antes. Siempre es bueno recordar que no hay un régimen, sino un sistema que se regula por el voto de los españoles. Y en este punto conviene recordar las enormes dificultades que la España liberal tuvo en el XIX y la democrática en el XX. El acierto de la construcción del tipo nuevo de Estado a partir de la Constitución puede ser el fundamento de una estabilidad democrática permanente. La irritación puede provenir del ejercicio de la política inmediato, pero también de que una percepción errónea de nuestros 200 últimos años lleve a infravalorar algo que está muy bien hecho. Cualquier persona desde el punto de vista del Derecho Constitucional puede calibrar la calidad de nuestro sistema. Que Berlusconi esté en el poder no significa que la Constitución italiana sea mala. En España no hay régimen y quien diga que lo hay no está utilizando los conceptos con corrección. Y utilizar mal el lenguaje es una manera de pensar mal. La única manera de poder entenderse es utilizando los conceptos con corrección y quien lo hace erróneamente lo hace por ineptitud o por deshonestidad. Ese sistema creado en el 78, la 'hazaña de la democracia', que es la creación del estado autonómico, ha funcionado infinitamente mejor de lo que nadie previó. Tenemos una democracia muy bien pensada y no veo razón alguna, con independencia de quién pueda gobernar, de que tenga que modificarse ese entramado electoral y constitucional.

¿Cuál sería la mejor solución para la formación de Gobierno?

En los últimos meses se ha dicho que en una democracia lo importante no es el resultado electoral, sino la mayoría parlamentaria. Pero no, lo primero es el resultado electoral. Y si luego no se puede cumplir con el mandato de los electores, en un segundo lugar habrá que recurrir a otro tipo de soluciones. Lo contrario me parece un déficit democrático, ya que la única manifestación que hace el electorado es su preferencia por el partido más votado. Eso afectaría también al mandato, que sale de la proporción de los votos de cada uno. No conviene manipular. Yo hubiera preferido, con sus limitaciones, una especie de gran coalición, con todos los matices y las dificultades de hacerse socio del PP por la corrupción... En general, anteponer la mayoría parlamentaria al resultado electoral es como decir que Madrid ha ganado la Liga por delante del Barcelona sumando los puntos del Real y del Atlético.

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