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Miguel Lorenci
Viernes, 8 de abril 2016, 01:35
De «moralidad grosera» y «repugnante». Así califico la censura en 1951 a 'Nebiros', la única novela de Juan Eduardo Cirlot (Barcelona 1916-1973), un raro de nuestras letras, versátil y vanguardista creador, poeta, ensayista, compositor, crítico de arte, editor, valedor del simbolismo surreal e inefable ... coleccionista de espadas. Este sábado se cumple el primer centenario de su nacimiento y la editorial Siruela lo celebra con el rescate de esta novela maldita e inédita, pura literatura del mal y coetánea de hitos del realismo testimonial del siglo XX como La colmena de Camilo José Cela o de la más desconocida La noria, del olvidado Luis Romero.
Cirlot la escribió en el verano de 1950. Sombrío relato de inspiración existencialista, narra el paseo nocturno de un atormentado, errático y anónimo personaje por los prostíbulos y tugurios de una ciudad portuaria que nunca se nombra, pero que es la crápula y paupérrima Barcelona de finales de los cuarenta. La narración bulle en la mente del noctívago protagonista, un empresario con formación universitaria, buen lector y cinéfilo, con veleidades autodestructivas, confinado en una triste y gris vida de oficinista en el negocio heredado de un padre al que odiaba y temía.
Además de un bar 'Nebiros', es el nombre de un demonio, e infernal es el desencantado vagabundeo entre el lumpen del protagonista durante toda una noche, desde que deja la oficina hasta el alba. Prostitutas, indigentes, borrachos de infames tugurios y callejas inspiran turbios pensamientos nihilistas en los que nada tiene sentido, amasados entre el asco, el miedo y un primario apetito sexual.
Personajes y reflexiones conforman un clima denso y agobiante, filtrado por una mirada que supera la realidad para adentrarse en la alucinación. De vuelta a casa el protagonista consulta en su biblioteca 'Los secretos del Infierno' y busca en sus páginas a Nebiros, su figuración del demonio y las claves de la fascinante atracción del mal.
Las imágenes de ese mundo turbio y acanallado se confunden con los monólogos interiores del protagonista, «que trasladan al lector una concepción del mundo profundamente nihilista y abismada en el problema del mal»,apuntan los editores. «La novela se sitúa en una tradición muy concreta, la de literatura ocupada en el mal tan bien diseñada por Georges Bataille» agregan.
Peligroso y pornográfico
José Janés debía ser el editor de 'Nebiros', pero la implacable censura franquista impidió su publicación. «De una moralidad grosera y repugnante. No se debe autorizar», sentenció el funcionario del nacionalcatolicismo. No podría ofrecer otro juicio ante la irreverencia y las crudas opiniones del descreído paseante sobre la condición humana, la miseria social, la religión o la sexualidad. El informe de trece páginas del primer censor consideraba al libro «pesado además de peligroso por los disparates que dice, y la turbia sexualidad servida en descripciones pornográficas».
La medievalista y filóloga Victoria Cirlot, hija del escritor y editora del olvidado texto de su padre, explica en el epílogo las tribulaciones del manuscrito, que permaneció casi siete décadas en el limbo para retornar «fantasmagóricamente» en vísperas del primer centenario del nacimiento del poeta. El original estuvo arrumbado entre cientos de expedientes del Archivo General de la Administración (AGA), en Alcalá de Henares, hasta que fue descubierto entre ese mar de legajos poco antes del verano de 2015 por la propia Victoria Cirlot y Enrique Granell.
Poeta, músico y crítico de arte, Juan Eduardo Cirlot Laporta se formó en la composición musical con el maestro Fernando Ardévol. Perteneció al círculo Manuel de Falla, aunque en 1950 abandonó para siempre la creación musical.
Reclutado por el bando republicano en 1937 y movilizado por los nacionales tras la guerra, entre 1940 y 1943 vivió en Zaragoza. En la capital aragonesa frecuentó el grupo intelectual de Alfonso Buñuel, hermano del cineasta, lo que le permitió a Cirlot acceder a la biblioteca de Luis Buñuel y familiarizarse con el surrealismo.
En 1949 conoció a André Breton en París y mantuvo una estrecha amistad con el 'pope' surrealista. También en 1949 entró a formar parte del grupo Dau al Set. Pero más determinante sería su relación entre 1949 y 1954 con el musicólogo y etnólogo Marius Schneider, quien le inició y formó en la simbología, una disciplina crucial en la obra de Cirlot cuyo 'Diccionario de los símbolos' (1968) ha conocido una veintena de reediciones desde su recuperación 1997 por Siruela. Es también autor de un 'Diccionario de los ismos' (1949).
Su obra poética evoluciona desde la figuración surrealista de poemarios como 'Canto a la vida muerta' (1946), 'Donde las lilas crecen' (1946), 'Amor' (1951) o 'El Palacio de plata' (1955) a la experimentación con los mitos y el cine a partir de 'El señor de la guerra' (1965) o el ciclo poético de Bronwyn (1967). Dedicado un ensayo a Gaudí (1950). exploró el universos onírico y surreal en '80 sueños' (1951) y jugó con los aforismos en 'Del no mundo' (1969). Siruela revisa y recoge en el siglo XX toda su poesía en tres volúmenes: 'Bronwyn' (2001), 'En la llama' (2005) y 'Del no mundo' (2008). Un cáncer de páncras acabó con su vida en 1973.
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