Gilles Legardinier.

Gilles Legardinier, el triunfo de la sencillez

El autor de 'Días de perros', una comedia sobre el cambio de vida, reniega de la pompa y reivindica el humor inteligente

Miguel Lorenci

Domingo, 11 de octubre 2015, 08:15

A las tres de la mañana, Gilles Legardinier (París, 1965) comienza su jornada de escritor. Cuatro horas después desayuna con su mujer e hijos y el resto del día es el hombre del cine que siempre ha sido: pirotécnico, director de anuncios, guionista, músico, responsable ... de comunicación... Un oficio «al que no pienso renunciar». De esas madrugadas han surgido novelas como 'Días de perros' (Planeta), que llega al lector español. Es un canto a la esperanza, al derecho a cambiar de vida y ser feliz del que han disfrutado 800.000 franceses. Aferrado a la sencillez, al humor y a las emociones primordiales, a codazos con colegas como Marc Levy o Katherine Pancol, ha vendido casi tres millones de libros de títulos como 'Mañana lo dejo'.

Publicidad

La narrativa del autor mas leído en Francia en 2014 está en las antípodas de la severidad y la pompa de las novelas que ganan el Goncourt, el gran premio literario francés. «Ni me interesa, ni lo necesito. Vendo mucho más que sus ganadores y mi mundo emocional es otro», dice sin asomo de soberbia en el parisino café Les Éditeurs, epicentro del mundillo editorial. «Prefiero a la gente sencilla con corazón que a los intelectualoides que solo tienen su ego desmesurado», aclara.

Sus novelas son inyecciones de vitalidad. Reconcilian al lector con el género humano y anclan la sonrisa en su rostro. En 'Días de perros' el millonario británico Andrew Blake, viudo, triste y harto de su vida, decide cambiar de horizontes e identidad. Se convertirá en mayordomo de una aislada y noble casa francesa venida a menos y compartirá afanes y desventuras y con un desconcertante zoo humano y bajo la atenta mirada de un intrigante gato llamado Méphisto.

Sus extravagantes personajes «tienen la brújula averiada» según su creador. «A menudo la respuesta a problemas que creemos insolubles está en el sitio más inesperado. Se solucionan con el cambio y cuando otra persona te abre los ojos», plantea. Es lo que le pasa al millonario mayordomo «que respira de nuevo y hace ver a los demás lo que no querían ver».

No cree Legardinier una temeridad ser optimista con la que está cayendo. «En los momentos más difíciles siempre hubo alguien que me aportó esperanza. La vida es dura para todos, pero hay que tener ganas de salir adelante. Sé que soy un tipo con suerte, pero también que hay que abrir la puerta a la felicidad y estar atento para que no pase de largo. Voltaire constató que ser feliz es bueno para la salud y yo agrego que la felicidad es una cuestión de actitud y se contagia».

Publicidad

Encantado de que sus ficciones hagan carcajearse a un coreano, a un francés o un español admite Legardnier que «el humor nos diferencia de los animales y nos hace humanos». «Nos permite sobrevivir y es mucho más universal de lo que sospechamos», asegura. Como su protagonista «busca ese lado divertido que siempre hay detrás de las cosas más terribles». «Enseño a mis hijos a no fiarse de la gente sin sentido del humor. Les digo que quienes carecen de él suelen ser unos imbéciles y que tenerlo denota cierta inteligencia», explica.

Para Legardinier «escribir es como enamorarte; sólo sale bien si te dejas llevar, cuando algo te supera y te arrastra». «Si te metes en esto para ser rico y célebre no tiene sentido. La sinceridad, lo auténtico, es lo único que puede dotar de dimensión universal a la pintura, a la música y literatura», sostiene.

Publicidad

«No me gusta lo amargo ni en la vida ni en la mesa. La comedia va con mi naturaleza con mi jovial forma de ser y es la mejor manera de transmitir reflexiones profundas» dice explicando como pasó del thriller a la comedia sin traumas. Llama «fábulas» unas novelas que factura «sin recetas» y que «surgen siempre de una emoción». En este caso «de la esperanza en devolver a la gente las ganas de vivir».

Del montaje de cine aprendió «a quitar lo superfluo y a mantener lo esencial, a ir al grano». De ahí que prime el diálogo, no pierda una línea en descripciones y huya de la pompa como de la peste. «En Francia se nos educa bajo el peso de una literatura muy poderosa ¿Quién se atreve luego a ser escritor bajo la sombra de Racine o de de Proust?» se pregunta este autor de prosa limpia, directa y sencilla a quien será difícil ver en el palmarés del Goncourt. «Escribo historias de amor, porque es lo más fuerte que nos pasa en la vida», aclarando.

Publicidad

Pero seguirá con el thriller, el teatro o la narración juvenil, y la ciencia ficción. «No todos los días comemos lo mismo ni nos vestimos igual» se justifica. «Prefiero las curvas a las esquinas, y si cambio lo hago poco a poco. Escucho mucho y tengo cierta capacidad de ver venir las cosas», aclara.

Joseph L. Mankiewicz es el «dios cinematográfico» de Le Gardinier, que confiesa leer solo lo que le aconseja su señora. «Ella lee dos o tres libros por semana. Me recomienda lo indispensable y le hago caso con un par de títulos al año».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta 136 Aniversario!

Publicidad