Chufo Lloréns posa con un ejemplar de 'La ley de los justos', su última novela.

«Busco una parte de la historia que tenga anécdotas»

Chufo Lloréns viaja con 'La ley de los justos' a la convulsa Barcelona de finales del siglo XIX

Daniel Roldán

Domingo, 15 de marzo 2015, 07:30

Cuando dio el último repaso a su libro, observó que su última creación tenía unas 1.500 páginas. Y Chufo Lloréns (Barcelona, 1931) volvió a meterse en faena para intentar reducir el tamaño de La ley de los justos (Grijalbo), su última creación. Lo consiguió ... a medias. «Quité trescientas páginas que no aportaban nada», confiesa. En cualquier caso, dejó la obra en 1.152 páginas, su proyecto más extenso. «Una novela corta se puede hacer muy larga y una larga se puede hacer muy corta. Ésta es muy entretenida», dice risueño, sabedor de que a sus seguidores no les importa la longitud del libro.

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En esta ocasión, Lloréns abandona la Edad Media que trató en Te daré la tierra y Mar de fuego para trasladarse a los últimos años del siglo XIX a su ciudad. «Busco una parte de la historia que tenga anécdotas. Y la Barcelona de esa época las tiene», indica. La ciudad vivía una situación convulsa con la celebración de la Exposición Universal, que se tenía que haber celebrado para 1887, pero se pospuso un año. «Para hacer los pabellones, acuden personas de toda España. Y cuando se terminan, los echan a todos a la calle, con el conflicto que se genera», añade Lloréns.

A este hecho, gente sin trabajo, se unen el derribo de diez mil casas para conseguir que la vía Laietana llegue hasta el mar y la explosión de los movimientos sindicales y políticos con fuerza: aparece Errico Malatesta como el gran pope del anarquismo y se celebra en la ciudad condal el primer congreso nacional obrero, donde se funda la UGT. «Se agrandan las diferencias sociales y se entiende, en algunos casos, que mejorar las cosas es atacar a los burgueses y promover las movilizaciones», incide el escritor catalán.

En este contexto, Lloréns juega con una historia con toques de thriller en el que son protagonistas dos familias: los Ripoll, pertenecientes a la alta burguesía, y los Bonafont, familia humilde cuya madre viuda, Luisa, trabaja de costurera para los primeros. Pero toda esta situación se enzarza cuando el hijo menor de Luisa se enamora de la sobrina de la familia rica. Y todo transcurre en una Barcelona industrial donde los roles cambian. «El patrono que era un padre para sus trabajadores se acaba. Aparece también el enfrentamiento entre los padres y los hijos, que quieren llevar las fábricas de diferentes maneras», apunta.

Además, aparece la guerra de Cuba (1898), a la que van los pobres porque los ricos pagan por no ir. Y cuando los pobre vuelven, algunos amputados, no tienen nada, remacha el Lloréns, que ha tardado cuatro años en terminar la novela: tres para escribir y uno para documentarse. Y en esa búsqueda de datos se topó con hechos curiosos, como que el Liceo tenía una noche para las queridas. Allí se demostraba la categoría dependiendo del número de joyas que llevara ella, comenta el escritor.

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