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Álvaro Soto
Sábado, 13 de diciembre 2014, 07:56
Un baile de máscaras en el que nada es lo que parece sirve como punto de partida a Viaje de invierno (Zut Ediciones), la nueva novela de Santiago Velázquez (Madrid, 1977), una historia sobre el amor, los sentimientos reprimidos y las diferencias sociales en el ... contexto de una generación, la nacida en los años 70, que el autor no duda en bautizar como "incierta".
"Somos una generación que crecimos pensando en que íbamos a disfrutar de una serie de ventajas y que, como sucedía tradicionalmente, íbamos a vivir mejor que nuestros padres. Pero, por primera vez en la Historia, hemos descubierto que no ha sido así", resalta el autor, que barniza toda la novela con un pesimismo lúcido. "Hemos sido la primera generación a la que tener estudios universitarios no le ha servido de nada y que ha tenido que aceptar trabajos precarios para poder sobrevivir. Y eso nos ha hecho ser muy distintos a la anterior; en su época, la juventud era un valor y en nuestro caso ser joven ha sido sinónimo de fracaso social", agrega.
Con su anterior novela, La extraña ilusión, Velázquez obtuvo el Premio Tiflos de Novela y cosechó excelentes críticas. Aquella vez se adentraba en la dictadura argentina para tratar de explicar cómo unos militares desalmados eran capaces de convertirse en ejemplares padres de familia cuando dejaban el cuartel para entrar en sus casas. Esta vez se queda más cerca, en Madrid, para retratar, a través de la compleja historia de amor de un abogado potentado y una joven estudiante de Medicina que se conocen en una fiesta de carnaval, las dos caras de una ciudad en la que también, como entre las personas, se levantan muros invisibles.
"La novela refleja dos mundos: el del barrio de los Jerónimos, el cogollito de Madrid, donde una clase alta vive en su burbuja, y el de las zonas humildes de la ciudad, levantadas con sus propias manos por la gente venida de los pueblos; chabolas que con el tiempo se convirtieron en viviendas de protección oficial, donde la gente se conoce por el nombre", explica el escritor. En el choque de esas dos realidades estallará el conflicto en el que se ven inmersos los protagonistas, Rubén Granta y Alejandra Osorio.
Dice el autor que la historia de amor acaba mal, "como todas", pero la novela invita a reflexionar por qué se recorre ese Viaje de invierno. "He querido reflejar la cobardía de nuestra generación, la incapacidad de asumir ciertas responsabilidades", explica Santiago Velázquez. Y es que los personajes se ven atrapados "en la dicotomía del ser humano", elegir entre responder a las expectativas que los demás tienen depositadas en ellos frente a los deseos reales que cada uno alberga en su interior. "Vivimos nuestra juventud pensando que nos íbamos a comer el mundo, y ahora, que estamos al borde de los 40, hemos descubierto que el mundo nos ha comido a nosotros. Como decía el poeta mexicano José Emilio Pacheco, Ya somos todo aquello / contra lo que luchamos a los 20 años".
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