Una lectora lee un cuento a un niño en su casa. Ellos y las personas mayores son clientes potenciales de los lectores a domicilio.

Lector a domicilio

Tú eliges la lectura y ellos ponen la voz… leer para otros que no pueden hacerlo es una experiencia emocionante para las dos partes

José Antonio Guerrero

Domingo, 14 de septiembre 2014, 07:46

Puede que los ojos hayan dicho basta y no distingan más las letras; puede que la cabeza, incapaz ya de asimilar diálogos, personajes o descripciones, reclame un alto en el camino. Hay lectores que no quieren dejar de serlo, pero por razones de edad o ... enfermedad se les hace cuesta arriba enhebrar silaba tras silaba o les falta la atención o la paciencia necesarias para sumergirse en las páginas de un libro. Son hombres y mujeres que amaron la magia de las palabras, devoraron libro tras libro y ahora, ya mayores, no quieren renunciar al placer de leer y lo hacen por boca de otros al no poder por sí mismos.

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Para mantener viva esa llama por la novela, el ensayo, la poesía o la prensa del día, empieza a surgir en España la figura del lector en casa, un servicio de lectura a domicilio que proporciona más satisfacción personal que otra cosa. Es de las experiencias más gratificantes, aunque los ingresos (a partir de 8 euros por hora sin contar el desplazamiento) no dan para muchas alegrías.

La gallega Teresa y el donostiarra Xavier se embarcaron en esta aventura cuando a sus cincuenta y pico años empezó a nublarse el horizonte laboral. Xavier hasta publicó un anuncio en el periódico. "¿Le gustaría que le leyese algunas de las creaciones más nobles de la Literatura universal?", decía en el reclamo. Y se ofrecía para leer poesía, ensayo, teatro, novela, cuentos, humor, biografías, viajes, hemerotecas todo el repertorio posible. Ahora, por razones personales, ha tenido que hacer un paréntesis en esta ocupación ocasional que le ha reportado momentos maravillosos, sobre todo cuando ha leído para gente que ha valorado su empatía y elegante dicción.

De vendedora de coches a lectora

Sí que permanece activa, y mucho, la orensana Teresa Feijoo, de 55 años, que cuenta con su propio blog de lectora a domicilio, buena señal de su espíritu curioso y su audacia para sacar partido a las nuevas tecnologías.

Teresa, que trabajaba en un concesionario de coches hasta que hace dos años se quedó en paro, llevaba tiempo dándole vueltas a la idea de brindar un servicio de lectura a la carta a personas mayores, bien en sus propios hogares, en residencias, hospitales e incluso se ofreció a la Xunta para hacerlo en las cárceles gallegas.

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Tras perder su trabajo se apuntó a un curso de ayuda a domicilio y ahí descubrió la realidad de muchos hogares gallegos: ancianos que viven muy solos en casa y que necesitan como el aire unos pocos minutos de compañía Así que Teresa empezó a ofrecerse de acompañante de personas mayores y acabó por leerles lo que le pedían. Fue una transición natural en la que los viejillos elegían la lectura y ella ponía la voz, su cálida voz.

A Teresa le encanta leer y es una asidua de las bibliotecas municipales y de los clubes de lectura, así que no puede disfrutar más con lo que hace. Su gusto literario es el reflejo de una personalidad en constante búsqueda de conocimientos y experiencias: el austriaco Stefan Zweig, autor de biografías como la de María Estuardo, el novelista húngaro Sándor Márai, Josefina Aldecoa, García Márquez, Dulce Chacón, Eduardo Galeano, José Luis Sampedro, pero también la novela negra nórdica. "Yo me adapto, pero últimamente lo que más me piden que les lea son pasajes de la Biblia; también he tenido a una señora cieguita muy culta que lo que quiere es que le lea el Rosario y poemas de Antonio Machado. A otra con la que estoy tres horas los sábados le leo el periódico, pero lo que más le gusta es que hablemos de los cotilleos que salen en la tele". Teresa cuenta que muchas 'clientas' le piden historias de mujeres que hayan tenido una vida dura porque ellas mismas son mujeres a las que la vida ha tratado con crudeza. "Llega un punto en que se aburren y te dicen que lo que les apetece es hablar. Todas son muy habladoras y les gusta contarte su vida, sobre todo la dureza de la Guerra Civil. A mí no me importa, soy muy buena escuchante".

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En general todas sus clientas aprecian el valor de la lectura, pero abrir un libro y leer sus páginas les fatiga. Es un acto que requiere siempre de un esfuerzo de atención que con la edad se puede hacer más cuesta arriba, y ahí está ella para allanar el camino. "Cobro ocho euros por hora, aunque creo que lo haría gratis", dice Teresa, separada y madre de un hijo adolescente, que solo percibe la ayuda de los 400 euros, aunque no hay dinero en el mundo para pagar esa mirada complaciente de sus viejillos cuando su voz transforma la palabra escrita en una experiencia viva.

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