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La Filmoteca Azcona prosigue su magnética aunque breve panorámica sobre películas de la década prodigiosa de los setenta reunida en el epígrafe 'Póker de Ases' y proyecta 'El fuera de la ley' (1976), de Clint Eastwood, que se podrá ver a partir de ... las 19.30 horas. Se trata de un western crispado y, a ratos, cafre, que significó una oda a la violencia muy propia de aquellos años.
La época setentera fue prolífica para Eastwood que enlazó proyecto tras proyecto afianzándose como intérprete de primera línea y buscando su estilo visual y expresivo como realizador. Bajo el manto protector del imperio del espectáculo y el entretenimiento que todavía es la productora Warner Bros., aceptó intervenir como principal figura del cartel de 'El fuera de la ley' a las órdenes del guionista del filme Philip Kaufman. Cuando el responsable de 'La invasión de los ultracuerpos' (1978) abandonó el puesto de dirección fue Eastwood quien se hizo cargo de la puesta en escena.
Las películas sobre el oeste norteamericano y sus gentes se deslizaban por aquellos tiempos en una visión entre crepuscular y revisionista. Eastwood acometió un tratamiento centrado en la violencia más abrupta y la venganza más despiadada. Había aprendido lo bastante con cineastas afines a este registro estético y aplicó su mejor forma audiovisual en una noción de relato exaltado y turbador.
El guion cuenta la historia de un excombatiente confederado convertido en apacible granjero junto a su mujer e hijo. Una mañana es sorprendido por una banda de renegados de la Unión denominados las botas rojas que le propinan una brutal paliza además de matar a su familia. Cuando se recupera de las heridas se propone un ajuste de cuentas.
El modelo de cine es áspero. La crudeza de las escenas e imágenes son impactantes, oscuras y tienen un lado lacerante, referenciado en sutilidad a maestros como Donald Siegel y Sam Peckinpah. Narrada con brío, obscenamente violenta, manejo virtuoso de la cámara, es una pieza cruda que en su aspecto más artístico alcanza un grado superlativo gracias a la exquisitez compositiva de luz de su fotógrafo, Robert Surtees. Eso son palabras mayores.
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