El último adiós

Es una película de no ficción que supone un testamento fílmico y musical del célebre y apasionado compositor japonés Ryuichi Sakamoto. Afectado por una enfermedad terminal decide dejarnos parte de su legado reunido en veinte temas de incontestable calidad.

Esta obra intimista y, a la vez, desgarradora, es un colofón poético de un artista de la partitura que sabiendo que su tiempo se acaba se encierra en un escenario y, acompañado por su eterno piano Yamaha de cola, nos regala algunos de sus mágicos sonidos.

Esta es la historia de un hombre cansado, con sus icónicas gafas tortoise, que admite la inevitable derrota y, antes de su partida y con una emoción contenida, desgrana con un sentimiento profundo una impecable trayectoria ecléctica en la que no podían faltar las notas que escribió para películas como 'Feliz Navidad Mr. Lawrence' (1983) de Nagisa Oshima, 'El último emperador' (1987) y 'El cielo protector (1990)', ambas de Bernardo Bertolucci, sin olvidar su trabajo para 'Tacones lejanos' (1991) de Pedro Almodóvar.

Escuchar estas bandas sonoras, la elegancia de sus ideas, es un espectáculo de una belleza inenarrable. La sequedad del estilo de Neo Sora, hijo de Sakamoto, que acongoja. Las imágenes que basculan entre planos cortos y largos, muy bien pautados por un montaje rítmico, que fluctúa con cadencia hermosa, dejando que la música respire y nos deje ver y oír una actuación humana y emocional.

Hay momentos de cercanía tremendos. El compositor pide parar el concierto porque se siente cansado y el cáncer le aprieta y le deja sin fuerzas. Retoma la actuación y la dimensión de su figura todavía se hace más visible. Neo Sora sabe que delante de su cámara tiene a un padre entregado, que aguanta el dolor y filma con amor un patrimonio inmenso.