No solo de sexo vive el hombre

El largometraje aborda un tema delicado. El de la asexualidad. Encarado desde la perspectiva y la psicología del hombre afectado por esa disfunción que también repercute en las necesidades de la mujer en el ámbito de las relaciones sexuales de pareja hetero.

Elena (Greta Grineviciute) es una animosa y entusiasta profesora de baile. Sus alumnos son sordomudos. No conoce el lenguaje de signos y para suplir esa carencia el centro contrata a un intérprete, Doydas (Kestutis Cicenas), un joven agradable y muy dispuesto. Pronto surge entre ambos un cariñoso entendimiento que prospera hasta el rápido enamoramiento.

Los primeros compases muestran la tarea vocacional de dos seres que aman su trabajo y saben hacerlo inclusivo para los alumnos. Elena y Doydas extienden su aprecio fuera del centro educativo. En el terreno del ocio Elena se muestra extrovertida y empática, con una vida social agitada y aprovechada. En cambio, Doydas, es alegre y agradable pero reservado.

Cuando su unión coge fuerza y los dos se enganchan al deseo, pronto descubrimos la razón del atenuante que el personaje masculino pone en el contacto físico. La cama, ese espacio que marca muchas emociones, se convierte en una asignatura pendiente. El coito no se consuma y el desconcierto irrumpe. Doydas confiesa su anomalía con una franqueza que duele y que te alcanza el corazón, mientras que Elena acata la asexualidad no sin con contradicciones.

Un complejo entramado psicológico se plantea con un arrebato a flor de piel. El quiero y no puedo se narra con sensibilidad y delicadeza y la renuncia a una satisfacción plena empuja a Elena a sondear otras ofertas. Su cuerpo actuará de juez, pese a las dudas, y este conflicto dramático se tratará de manera franca y realista. La película te llega con facilidad y su emoción se desparrama por sus imágenes.