Sí señor Matuscheck

Esta película es una producción de la Metro. Pero el apetito de Time Warner no paró de crecer y en plena ola de fusiones y adquisiciones de los años noventa la empresa le hizo en 1996 al empresario audiovisual y de comunicación Ted Turner una oferta que no pudo rechazar. Los dos gigantes concentraron su negocio y contenido y nació un coloso dominado por Warner. Y en un giro del destino que habría enorgullecido a los fundadores, Warner Bros. tiene ahora la biblioteca cinematográfica de la MGM.

Este acuerdo mercantil permite que 'El bazar de las sorpresas' luzca bajo el pabellón creado por los cuatro hermanos Warner. Hoy en día, volver a visionar este despampanante artilugio lleno de frescura y chispa es toda una gozada que remite a una forma de entender la comedia romántica y celebrar el sutil toque Lubitsch puesto aquí al máximo rendimiento.

La acción del largometraje se ambienta en Budapest y su principal escenario es un comercio que vende todo tipo de género regentado por una figura candorosa, Hugo Matuschek (Frank Morgan). Tiene varios empleados de diferentes perfiles. Entre ellos destaca Alfred Kralik (James Stewart) un modélico trabajador. Entra a trabajar como nueva dependienta Klara Novak (Margaret Sullavan). Entre los dos surge aprecio y cariño y, a escondidas, algo más.

Son varias las peripecias que recorren el argumento. Empezando por una tabaquera de regalo que al abrirla suena un melodía y cuyo itinerario/juego, de índole chistoso y afortunados gags, es una fluctuación organizada con tal maestría cuya función imprevisible dice mucho del talentoso estilo del autor alemán. Imprescindible.