El riesgo de la diplomacia

Esta producción sueca se estrenó hace un par de semana sin causar la curiosidad que atesora su historia. Inspirada en hechos reales, cuenta la trayectoria tenaz del diplomático nórdico Dag Hammarskjöld (Mikael Persbrandt), que a principios de los años 60 y en plena tensión de la Guerra Fría tuvo que lidiar como secretario de las Naciones Unidas varias crisis políticas muy apuradas.

La película, de impecable factura, elegante dirección, gran interpretación y documentada con el suficiente rigor para su traslado a la pantalla como un filme que aporta elementos cuajados y de interés, se detiene en los claroscuros de un hombre perseverante en su cometido de acabar con la colonización en África. A su vez, el guion se preocupa de su parte íntima, aquella que se refiere a su condición de homosexual y la discreción con la que llevó su identidad sexual al representar a una de las personalidades más poderosas del mundo.

Un breve prólogo inicial, a modo de noticiero de presentación, informa de que la figura de Dag era considerada como una estrella de la política internacional en base a su espíritu intrépido de solucionar con el uso de la diplomacia los convulsos aprietos a los que se enfrentó.

El principal conflicto que narra el largometraje se sitúa en El Congo, en la zona de Katanga, cuando un líder secesionista proclamó su independencia. Un área de intereses mineros dominados por los belgas y protegidos por el manto de la Unión Soviética.

Aquí se abre un thriller apasionante y agitado por la actuación del Consejo de Seguridad de la ONU, la presencia de John F. Kennedy, la CIA, la ferocidad de Nikita Jrushchov y todo un conglomerado de mercantilistas que muñeron una conspiración todavía hoy en el limbo del misterio. Notable película.