¡Quiero ser libre!

Corren tiempos convulsos y agitados y el cine norteamericano se hace eco de un contexto muy tensionado. La pantalla grande acoge relatos sobre tipos que se oponen a las rígidas formas del sistema. La alegoría funciona en el género penitenciario con la institución observada más como una jaula trituradora antes que un correccional.

De esta muestra muy apreciada por el espectador, sobre todo cuando el registro acentúa el realismo, destaca a la altura de icono 'La leyenda del indomable', una carismática y poderosa obra sobre un individuo enfrentado al estricto orden de una prisión.

Newman, en un momento dulce de su carrera, ya había dejado huella de su imagen de aguerrido perdedor en 'El buscavidas'. En el largometraje de Rosenberg establece otra marca hasta el punto de reflejar un inconformismo simpático. El apasionado actor da vida a Luke Jackson, un veterano de guerra que no encuentra su sitio en el mundo. En una noche de borrachera destroza parte del mobiliario urbano y el juez lo envía a una cárcel/granja por dos años.

La acción se localiza en una zona agreste del sur, de asfixiante calor, cuya opresiva humedad se matiza por una fotografía lacerante de tonos naranjas. En un ambiente brutal la llegada de un rebelde como Luke altera la estancia y pronto se erige como un líder.

En la jerarquía de los presos destrona a Dragline (George Kennedy) y su alborotada personalidad pronto encuentra la firme oposición de un guardia apodado el Capitán que no le va a tolerar su excéntrico comportamiento. La escena de la ingesta de huevos duros es legendaria y los zooms a las gafas de cristal de espejo del hosco vigilante son momentazos para la eternidad cinéfila.