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La Filmoteca Rafael Azcona mira hacia el pasado de la historia del cine español y para ilustrar el último título de su ciclo 'Políticamente ¿correcto?' proyecta una de las piezas clave del cine de los años 70, 'El diputado' (1978) de Eloy de ... la Iglesia, que se podrá ver a partir de las 19.30 horas en la sala Gonzalo de Berceo.
El realizador vasco fue un cineasta inquieto, transgresor y, en parte, renovador de la fisonomía de nuestro cine al incorporar imágenes y temáticas consideradas tabú durante bastantes décadas. En sus inicios como cineasta contuvo el aliento de su intrépido ímpetu para encarar asuntos correosos modulando su estrategia en una descarada simbología visual. Aprovechó el estado embrionario de la Transición para sacar a relucir su voz narrativa más viva y personal. Una de sus primeras cargas de profundidad de afilados matices es 'El diputado', un géiser de silencios guardados soltados a bocajarro que llenaron un espacio político/social poco menos que revolucionario. La película se construye a través de un largo flashback. Roberto Orbea (José Sacristán), está en el interior de su coche en frente de una comisaría de policía. Es un político de izquierdas en una España todavía con tentáculos oscuros. Su voz en off repasa los agridulces episodios que le han llevado a su debate moral y de conciencia justo en el momento que va a ser elegido secretario general de su partido.
Eloy de la Iglesia saca a relucir a borbotones toda su militancia e incorpora a la pantalla el convulso clima de la realidad más inmediata concentrado en el nuevo panorama político y, sobre todo, el añadido de un asunto oculto como la homosexualidad, a la que le quitó las telarañas en 'Los placeres ocultos' (1977).
Orbea, casado con Carmen (María Luisa San José), reúne todos los tics del izquierdista de manual. Comprometido, luchador incansable, preso en la cárcel de Carabanchel, dispuesto a darle un giro a la sociedad pero miedoso de confesar su identidad sexual. Conoce a Juanito (José Luis Alonso), se enamora de él y la película deja vislumbrar escenas sinceras, traviesas, que son testimonio de un cine abierto y visceral.
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