El precio del poder

Proyección de lujo, pieza que cuenta con innumerables incondicionales y película que trae de nuevo a la pantalla, a modo de renacimiento en la década de los noventa, el peculiar y fascinantemente turbio mundo de la mafia y sus villanos.

Con una trayectoria de diferente calado, Scorsese retoma el tema de los gángsters italoamericanos que ya había abordado en una de sus primeras obras, 'Malas calles' (1973), de referencia obligada. Adapta la novela Wiseguy de Nicholas Pileggi y el escritor colabora con Martin en el guion. El hosco y canallesco realismo del libro encuentra en la descarnada y electrizante paranoia visual del autor de 'Toro salvaje' (1980) la expresión estética de la violencia y el modus operandi de la corrupción.

El largometraje cuenta la historia de un arribista del barrio de Brooklyn, Henry Hill (Ray Liotta), que desde una parada de taxis envidia la vida que llevan los matones de la zona. Entra como chico de los recados en el círculo donde conoce a Jimmy (Robert de Niro), un pillastre ladronzuelo y a Tommy (Joe Pesci) un maníaco de gatillo fácil. En esta panda pronto prosperará y conocerá el éxito y el respeto.

Siempre he mantenido que gran parte de la monumental pericia narrativa de Scorsese se la debe al avispado trabajo de su montadora habitual, la incomparable Thelma Schoonmaker. Aquí vuelve a hacer una labor precisa coreografiando los elaborados movimientos de cámara para captar la observación de las costumbres y las modas del mundo del crimen organizado.

Esta excitada panorámica sobre la norteamérica ilegal y barriobajera fluctúa al son de la acertada selección de temas musicales completando una película inolvidable.